NOSTROMO: EL SUEÑO IMPOSIBLE DE DAVID LEAN. 2017. 90´. Color.
Dirección: Pedro González Bermúdez; Guión: Pedro González Bermúdez y Juan Zavala, según una idea de Javier Morales; Dirección de fotografía: David Meléndez; Montaje: Pedro González Bermúdez; Música: Guillermo Farré; Producción: Pedro González Bermúdez, para Turner Broadcasting System (España).
Intérpretes: Sandra Lean, Christopher Hampton, Georges Corraface, Anthony Reeves, Joyce Gallie, Hugh Hudson, Benjamín Fernández, Robert Hampson.
Sinopsis: Cronología de la adaptación al cine de Nostromo, último proyecto cinematográfico de David Lean, que no llegó a realizarse.
La historia del cine es, también, la de aquellas películas que, por una u otra razón, jamás llegaron a realizarse. Pedro González Bermúdez, que ya atesora una trayectoria consolidada como documentalista, se centró en una malograda obra de uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos, el británico David Lean, dando lugar a un apasionante ejercicio metacinematográfico que ha sido muy bien recibido por la cinefilia, siempre ávida por hallar tesoros escondidos.
Pasaje a la India significó el retorno triunfal de Lean después del daño causado por la mala recepción crítica de su anterior film, La hija de Ryan. Esto hizo que el director londinense, que ya superaba los 75 años de edad, recuperara el entusiasmo por hacer películas, aunque albergaba serias dudas acerca de cuál debería ser su siguiente proyecto. Tras rechazar ponerse al mando de la adaptación cinematográfica de El imperio del sol, que acabó rodando Steven Spielberg, sugerencias ajenas llevaron a Lean hasta Nostromo, alabada novela de Joseph Conrad que jamás había sido llevada a la gran pantalla. El propio Spielberg, admirador confeso de Lean, ejercería como productor, con el respaldo de una de las majors de Hollywood, Warner Bros. Aquí comienza una historia sufrida por infinidad de creadores a lo largo del tiempo, de la que David Lean, pese a su impresionante trayectoria, tampoco se libró. Entusiasta de Las amistades peligrosas desde que la vio representada en el teatro, Lean pidió a su autor, Christopher Hampton, que escribiera el guión de Nostromo, El director quedó satisfecho con la primera versión del libreto, pero el poco entusiasmo de Spielberg con lo escrito disgustó al realizador de Breve encuentro, que vio poco después cómo la incertidumbre ante las posibilidades de rentabilizar el elevado presupuesto hizo que Warner Bros. retirara su apoyo económico al proyecto. Entró en escena Serge Silberman, que había producido grandes películas, y otra de las poderosas corporaciones hollywoodienses, Columbia Tri Star, se sumó al empeño, pero las tensiones fueron enormes, pues la película que David Lean, que siempre tuvo un trato difícil con los productores, tenía en mente no era del agrado de los socios capitalistas en aspectos tan fundamentales como la elección del intérprete que debía encarnar al personaje que daba título a la novela. Lean quería a Georges Corraface, encantado con las pruebas de cámara del actor, pero el parisino era un completo desconocido y los del dinero preferían a una estrella norteamericana para el papel. La maldición se completó con el abandono de Hampton, al que Lean, molesto a causa de que el dramaturgo pretendía aparcar temporalmente su participación en el proyecto para centrarse en la escritura del guión cinematográfico de la obra que le hizo célebre, sustituyó por su guionista de confianza, Robert Bolt, quien arrastraba las secuelas de un serio incidente cerebrovascular. Por último, fue el propio Lean quien enfermó de gravedad, y su Nostromo se fue definitivamente al traste.
Hay que decir que el título de la película es un tanto exagerado, por cuanto Nostromo no fue un proyecto acariciado durante décadas que no llegó a ver la luz, como podría ser Il viaggio de G. Mastorna en el caso de Federico Fellini, sino una de esas películas frustradas que Orson Welles coleccionó a lo largo de su carrera. Dicho esto, González Bermúdez hace un magnífico trabajo en cuanto a mostrar la gran película que pudo ser, y que los cinéfilos nos perdimos para siempre. Intercalando privilegiados testimonios, de entre los que cabe destacar los de la sexta y última esposa del director, Sandra Lean, Christopher Hampton y Georges Corraface, con animaciones tomadas del storyboard de la película y pasajes extraídos de la propia novela, el documentalista hace un gran homenaje a ese editor genial que fue David Lean ofreciendo un trabajo muy logrado en cuanto al montaje, ágil en su desarrollo y del todo adecuado para su propósito divulgativo. Hablamos de un film de mucha calidad y lleno de amor al cine, que es preciso recomendar a todo interesado en este arte y que refleja la dificultad, pero también la magia, de uno de los mejores oficios del mundo, el de cineasta.