THE HOUSE THAT JACK BUILT. 2018. 150´. Color.
Dirección : Lars Von Trier; Guión: Lars Von Trier, basado en un argumento de Jenle Hallund y Lars Von Trier; Director de fotografía: Manuel Alberto Claro; Montaje: Molly Marlene Stensgaard y Jacob Secher Schulsinger; Diseño de producción: Simone Grau; Música: Miscelánea. Piezas de J.S. Bach, David Bowie, Antonio Vivaldi, etc.; Dirección artística: Cecilie Hellner; Producción: Louise Vesth, Marianne Slot, Tine Grew Pfeiffer, Jonas Bagger, Lizette Jonjic, Madeleine Ekman y Bettina Brokemper, para Zentropa Entertainments-Film i Vast-Copenhagen Film Fund-Centre National du Cinéma et de l´Image-Nordisk Film & TV Fond-Film und Mediestiftung NRW (Dinamarca-Suecia-Francia-Alemania-).
Intérpretes: Matt Dillon (Jack); Bruno Ganz (Verge); Uma Thurman (Mujer 1); Siobhan Fallon Hogan (Mujer 2); Sofie Grabol (Mujer 3); Riley Keogh (Simple); Jeremy Davies (Al); Jack McKenzie, Ed Speelers, David Bailie, Mathias Hjelm, Ji Tae-Yoo, Emil Tholstrup, Marijana Jankovic, Carina Skenhede, Rocco Day, Cohen Day, Osy Ikhile, Robert G. Slade.
Sinopsis: Un asesino en serie con inquietudes artísticas explica algunos de sus crímenes a un interlocutor oculto.
Nueva película de Lars Von Trier, y nueva polémica. Esta vez, el director danés, propenso a navegar por terrenos pantanosos, retrató a un asesino en serie que comete sus crímenes en un lugar indeterminado de los Estados Unidos que huele mucho a Medio Oeste. La casa de Jack, que fue el título de la propuesta, generó adhesiones entusiastas y odios acérrimos, estos últimos más basados en criterios morales que cinematográficos, pues en esencia coinciden en considerar que el film es un repulsivo ejercicio de sadismo perpetrado por un demente. Quizá la sangre les impidió ver el sentido del conjunto, pero mi opinión es que Lars Von Trier ha hecho otra gran película.
Tratándose de Von Trier, nadie esperaría el típico thriller sobre asesinos en serie, subgénero explotado hasta el agotamiento en las últimas décadas en el cine y la televisión. Como obra claramente autorreferencial, La casa de Jack recoge el testigo del anterior film de su autor, Nymphomaniac, en dos aspectos fundamentales: el esquema narrativo, que adopta la forma de una confesión, y el afán por retorcer el género abordado hasta prácticamente reducirlo al absurdo. Nadie como Lars Von Trier para segar todo rastro de glamour en aquello que toca: lo hizo en el film precedente con la pornografía (Nymphomaniac esuna obra mucho más deprimente que excitante), y vuelve a hacerlo aquí con los films sobre asesinos en serie. Si hemos de buscar un referente estadounidense, citaría Henry: retrato de un asesino, aunque las diferencias entre este film y La casa de Jack sean notorias. Los une, eso sí, la cruda manera de exponer en pantalla unos crímenes sin sentido cometidos por un ser profundamente inmoral. Ocurre, sin embargo, que Von Trier utiliza esta cuestión para articular un discurso filosófico, y en última instancia, para centrarse en el gran tema de su filmografía, que no es otro que él mismo. Por aquello de cerrar la teoría antes planteada, creo que Hollywood lleva lustros glamourizando, si se me permite el palabro, a los asesinos en serie. Esa característica no la encuentro en la obra seminal del género, que es Psicosis, aunque sí aparece en cierta medida en la revisión depalmiana de ese título, Vestida para matar. Henry, que es cine independiente del de verdad, es un directo al estómago del espectador, pero con el éxito planetario de El silencio de los corderos y la consiguiente entronización de Hannibal Lecter como psicópata cool, el cine norteamericano se lanzó a crear asesinos con encanto, algunas veces de forma muy inspirada y otras, llevando el asunto hasta extremos ridículos. Y ahora llega Lars Von Trier, cuyo punto de vista sobre los Estados Unidos dista mucho de ser favorable, como sabe todo el que haya visto alguno de los films de la trilogía iniciada con Bailar en la oscuridad, a quitarle todo glamour a los asesinos en serie: los crímenes cometidos por Jack, además de carecer de todo sentido, se muestran en toda su crudeza, recurriéndose además el humor más negro que quepa imaginar. ¿Un moralista que ha leído con aprovechamiento al Marqués de Sade? Bien pudiera ser. No obstante, cuando, ya desde el mismo inicio de la película, conocemos las inquietudes artísticas y filosóficas del criminal, que constituyen el núcleo de su confesión, sabemos que, una vez más, Lars von Trier ha venido a hablar de su libro.
