DEN SKYLDIGE. 2018. 85´. Color.
Dirección: Gustav Möller; Guión: Emil Nygaard Albertsen y Gustav Möller; Director de fotografía: Jasper J. Spanning; Montaje: Carla Luffe; Diseño de producción: Gustav Pontoppidan; Música: Carl Coleman y Caspar Hesselager; Producción: Lina Flint, para Nordisk Film-SPRING (Dinamarca).
Intérpretes: Jakob Cedergren (Asger Holm); Jessica Dinnage (Voz de Iben); Omar Shargawi (Voz de Rashid); Johan Olsen (Voz de Michael Berg); Jacob Hauberg Lohmann (Voz de Bo); Laura Bro (Voz de la periodista); Katinka Evers-Jahnssen (Voz de Mathilde); Jeanette Lindbaek, Simon Bennebjerg, Morten Suurballe, Morten Thunbo, Maria Gersby Cissé.
Sinopsis: Un policía, destinado al servicio de emergencias mientras afronta un proceso de cuya sentencia depende que pueda volver a patrullar las calles, recibe la llamada de una mujer que ha sido secuestrada.
Uno de los debuts en la dirección de largometrajes más impactantes de los tiempos recientes ha sido, sin duda, el del sueco Gustav Möller, que con The guilty dio un nuevo y poderoso testimonio del gran momento del cine escandinavo. Esta producción danesa se llevó el premio del público en el festival de Sundance y, a partir de ahí, conquistó a la crítica y las audiencias internacionales con mucho ingenio y pocos medios.
The guilty es un thriller que se desarrolla íntegramente en la sala de control del servicio telefónico de emergencias de Copenhague, lo que otorga a la película ese carácter opresivo que es una de sus señas de identidad. En ese lugar trabaja Asger Holm, un adusto policía relegado a esas tareas mientras se le juzga por un grave incidente en el que se vio envuelto mientras patrullaba. La noche anterior a la vista, Asger se dispone a cumplir su jornada con la displicencia propia de quien considera que está realizando un trabajo que le queda muy pequeño. Al principio, todas las comunicaciones que recibe se enmarcan dentro de lo rutinario, pero de pronto recibe la llamada de una angustiada mujer que ha sido sacada de su casa a la fuerza por su ex-marido, y se ha visto por tanto forzada a dejar solos en casa a los dos hijos pequeños de la pareja. Ahí, el olfato de policía de Asger despierta del sopor cotidiano y le conmina a volcar todas sus energías en la resolución del secuestro, algo que debe hacer no de la forma que conoce, consistente en perseguir a los agresores hasta darles caza, sino desde las cuatro paredes de la sala de control y con un teléfono y un ordenador como únicas herramientas para resolver el caso. Un caso que, como es de suponer, será mucho más complejo de lo que aparenta.
No mienten del todo quienes afirman que el guión de The guilty parte de una premisa tramposa, pero he de decir que, si hacemos abstracción de eso, el libreto es de gran nivel. Su fuerza radica en saber poner siempre de manifiesto el carácter del policía, así como los distintos estados de ánimo por los que atraviesa durante su peculiar investigación, y al tiempo en conseguir que el espectador se estremezca con todo aquello que jamás va a ver, porque el punto de vista será siempre el de Asger Holm. Lo que ocurre fuera de la sala de control lo tenemos que imaginar, al igual que el protagonista, aunque este ejerce como agente dinamizador del conflicto (ahí están sus continuas llamadas a los servicios de emergencia, a sus antiguos compañeros, entre ellos a quien debe testificar a su favor en el inminente juicio, y a los distintos actores del secuestro) y el público sólo puede lidiar con la creciente tensión del relato. Queda claro, pues, que hablamos de una película en la que lo que no vemos es importantísimo, pero Gustav Möller se encarga de que no subestimemos la relevancia de lo que sí podemos ver: a un policía culpable de soberbia a quien esa llamada le coge en mitad de una enorme crisis personal que también iremos conociendo a medida que avanza la narración. Es en la manera de enlazar lo visible y lo invisible donde The guilty alcanza lo magistral. Asger es arrogante, tenaz y resolutivo, pero también está quemado y lleno de prejuicios, aspectos ambos que marcarán su labor investigadora hasta convertirla en un doloroso autorretrato, servido por el director con un estilo que se compone casi en exclusiva de planos cortos, en el que los tensos silencios son parte importante en la narración y los movimientos de cámara, casi inexistentes. Quienes sean poco conocedores del cine nórdico es posible que encuentren fría la puesta en escena, pero creo que ese estilo contribuye mucho mejor a generar tensión que otro más enfático en la búsqueda del impacto. En una historia de este tipo, el minimalismo es casi una obligación, y Möller asume este principio con excelentes resultados.
Confieso que no conocía el trabajo de Jakob Cedergren, y por lo tanto su manera de sostener él solito la película me ha sorprendido gratamente. Con semblante grave y parquedad gestual, Cedergren se impone como un actor enérgico, a la par que rico en matices, y esa es la principal ayuda para que el director consiga mostrar que es la toma de conciencia de Asger Holm la verdadera clave de la película, que puede decirse que en fondo es una caída del caballo en toda regla. Los actores cuyos rostros no llegamos a ver se muestran muy convincentes, en especial una actriz primeriza como Jessica Dinnage, que demuestra tener muy claro cómo trabajar con la voz y por eso se sitúa a la misma altura que un actor consagrado como Jacob Lohmann. Johan Olsen y la niña Katinka Evers-Jahnsen también rayan a buen nivel dentro de una película que también nos revela a un buen director de actores.
Espléndido thriller, sin duda una de las últimas joyas de un cine europeo que cuando se olvida de imitar sin gracia lo que triunfa al otro lado del Atlántico sigue dando muchas satisfacciones a la cinefilia.