LOS LUNES AL SOL. 2002. 111´. Color.
Dirección: Fernando León de Aranoa; Guión: Fernando León de Aranoa e Ignacio del Moral; Dirección de fotografía: Alfredo Mayo; Montaje: Nacho Ruiz Capillas; Música: Lucio Godoy; Diseño de producción: Julio Esteban; Producción: Elías Querejeta y Jaume Roures, para Sogepaq-Elías Querejeta Producciones Cinematográficas-Mediapro-Quo Vadis Cinéma-Eyescreen- Televisión de Galicia (España-Francia-Italia).
Intérpretes: Javier Bardem (Santa); Luis Tosar (Jose); José Ángel Egido (Lino); Celso Bugallo (Amador); Nieve de Medina (Ana); Joaquín Climent (Rico); Serge Riaboukine (Sergei); Enrique Villén (Reina); Aida Folch (Natalia); Laura Domínguez, Fernando Tejero, Pepo Oliva, Antonio Durán Morris, Luis Zahera, Casilda García.
Sinopsis: Cuando cierran los astilleros en los que trabajaban, un grupo de hombres que ya ha dejado atrás la juventud convive con su nueva situación de desempleo, en la que cada lunes es otro domingo.
Los lunes al sol, tercer largometraje dirigido por Fernando León de Aranoa, significó el punto álgido, en lo artístico y también en cuanto a acogida crítica y popular, en la carrera de un director que es punta de lanza del cine social en España. Amén de otros muchos galardones, el film obtuvo cinco premios Goya, entre los cuales los de mejor película y mejor director.
Aunque muchos no se han lamentado por ello hasta que de verdad han venido muy mal dadas, la desindustrialización es un mal que se arrastra en España desde principios de los años 80. Al margen de cebarse en el sector minero, lo que en parte puede llegarse a comprender por razones ecológicas, este proceso, cuyo objetivo teórico era la paulatina sustitución de actividades industriales obsoletas por otras más adecuadas a los nuevos tiempos, que en muchos casos se quedaron en el papel, afectó especialmente a las industrias naval y siderúrgica. Quienes crecimos en los 80 recordamos las imágenes de las contundentes protestas obreras provocadas por estas políticas, así como la dureza con la que esas protestas fueron reprimidas en lugares como Asturias, Cantabria y el País Vasco. Siguiendo la tendencia habitual, en este conflicto también ganaron los malos, que perseveraron en la línea marcada con una eficiencia digna de mejor causa y siguieron cerrando empresas durante varios lustros. En una elección discutible, el director no sitúa su película en el momento central del conflicto (tengo una teoría sobre ello, pero la dejo para más adelante), sino en sus últimos coletazos; de hecho, el film se inicia con imágenes reales de las protestas acaecidas en Asturias por causa del cierre parcial (el definitivo se produjo en 2009) de la mercantil Naval Gijón, astillero creado precisamente a raíz de la primera reconversión industrial. Después, todo gira en torno a un pequeño grupo de empleados despedidos por dicha empresa, que se reúnen casi a diario en el bar que uno de ellos montó con el dinero de su indemnización. Cada miembro del grupo adopta, ante una situación sobrevenida y dramática que les ha sucedido a una edad en la que la gente no cambia si no es, en todo caso, por estricta necesidad, una conducta distinta: Santa, el más locuaz y vital del grupo, elige la insumisión frente a quienes han jodido su vida, y las de sus compañeros, y su meta es sobrevivir sin arrodillarse; Rico, el dueño del bar, trata de sacar adelante su negocio y de cuidar de su hija adolescente; Lino lucha por volver a insertarse en un mercado laboral interesado por gente mucho más joven y sumisa que él: Amador, el más veterano, cae en el alcoholismo, y Jose, que sobrevive gracias al trabajo de su mujer en una conservera, viene a ser una mezcla entre Santa y Amador. León, que contó con la ayuda de Ignacio del Moral en la escritura del libreto, se acerca a estos hombres atropellados por la vida con sensibilidad, ingenio y buen gusto, permitiendo que a veces el humor acuda a aligerar el drama sin que ese recurso narrativo haga chirriar la historia. Una vez más, el empeño del director por lograr el máximo realismo resulta exitoso, porque quienes hemos vivido de cerca situaciones como las de los protagonistas de la película somos capaces de reconocer a quien sabe de aquello que habla, sea por conocimiento propio o por haberse documentado bien.
Los lunes al sol es una película que, en lo estético, busca más bien no parecerlo, y la verdad es que eso, que en lo narrativo se logra gracias a la verosimilitud de historia y personajes, se consigue no sólo gracias al buen trabajo de caracterización y vestuario de éstos, sino también al modo de retratar (buen trabajo, una vez más, de Alfredo Mayo) el cielo casi siempre gris de la España cantábrica (el sol del título sólo lo vemos en las escenas en las que aparece el mar), o ese típico bar de parroquianos en el que se dan cita los protagonistas de una película que es una oda a la camaradería masculina. Quizá por ello, los personajes del otro sexo estén peor perfilados, con la excepción del más relevante de ellos, el de la esposa de Jose. La hija adolescente de Rico es el personaje más peliculero del film, dicho en el mal sentido, porque repite el estereotipo de la quinceañera ingeniosa y despierta tantas veces visto, sin aportar novedades significativas. Eso sí, es un personaje que aporta elementos de interés a la historia, cosa que no sucede con el de Ángela, el proyecto de pareja de Santa, que para mí es directamente prescindible. La brillantez está en escenas como la de la farola, o la que muestra los patéticos resultados de las estrategias de Lino para mostrar un aspecto más juvenil que le permita superar con éxito las entrevistas de trabajo. Y, por supuesto, en la escena más dramática del film.
El papel de Santa es uno de los que más ha contribuido a colocar a Javier Bardem entre los actores más importantes del cine español, pues se trataba de su mejor interpretación hasta la fecha y le supuso ascender a otro nivel, el de las estrellas cotizadas, que todavía conserva. Fernando León de Aranoa es un notable director de actores, y el trabajo de quienes componen el reparto, desde un sobrio José Ángel Egido hasta una acertadísima Nieve de Medina, pasando por el siempre eficiente Enrique Villén y por una Aida Folch que aporta gracia a un personaje que, como dije antes, no se sale del tópico, es muy de destacar. Dejo para el final a un actor de categoría, que también dio un merecido salto adelante gracias a esta película: Luis Tosar.
Los lunes al sol es una de las obras imprescindibles del cine español de este siglo. Cine social del (muy) bueno. Podemos preguntarnos por qué esta clase de films se ruedan con mucha mayor frecuencia cuando el inquilino de Moncloa pertenece a la derecha, que como sabemos lleva en el ADN lo de machacar a los pobres, que cuando gobiernan nuestro país los socialistas (ahora junto a esos que iban a cambiarlo todo y han acabado siendo Izquierda Unida), con quienes ya sabemos que a los pobres les va de reputísima madre. O podemos no ser mal pensados. Eso queda a elección de cada cual.