YING XIONG. 2002. 98´. Color.
Dirección: Zhang Yimou; Guión: Wang Bin, Li Feng y Zhang Yimou; Director de fotografía: Christopher Doyle; Montaje: Angie Lam, Zhai Ru y Vincent Lee; Música: Tan Dun; Diseño de producción: Yi Zhenzhou y Huo Tingxiao; Dirección artística: Qi Liu Yong, Han Zhong y Bo Qin Hong (Supervisión); Producción: Bill Kong y Zhang Yimou, para Beijing New Picture Film Co.-Elite Group Enterprises-Zhang Yimou Studio- Sil Metropole Organisation (China).
Intérpretes: Jet Li (Sin Nombre); Tony Leung Chiu-Wai (Espada Rota); Maggie Cheung Man-Yuk (Nieve Voladora); Zhang Ziyi (Luna); Chen Dao Ming (Rey); Donnie Yen (Cielo); Liu Zhong Yuan, Zhen Tian Yong, Yan Qin, Chang Xiao Yang, Zhang Ya Kun, Ma Wen Hua, Jin Ming.
Sinopsis: Un guerrero acude a visitar al monarca que pretende unificar bajo su mando los siete reinos de China después de haber neutralizado a tres asesinos que pretendían atentar contra la vida del rey.
El éxito mundial de Tigre y dragón caló en las altas instancias del gobierno chino, que de inmediato pusieron a trabajar a la industria cinematográfica del país para producir una obra que pudiera dar réplica al bombazo de Ang Lee. El elegido para dirigir la película fue el cineasta chino más prestigioso a nivel internacional, Zhang Yimou, para quien el film supuso un punto y aparte en una trayectoria marcada hasta entonces por los dramas intimistas de época. Yimou, que en varias de sus obras anteriores había tenido problemas con la censura oficial, asumió el encargo y creó un largometraje que en poco desmerece a su referente, pionero en llevar el cine de artes marciales más lejos que nunca, pero que no logró alcanzar su misma repercusión.
Por ser claros, Hero iguala en todo a Tigre y dragón, excepto en aquello en lo que jamás podría igualarla: la fecha de estreno. No es un detalle menor, porque mucho es el mérito de ofrecer al público una película de gran calidad, como hace Zhang Yimou en esta superproducción, pero jamás podrá equipararse con el de quien entrega a la audiencia algo que nuca antes había visto, como hizo Ang Lee. Aclarada esta cuestión, que sirve también para definir de mejor manera el valor de mucho cine contemporáneo respecto al clásico, regreso al film que nos ocupa, basado en uno de los episodios más célebres de la historia antigua china, cual es la postrera etapa del período de los Reinos Combatientes. El monarca de Qin pretendía gobernar toda China, algo a lo que se oponían los mandamases de los otros seis reinos existentes en el país. Para algunos de ellos, la manera de terminar con ese conflicto permanente era asesinar al líder de las fuerzas que comprometían su independencia, y con esa misión enviaron a sus mejores guerreros. Hero se inicia con la comparecencia en el palacio Qin de un espadachín que dice haber eliminado a las tres mayores amenazas para la vida del monarca, quien desea conocer todos los detalles de una historia que, en realidad, es muy distinta a la narrada en primera instancia por el forastero.
Zhang Yimou puede presumir de haber hecho una película visualmente prodigiosa, que convierte lo monocromático en un brillante elemento narrativo y brinda unas excelentes escenas de acción y un trabajo de dirección que es todo un ejercicio de virtuosismo. El guión no es lo mejor de Hero, y es preciso dejar claro que Yimou presenta un trabajo que entra mucho más por la vista que por el cerebro, pero esto no significa que se caiga en la tentación de facturar un producto en el que la narrativa no sea más que una necesidad molesta que se puede solventar con cuatro chorradas y algún intento de frase lapidaria, defecto común en el cine de acción moderno. Aquí, las relaciones entre los personajes principales poseen complejidad, un punto artificiosa si se quiere (lo son mucho más las escenas de lucha, a pesar de lo cual se disfrutan enormemente), pero es innegable que las variaciones de la historia, definidas en pantalla por el dominio de un color distinto, impiden que la película, que además posee la virtud de la concisión, provoque sopor cuando no se lucha en pantalla. No sólo del producto a replicar vive el hombre, y Yimou, con sabiduría, acude a sus fuentes, que no son otras que el western y las películas de samurais de Akira Kurosawa. Al margen del homenaje directo que supone el hecho de que el principal protagonista no tenga nombre, la composición visual de los duelos a espada debe mucho a Sergio Leone, quien a su vez estudió mucho y bien al maestro japonés, cuya huella es diáfana cuando contemplamos a los ejércitos cabalgando a través de la llanura. Parte del mérito de la belleza de esos planos cabe atribuirlo a Christopher Doyle, un cameraman australiano que ha construido gran part de su carrera en el Extremo Oriente y que aquí lleva a cabo uno de sus mejores trabajos en la gran pantalla. Los lujosos decorados dan también testimonio de que no se han escatimado medios en la producción del film, que cuenta también con una acertada banda sonora, heredera de una milenaria tradición musical, del compositor Tan Dun. Hay que decir, eso sí, que el film es muy oficial en cuanto a su lectura política, que un servidor no puede dejar de compartir, aunque sea con un cierto grado de tristeza: mejor un imperio autoritario, que siete intentos de ello peleándose entre sí.
Al frente del reparto encontramos a Jet Li, intérprete especializado en el cine de acción, género en el que su destreza física y su escasa expresividad vienen que ni pintados. Li cumple como réplica oriental al personaje interpretado por Clint Eastwood en la trilogía del dólar, pero son mejores las actuaciones de Tony Leung Chiu-Wai, actor bastante conocido por la cinefilia occidental, de la hoy retirada Maggie Cheung y de Zhang Ziyi, cuya escasa filmografía hasta la fecha incluía una primera colaboración con Yimou y un importante papel en … Tigre y dragón. También es muy correcta la labor de Chen Dao Ming en el rol del monarca Qin.
Joya visual y muy lograda pieza de entretenimiento, esta primera incursión de Zhang Yimou en el cine de artes marciales. Dadas las limitaciones de su planteamiento, creo que la película es todo lo buena que podía ser, y este hecho es imputable al director.