FORD V FERRARI. 2019. 152´. Color.
Dirección: James Mangold; Guión: Jezz Butterworth, John Henry Butterworth y Jason Keller; Dirección de fotografía: Phedon Papamichael; Montaje: Michael McCusker, Andrew Buckland y Dirk Westervelt; Música: Buck Sanders y Marco Beltrami; Dirección artistica: Maya Shimoguchi (Supervisión); Diseño de producción: François Audoy; Producción: Jenno Topping, James Mangold y Peter Chernin, para TSG Entertainment- Chernin Entertainment-Turnpike Films-20th Century Fox (EE.UU.).
Intérpretes: Matt Damon (Carroll Shelby); Christian Bale (Ken Miles); Jon Bernthal (Lee Iacocca); Caitriona Balfe (Mollie Miles); Josh Lucas (Leo Beebe); Noah Jupe (Peter Miles); Tracy Letts (Henry Ford II); Remo Girone (Enzo Ferrari); Ray McKinnon (Phil Remington); JJ Feild (Roy Lunn); Jack McMullen, Corrado Invernizzi, Joe Williamson, Ian Harding, Christopher Darga, Shawn Law, Emil Beheshti, Darrin Prescott, Alex Gurney, Ben Rigby.
Sinopsis: A mediados de los 60, la corporación automovilística más poderosa de Norteamérica decide encargar a Carroll Shelby, un famoso ex-piloto, la creación de un equipo que termine con el dominio de Ferrari en la carrera de resistencia más prestigiosa del mundo, las 24 horas de Le Mans.
Director que goza de una posición bastante sólida en la industria de Hollywood, James Mangold logró uno de los hitos de su carrera con Le Mans´66, drama automovilístico que recrea una de esas historias con aura mítica en el mundo del motor, la del hombre que, después de haber sido el primer piloto estadounidense en ganar las 24 horas de Le Mans, lideró el proyecto que consiguió idéntico éxito con un vehículo fabricado en Norteamérica. Muchas fueron las alabanzas vertidas sobre la película, que además obtuvo el reconocimiento del público y contribuyó, como en su momento hizo Rush, a resucitar el interés por las leyendas de las carreras de velocidad. Muchas, y muy justificadas.
El principal acierto de Mangold fue aunar espectáculo y contenido: Le Mans´ 66 contagia al espectador la pasión por las carreras de una época en la que hablar de medidas de seguridad casi provocaba carcajadas entre los pìoneros de la velocidad sobre cuatro ruedas, pero se cuida mucho de conformarse con suministrar pirotecnia vacía de contenido y da forma a una historia que es, sobre todo, la de la amistad entre dos hombres, un piloto y mecánico excepcional pero de carácter difícil y un conductor de éxito que supo trasladar su experiencia al otro lado del paddock, y de la lucha de ambos para superar los obstáculos que se interponían entre ellos y su sueño, que no era otro que triunfar en Le Mans. Los referentes más claros para Mangold y los guionistas de la película los encontramos en films rodados en la época en la que sitúan su propia obra, como Grand Prix y, por supuesto, Le Mans, protagonizada por ese loco de las carreras que fue Steve McQueen. Al contrario que Rush, la otra gran producción automovilística de esta época, la cinta de Mangold no recrea la rivalidad, teñida de mutua admiración, entre dos corredores, sino que nos habla de cómo unos pocos hombres hicieron, desde los despachos, el taller y el volante de un vehículo, respectivamente, algo impensable en tiempo récord. Es evidente que hay diferencias entre lo que se narra en la película y los hechos reales en que se basa, pero no estamos viendo un documental y no falla lo más importante, que es la verosimilitud. Todo partió, de acuerdo a lo que se nos explica, de un joven ejecutivo que, en parte por convicción y en parte movido por un legítimo interés en no perder su empleo, convenció al nieto y heredero de Henry Ford de que su muy utilitaria empresa debía empezar a ser glamourosa para llamar la atención de la juventud, y de que ese prestigio debía llegar a través de las victorias en el automovilismo de competición. Obtenido el flujo de dólares, el encargado de organizar la escudería fue Carroll Shelby, un antiguo ganador en Le Mans que tuvo que abandonar las carreras por problemas de salud, y su hombre de confianza en la pista no podía ser otro que Ken Miles, un británico residente en California con unas excepcionales manos para conducir vehículos, un profundo conocimiento de la mecánica y una inexistente capacidad para la diplomacia. El carácter de Miles, y también, en menor medida, su veteranía, causaron un sinfín de intromisiones de los altos ejecutivos de la corporación en un proyecto que tenía el muy ambicioso objetivo de arrebatar a Ferrari el dominio en las pruebas de resistencia. Quizá por ello, la familia Ford no mostró excesivo entusiasmo con la forma en que la compañía y su entonces máximo dirigente fueron retratados en la película. En verdad, del contraste entre los perfiles de Henry Ford II y Enzo Ferrari, Il Commendatore, resulta una apabullante diferencia en favor del segundo. No sé si Mangold y sus guionistas lo pretendían, pero creo que puede establecerse un paralelismo entre la industria automovilística estadounidense, tal y como es presentada en la película, y la propia Meca del cine, distinguiéndose claramente entre quienes poseen el talento y la pasión (que, en Le Mans 66, son Carroll Shelby, Ken Miles, la familia del piloto y los empleados de la escudería), por un lado, y los tipos de los trajes caros que siempre tienen algo que decir, cuando no que imponer, sobre aquello que desconocen. Bien jugado, James.
Técnicamente, la película roza en diversos momentos la perfección, por la forma de mostrar desde dentro unas carreras en las que el riesgo para los pilotos era extremo, y por su fabuloso montaje, que hace que las dos horas y media de duración pasen casi tan deprisa como un bólido lanzado en pos de la bandera de cuadros. Mangold dirige con pulso firme, y consigue que las escenas en las que la protagonista no es la velocidad tengan interés; de hecho, dos de mis momentos favoritos son entrevistas cara a cara: la de los ejecutivos de la Ford con Il Commendatore, y aquella en la que Shelby convence al patrón de que el primer fracaso en Le Mans no había sido tal. Las escenas que comparten fuera de los circuitos los dos protagonistas, así como las que describen la vida familiar de Ken Miles, son más típicas, y en algunas de ellas la película sufre puntuales descensos en la intensidad, pero ayudan a entender mejor la psicología de los personajes y obedecen a un loable interés por que el guión no sea hueco.
El reparto incluye a dos grandes estrellas, y a un puñado de buenos actores mucho menos conocidos. Una vez más, destaca por su excelencia Christian Bale, lleno de convicción a la hora de dar vida a un inglés tan genial como testarudo. Matt Damon le da la réplica con su mejor interpretación en varios años, y lo cierto es que ambos llevan el peso de la película dejando muestras de mucho talento. Tracy Letts es también un muy buen actor, y vuelve a acreditarlo aquí en la piel de un magnate en el fondo acomplejado y pusilánime. Caitriona Balfe lidia con un rol más tópico, pero demuestra buen hacer, mientras que Josh Lucas supera con nota el desafío de interpretar al villano de la película, Remo Girone da vida a un Enzo Ferrari que hace honor a su sobrenombre, y Jon Bernthal continúa ascendiendo escalones en su carrera.
Espectacular, y certera en la teoría de que los principales obstáculos para la vigencia del sueño americano están dentro de las fronteras del país, Le Mans´66 es un film que, por su temática y su calidad, nos remite a otros tiempos, pero que a la vez aprovecha las posibilidades de la tecnología actual para brindar a la audiencia una obra vibrante. De lo mejor de James Mangold, sin duda alguna.