RACHEL AND THE STRANGER. 1948. 78´. B/N.
Dirección: Norman Foster; Guión: Waldo Salt, basado en el relato de Howard Fast Rachel; Director de fotografía: Maury Gertsman; Montaje: Les Millbrook; Música: Roy Webb; Dirección artística: Albert S. D´Agostino y Jack Okey; Producción: Richard H. Berger, para RKO-Radio Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Loretta Young (Rachel); William Holden (Big Davey); Robert Mitchum (Jim); Gary Gray (Davey); Tom Tully (Parson Jackson); Frank Ferguson (Mr. Green); Sara Haden, Walter Baldwin, Regina Wallace.
Sinopsis: Un granjero, que vive en una aislada parcela con su hijo, acaba de perder a su esposa y acude al pueblo más cercano para contratar a una mujer que se haga cargo de las tareas domésticas y la educación del niño.
Como director, Norman Foster fue un artesano aplicado, que no firmó ninguna obra maestra, pero sí un puñado de películas estimables, como Vuelve a amanecer, también conocida como Rachel y el forastero, un western que significó el retorno profesional de Foster a su país natal tras su periplo mexicano. El film pasó muy desapercibido en su estreno, pero tuvo una nueva vida en la gran pantalla aprovechando la creciente fama de sus protagonistas, siendo reestrenado en 1954 con un cuarto de hora menos de metraje y mejor tratamiento por parte de la crítica, que lo consideró, con razón, un meritorio western de serie B. La versión de 1954 es la que aquí se reseña.
La película enfrenta, en cuanto a sus protagonistas masculinos, dos de las formas de vida más típicas del Oeste: la del hombre errante, aquí representado por Jim, un cazador que viaja sin parar por tierras salvajes acompañado de su escopeta y su guitarra, y la del esforzado granjero, que responde al nombre de Big Davey. El film se inicia con una de las periódicas visitas de Jim al rancho de su amigo. Ocurre, sin embargo, que este encuentro es especial, pues es el primero entre ambos después de que Big Davey haya sufrido la trágica pérdida de su esposa, una mujer llena de virtudes a la que Jim también pretendió. Además del mazazo anímico, el reciente viudo se enfrenta a la imposibilidad de trabajar sus tierras, atender las labores propias del hogar y educar a su único hijo como corresponde. Por ello, acude al pueblo con la intención de contratar a una mujer que cuide de su casa y de su vástago. Allí es informado de que hay una joven, de nombre Rachel, relegada a la condición de sierva a causa de las deudas contraídas por su familia, que reúne los requisitos que busca Big Davey. El granjero la compra, literalmente, pero, sabedor de la improcedencia de meter a una extraña en su casa, por motivos religiosos y morales, contrae matrimonio con ella. El enlace no es más que un parapeto moral, porque ni Big Davey ni su hijo tienen intención de que la recién llegada ejerza de esposa y madre. Rachel asume esa continuidad de su estatus de sierva intentando, sin demasiado éxito, hacerse valer frente a un adulto y un niño que la tratan con parecido respeto y consideración que el que tienen por los animales de la granja. La situación cambia al regresar Jim al rancho, pues el forastero sí será consciente desde el primer momento del valor de esa mujer.
Vuelve a amanecer se beneficia de contar con dos personas muy diestras en el noble arte de juntar letras, el novelista Howard Fast, autor del relato que sirve de base literaria a la obra, y un por entonces semidesconocido guionista que ya había dejado algunas muestras de su calidad, Waldo Salt. Ambos crean un drama triangular lleno de vigor, en el que los muy limitados medios no son obstáculo para trazar una historia más compleja de lo que aparenta, ambientada en unos parajes apenas habitados y con la amenaza de los indios siempre presente, en la que dos hombres se enfrentan por una mujer que no se limita a ser un trofeo, sino que muestra decisión y carácter cuando es necesario. He de decir que el tono de ese triángulo se aparta del habitual en el cine negro, y también en otros westerns más viscerales, decantándose por lo liviano: incluso la pelea entre los dos hombres es más cómica que otra cosa. Foster filma con rigor, y en las escenas de acción, como la mencionada pelea o el ataque indio, con nervio, aunque la inspiración está más en el libreto que en un envoltorio técnico correcto, pero no distinguido. Es la parte literaria la que hace subir el listón de la película con respecto a otros muchos westerns de serie B, sin que ello signifique que el trabajo del director y de su equipo de colaboradores no sea impoluto.
Otro de los factores que marcan la diferencia es la calidad y el carisma del trío protagonista, con dos estrellas masculinas al alza y una femenina que ya había vivido sus mayores épocas de gloria en el celuloide, pero que todavía era capaz de brindar notables interpretaciones. En efecto, Loretta Young es una de las grandes bazas de la película, pues construye un personaje que se gana el respeto de quienes le rodean, y también de los espectadores, con convicción y sin aspavientos. William Holden, cerca de convertirse en una estrella, está perfecto en el rol de granjero honrado y tozudo, y qué decir de un Robert Mitchum que, además de demostrar su buen nivel como vocalista, derrocha presencia en pantalla. Ni siquiera el niño Gary Gray está demasiado repelente.
Lo dicho, un western modesto en apariencia, pero notable en calidad, que se disfruta durante todo su metraje y saca mucho partido de su inspirado guión y de su excelente trío protagonista.