THREE IDENTICAL STRANGERS. 2018. 96´. Color.
Dirección: Tim Wardle; Guión: Grace Hughes-Hallett; Dirección de fotografía: Tim Cragg; Montaje: Michael Harte; Música: Paul Sanderson; Producción: Becky Read, Grace Hughes-Hallett y Tara Elwood, para RAW-CNN Films-Channel 4 (Reino Unido).
Intérpretes: Robert Shafran, David Kellman, Eddy Galland, Michael Domnitz, Howard Schneider, Ellen Cervone, Alan Luchs, Hedy Page, Alice Shafran, Elliott Galland, Richard Kellman, Mort Shafran, Ilene Shafran, Lawrence Wright, Brenda Galland, Janet Kellman, Natasha Josefowitz, Lawrence Perlman.
Sinopsis: En los alrededores de Nueva York, al principio de los años 80, tres jóvenes criados por distintas familias descubren que son físicamente idénticos.
El trabajo más impactante, hasta la fecha, del director y productor de documentales Tim Wardle, es Tres idénticos desconocidos, uno de esos films cuya historia deja al espectador entre la incredulidad y el asombro. Por ello, esta obra de no-ficción (hay que subrayar este punto, porque hay muchos aspectos en la película que a uno le cuesta creer, e incluso varios que preferiría no creerse) ha gozado de una notable, y muy merecida, carrera internacional, coronada con varios premios y nominaciones de prestigio.
¿Qué pensaría cualquiera de nosotros (cualquiera con capacidad para discurrir por sí mismo, se entiende) si, en su primer día en la universidad, numerosos alumnos le saludaran y se dirigieran a él como si no fuese para ellos el completo desconocido que debería ser? Fliparía en colores, previsiblemente, hasta que alguien le llamara por un nombre que no es el suyo, momento en el cual el muchacho (llamémosle Robert Shafran) empezaría a sospechar. ¿Una gran broma? No: un ex -alumno cuya semejanza física con él es asombrosa. Puestos en contacto, los dos jóvenes, hijos adoptados de dos familias judías del entorno de Nueva York, no sólo descubren que son mellizos separados al nacer, sino también que existe un tercer hermano en la zona, a quien pronto llegan a conocer. Los padres de los muchachos, pertenecientes a distintas clases sociales, empiezan a hacerse preguntas tras el singular descubrimiento, pero a los muchachos eso les da igual, porque disfrutan con el hallazgo de dos hermanos clavaditos a ellos y se convierten en un fenómeno mediático a nivel nacional, con frecuentes apariciones en televisión. Los trillizos disfrutaron a tope de una metrópolis en ebullición en una época, la inmediatamente anterior al SIDA, que todavía suscita poderosos recuerdos entre quienes la disfrutaron siendo jóvenes y con posibles. Los hermanos presentaban también rasgos comunes de personalidad: tenían temperamentos conflictivos, habían practicado la lucha libre en sus años de instituto, fumaban la misma marca de tabaco y se sentían atraídos sexualmente por mujeres de edad superior a la suya. Todo esto no hizo sino incrementar la burbuja mediática construida alrededor de los trillizos, pero su historia escondía un secreto que fue haciéndose más doloroso a medida que sobre él fue posándose la luz.
Tim Wardle estructura su película como si fuese un thriller, aportando diferentes giros argumentales, dosificando la información suministrada al espectador y revelando de forma progresiva la cara oculta del feliz descubrimiento. Hay un defecto claro, que es el abuso de escenas recreadas, y un montón de virtudes, de entre las que destaco el magistral sentido del ritmo que hay detrás de una narración que, por la propia potencia de la historia y la manera en la que Wardle la cuenta, se ve sin pestañear. Quienes consideran que el director manipula en exceso a la audiencia por su forma de revelar cómo la edad adulta hace aflorar las diferencias entre los trillizos mientras avanza la investigación sobre su origen, quizá olvidan que, muchas veces, el buen cine es levitar sobre la realidad siendo manipulado por el conductor de la historia. No hay que olvidar que, más allá de estas consideraciones, lo que se cuenta es una verdad casi increíble de puro compleja, dolorosa y universal (quien no se haya preguntado muchas veces cuánto hay de genético y cuánto de educación e influencia del medio en su temperamento me parece un homo no demasiado sapiens), que coloca ante nuestros ojos a unas personas cualquiera, convertidas en excepcionales sin que ellas pudieran hacer nada al respecto. En el aire quedan los interrogantes sobre otra cuestión universal, la de los límites éticos de la ciencia. Tres idénticos desconocidos no plantea estos asuntos en abstracto, sino poniendo al espectador ante quienes vivieron unos sucesos fuera de lo común, disfrutaron durante algún tiempo de sus consecuencias, y las padecieron durante un período mucho más largo. Cuesta trabajo no identificarse con unos personajes superados por unas circunstancias tejidas por unas mentes que se situaban a sí mismas por encima del bien y del mal, como cuesta no aplaudir lo hecho en la sala de montaje, bastión de toda buena película, y de esta en particular.
Una auténtica joya, este apasionante documental que merece el unánime beneplácito crítico obtenido y que hay que recomendar no sólo a los cinéfilos, sino a todo ser humano con criterio. Bueno, los que creen tenerlo también valen, todo sea por la cultura.