HAEVNEN. 2010. 118´. Color.
Dirección: Susanne Bier; Guión: Anders Thomas Jensen, basado en una historia de Susanne Bier y Anders Thomas Jensen; Director de fotografía : Morten Soborg; Montaje: Pernille Bech Christensen y Morten Egholm; Diseño de producción: Peter Grant; Música: Johan Soderqvist; Dirección artística: Naia Barrenechea; Producción: Sisse Graum Jorgensen, para Zentropa Entertainments, Film i Vast, Film Fyn, Swedish Film Institute, Det Danske Filminstitut, Memfis Film, Nordisk Film & TV-Fond, Trollhattan Film AB (Dinamarca-Suecia-Noruega).
Intérpretes: Mikael Pernsbrandt (Anton); Tryne Dyrholm (Marianne); Ulrich Thomsen (Claus); William Johnk Juel Nielsen (Christian); Markus Rygaard (Elias); Kim Bodnia (Lars); Will Johnson (Najeeb); Simon Maagaard Holm (Sofus); Toke Lars Bjarke (Morten); Ondiege Matthew (Big Man); Elsebeth Steentoft, Camilla Gottlieb, Satu Mikkelinen, Birthe Neumann, Jesper Lohmann.
Sinopsis: Las vidas de dos familias en crisis se cruzan por la amistad entre sus hijos, compañeros de escuela.
En un mundo mejor fue la película que encumbró definitivamente a Susanne Bier, directora convertida desde hace tiempo en una de las figuras señeras del cine danés. Este profundo drama familiar, con ecos de los grandes nombres de la cinematografía escandinava, ganó el Óscar a la mejor película de habla no inglesa y propició el salto a Hollywood de Bier, que se ha traducido en productos menos distinguidos, a excepción de la sobresaliente miniserie El infiltrado.
A través del certero dibujo de un puñado de personajes, Susanne Bier y su guionista, Anders Thomas Jensen, trazan un retrato de valía universal sobre nuestro tiempo que se entiende mejor si conocemos la traducción exacta de su título: civilización. La película nos habla de la necesidad de ajustar nuestros comportamientos a la ética, pero sin caer en moralismos y haciendo hincapié en el difícil encaje de esa actitud ideal en un mundo hostil y violento. El modelo moral es Anton, un médico que trabaja en África ayudando a los más desfavorecidos, debiendo lidiar con las enfermedades habituales en el Tercer Mundo, pero también con los desmanes cometidos por un señor de la guerra apodado Big Man y los miembros de su milicia, que hieren a las embarazadas por pura diversión. Mucho más al norte, la vida familiar de Anton no es demasiado exitosa, pues está divorciado de Marianne, una profesional sanitaria, y el hijo de ambos, Elias, es víctima de acoso escolar. Ahí entra en escena Christian, un joven reservado e inteligente que arrastra las heridas que le ha causado la reciente muerte de su madre, enferma de cáncer. La manera de afrontar el trauma escogida por Christian es enfrentarse con el mundo, empezando por su propio padre, al que acusa de haberse rendido y de no hacer lo suficiente para que su esposa sobreviviera. En un principio, el muchacho encauza ese odio de un modo correcto, castigando a los matones que hacen la vida imposible a Elias en la escuela, pero cuando el padre de éste, de regreso a Dinamarca, es humillado y agredido por un mecánico en plena calle, Christian trama una venganza de imprevisibles consecuencias.
El film es brillante en muchos aspectos, pero su grandeza está en los detalles: la incomprensión que recibe Anton cuando accede a curar al señor de la guerra que tiene aterrorizados a sus otros pacientes, o al negarse a responder a la agresión que le inflige el mecánico rebajándose a su nivel; la denuncia de la actitud pusilánime de los responsables de centros educativos ante los casos de acoso escolar; el desplome de la fachada profesional de la sanitaria cuando quien llega gravemente herido al hospital es su propio hijo, o la manera de reflejar los estragos de la agonía del cáncer en los seres queridos de quien lo padece. Ahí, la película es soberbia, lo que la convierte, por momentos, en lacerante porque, también en el cine, la verdad es lo que más duele. Añado que Susanne Bier explica esa verdad haciendo gala de unos recursos estéticos notables: su película no es sólo una gran historia, sino que está narrada con sobriedad, un montaje inteligente y un acertado modo de expresar a nivel visual el contraste entre la salvaje belleza africana y esa Escandinavia próspera, pero infeliz. Hay planos virtuosos desde ese silo antiguo, que simboliza el abismo al que nos enfrentamos al dejarnos arrastrar por nuestros impulsos más puramente animales, y también primeros planos hábilmente sostenidos que muestran lo que ocurre en la mente de los personajes con tanta o mayor eficacia que los diálogos. Tal vez el final sea demasiado complaciente, pero en estos tiempos me abstendré de criticar a quien ofrece un resquicio a la esperanza sin recurrir al hippismo barato.
Hay que alabar el trabajo de un elenco en el que es difícil escoger a un intérprete que sobresalga por encima de los demás. Quizá el niño Markus Rygaard sea el eslabón menos sólido de la cadena, pero no deja de estar adecuado en su papel de víctima. Mikael Pernsbrandt tenía el secreto del éxito en lograr que su personaje transmitiera bondad y entereza moral sin parecer un ingenuo bobalicón, y lo clavó, lo mismo que esa excelente actriz que es Tryne Dyrholm. Ulrich Thomsen, quizá el miembro más conocido del reparto a nivel internacional, brinda una interpretación contenida y de gran calidad, y el joven William Johnk Juel Nielsen consigue no desentonar junto a compañeros tan ilustres en la piel de alguien que posee inteligencia y energía, pero no conocimiento del verdadero significado de la existencia.
Gran película sobre lo que deberíamos ser, lo que es en realidad el mundo y las dificultades de mantener en pie eso que llamamos civilización. Ojalá lleguemos a vivir en un mundo mejor, aunque he de decir que no lo veo.