Formalmente, ese libro se estructura en cinco capítulos, que Jack denomina incidentes,y un epílogo. El protagonista, autor de varias decenas de asesinatos a sangre fría, escoge al azar cinco de sus crímenes más relevantes, y va explicándoselos a su confesor. Dos cosas a mencionar sobre esto: que la película va de menos a más, y que cada incidente esmejor que el anterior, y que, al margen de la egomanía marca de la casa, Von Trier introduce un elemento novedoso en su cine que aporta luz a un conjunto realmente negro y que no es otro que la humildad. Esos asesinatos repulsivos e indiscriminados, y esas digresiones sobre arte y filosofía adquieren un nuevo sentido si advertimos que Jack… es Lars Von Trier. ¿Y quién es Jack? Un monstruo, un ser incapaz de empatizar con los demás que se cree superior al resto de los mortales. Ingeniero de profesión, en verdad es un arquitecto frustrado, incapaz de construir su propia casa según sus deseos. En lo que sí ha tenido éxito es en el asesinato, aunque ese éxito, que exhibe orgulloso (en él hay una total ausencia de remordimientos), en el fondo no le satisface, como lo prueba el hecho de que se vuelva cada vez más descuidado, y que sólo la tremenda impericia de las fuerzas del orden (el sistema) impida su captura, que en secreto anhela. Su triunfo lo ha logrado sobre la negritud, gracias al mal (aunque las digresiones se utilizan también para hacer ver que, en ese terreno, director y personaje tampoco han inventado nada). Que en mitad de este discurso se muestren distintos fotogramas de las obras más representativas de Lars Von Trier explica a las claras cuál es el sentido último de esta película, mezcla de delirio egomaníaco y reconocimiento de culpabilidad. Que a partir del tercer incidente el film se decante de forma abierta por el terror (y alcance cotas muy elevadas en calidad), y que finalmente veamos el rostro del confesor (Virgilio, nada menos) y escuchemos cómo contradice cada vez con mayor énfasis a Jack ahonda en lo ya expresado. Creo que hay dos momentos en esta película para la historia del cine: en el primero, el asesino se une a su futura víctima en su petición de auxilio porque sabe que es irrelevante, y lo explica: “En esta puta ciudad, en este puto país, en este puto mundo, nadie quiere ayudar”. El segundo momento es el epílogo entero: Jack ha logrado por fin construir su casa, de la única manera en la que podía hacerlo; sin embargo, esa casa (¿la filmografía del autor?) es la Puerta del Hades. Según Mateo, no prevalecerá sobre la Iglesia; en mi opinión, la Iglesia es parte importante del Hades. Von Trier parece verlo como una senda de expiación, y que en los títulos de crédito finales suene la pieza musical que suena quizá signifique que se diga a sí mismo: “¿Quién quiere ver tus putas películas?” A mi juicio, el mayor problema son las sandeces que el hombre dice en público de vez en cuando, pero aquí estamos hablando de arte…
Y Lars Von Trier es un artista, con un estilo marcado. Hay un eficacísimo trabajo de montaje, que consigue que las distintas digresiones engarcen bien con la narración, una magnífica iluminación, abundancia de primeros planos, mucha cámara al hombro, ausencia de música salvo en momentos muy escogidos (vemos y escuchamos a un genio atormentado como Glenn Gould, pero aún más significativo es el repetido uso de la canción Fame, de David Bowie) y un crescendo también en lo visual que desemboca en una grandiosa evocación del infierno, que contrasta con el poco atractivo entorno real en el que se mueve Jack, donde se acredita que estamos ante un director dotado de verdadero talento. Se demuestra de nuevo que el Averno es un concepto muy inspirador para los artistas.
La elección de Matt Dillon para el papel protagonista me parece muy adecuada, porque su limitada expresividad casa muy bien con el personaje. Resultaría ridículo ver a un actor más histriónico fingir muecas ante el espejo en pos de aparentar una empatía de la que su rol carece, pero Dillon es lo bastante parco como para ser convincente en la piel de un psicópata, si bien tiene recursos suficientes como actor para no ser del todo inexpresivo. Bruno Ganz, cuyo rostro sólo vemos en el tramo final de la película (que en parte es tan bueno gracias a su presencia) es un confesor espléndido, y en general las víctimas de Jack (sus presas, para ser exactos) hacen un buen trabajo. Una Thurman, que ya sabe dónde se mete, está muy bien como víctima resabida, aunque su historia sea la más floja de todas. Siobhan Fallon Hogan sabe poner rostro a la sospecha y al miedo, Sophie Grabol representa el desvalimiento supremo, y Riley Keogh, a la mujer de nefasto criterio en la elección de parejas. Las tres hacen un trabajo notable, como también David Bailie en el papel de la víctima más irónica (le conoce, pero le cree un ladrón, no un asesino) de Jack.
Un último apunte: en parte, La casa de Jack también es un ejercicio de sadismo perpetrado por un demente, pero quienes la reducen a eso jamás deberían cobrar por hacer críticas de cine.