HEIST. 2001. 107´. Color.
Dirección: David Mamet; Guión: David Mamet; Dirección de fotografía: Robert Elswit; Montaje: Barbara Tulliver; Música: Theodore Shapiro; Diseño de producción: David Wasco; Dirección artística: Isabelle Guay (Supervisión); Producción: Art Linson, Elie Samaha y Andrew Stevens, para Art Linson Productions-Epsilon Motion Pictures-Franchise Pictures-Morgan Creek Entertainment-Stolen Film Productions (EE.UU.)
Intérpretes: Gene Hackman (Joe Moore); Danny DeVito (Mickey Bergman); Delroy Lindo (Bob Blane); Sam Rockwell (Jimmy Silk); Rebecca Pidgeon (Fran Moore); Ricky Jay (Pinky); Patty LuPone (Betty Croft); Jim Frangione, Elyzabeth Walling, Andreas Apergis .
Sinopsis: Joe Moore, un veterano ladrón, tiene un problema cuando Bergman , el perista para quien trabaja, se niega a darle su parte del atraco a una joyería hasta que él y su banda no roben un cargamento de oro llegado desde Suiza.
El último golpe supuso el reencuentro entre David Mamet y Art Linson, que en 1987 obtuvieron un rotundo éxito, con Los intocables de Elliot Ness, como guionista y productor, respectivamente. Esta vez, Mamet asumió la dirección y filmó una historia con ecos del cine negro de los años 50 que narra los atracos de una banda de ladrones de altos vuelos. La película tuvo una acogida más bien discreta, pero constituye un ejemplo del buen hacer de un guionista y director de mucho talento.
En muchos aspectos, El último golpe toma el testigo de La trama, ejercicio de estilo de Mamet, siempre interesado en aquellos que se mueven al otro lado de la ley, que a mi parecer fue su mejor película como director desde su ópera prima, Casa de juegos. Si en aquella ocasión el eje central era un complejo timo, aquí se trata de seguir los pasos de una veterana banda de atracadores que conoce todos los secretos de su oficio. La primera escena, que recrea el asalto a una joyería con estilo seco y ritmo trepidante, muestra el carácter metódico y la extrema eficacia de unos ladrones que cometen sus robos a la antigua usanza, priorizando la planificación inteligente sobre la precipitación y la violencia. Pero nadie es perfecto, y en el atraco la imagen de Joe Moore, líder de la banda, es captada por una de las cámaras de seguridad del local. Al margen de esa circunstancia, el atraco es un éxito, pero el mecenas del grupo, Bergman, que conoce el propósito de Moore de retirarse junto a su novia Fran, se muestra remiso a abonar el dinero que posibilitará tal circunstancia si antes la banda no accede a apoderarse de unos lingotes de oro suizo. Además, el perista impone la presencia en el grupo de su sobrino, Jimmy Silk, un individuo con más maneras de gángster que de atracador. A partir de ahí, la meticulosa concepción y ejecución del plan para hacerse con el oro se mezcla con el juego de lealtades y traiciones que se establece entre los antiguos miembros del grupo, y en especial entre éstos y Silk, presencia molesta que Moore desea evitar para hacerse con todo el oro y olvidarse de Bergman.
Mamet mezcla un drama noir de estructura clásica con su querencia por esas narraciones estilo rompecabezas en las que nada es lo que parece. Al final, es fácil para el espectador perderse en los sucesivos giros de guión, algunos de los cuales son mejor explicados que otros (la evolución final del personaje de Fran Moore sería un ejemplo de estos últimos), pero la historia engancha por su vibrante desarrollo, por la inteligencia de la propuesta y por los brillantes diálogos, en los que se aprecia la pasión de Mamet por las obras más memorables del cine negro. Este apego a los clásicos se transmite a su desempeño como director, marcado por la elegancia de los movimientos de cámara, el estilo sobrio, el buen manejo de la tensión y las nulas concesiones al efectismo, todas las cuales se quedan en el guión. Los atracos están filmados con las mismas energía y sapiencia de las que hacen gala los personajes que las cometen, y es de destacar la ausencia de escenas de transición: siempre suceden cosas, y hay que estar atento a ellas. En la música, Theodore Shapiro sigue las huellas que el maestro Morricone dejó en Los intocables: el resultado es solvente, pero no distinguido.
El potente plantel de actores lo encabeza uno de los auténticos purasangre de la interpretación: Gene Hackman, en una de sus últimas apariciones en el cine. El actor californiano da una lección magistral de cómo interpretar a un tipo que sabe mucho por viejo, y aún más por diablo, hasta el punto de que no llegan a escapársele ni las cosas que se le escapan. Danny DeVito ofrece un registro muy distinto a su habitual faceta de comediante, y lo cierto es que su nivel no llega al de Hackman, pero es alto. Destaco, una vez más, la notable calidad de la interpretación de Sam Rockwell, actor todoterreno que siempre da mucho juego. Delroy Lindo aporta carácter, y Ricky Jay, viejo cómplice de Mamet, solvencia. Donde más flojea la película en el capítulo interpretativo es en la presencia de Rebecca Pidgeon como femme fatale.
Notable película de atracos, rodada sin moderneces y haciendo gala de una precisión ausente de aparatosidad que uno echa en falta en multitud de thrillers contemporáneos. Le sobra algún giro, pero vale la pena.