THREE. 2005. 93´. Color.
Dirección: Stewart Ratliff; Guión: Stewart Ratliff; Dirección de fotografía: Tony Imi; Montaje: Nick Rotundo; Música: Richard A. Harvey; Diseño de producción: Jon Bunker; Dirección artística: Keith Slote; Producción: Michael Dounaev, Albert Martínez Martín, Robert Velo, Jimmy De Brabant y Heinz Thym, para Thema Productions-T Films-Future Films (EE.UU.-Reino Unido-Luxemburgo).
Intérpretes: Billy Zane (Jack); Kelly Brook (Jenny); Juan Pablo Di Pace (Manuel); María Victoria Di Pace, Todd Collins, Gabrielle Jourdan, Gary Brockette.
Sinopsis: El incendio de un yate en alta mar provoca que un empresario, su joven esposa y un miembro de la tripulación queden atrapados en una isla desierta.
A tenor de la opinión de los expertos, confirmada por alguna lejana experiencia propia, la filmografía como director del británico Stewart Raffill oscila entre lo pasable y el bodrio infame. Tres, que fue el segundo largometraje estrenado por este longevo cineasta en el presente siglo, es un drama triangular que, a mi juicio, puede incluirse en la primera categoría, a pesar de sus variados defectos, que sin duda contribuyeron a que el film pasara desapercibido en su momento.
Tres puede verse como una mezcla entre un especial de Supervivientes y Calma total, la película que lanzó a la fama al protagonista de la que nos ocupa, Billy Zane. El nivel de calidad también está a medio camino entre un producto y el otro. Poco encontraremos que vaya más allá del tópico o se salga un tanto de lo rutinario, pero lo cierto es que, dentro de su mediocridad, el film contiene algunos detalles que considero interesantes, como por ejemplo la plasmación de que un entorno paradisíaco deja de serlo más pronto que tarde en cuanto los humanos van a parar a él, o que el retorno a la naturaleza virgen no tarda en hacer aflorar nuestro ancestral salvajismo. El desarrollo del triángulo amoroso que envuelve a los protagonistas, planteado en un principio de la forma más tópica posible, con la salvedad quizá del marco geográfico (un hombre rico, casado con una mujer de espectacular belleza, debe competir por ella con un apuesto joven de extracción social más baja), adquiere cierta riqueza a medida que se constata la subversión de poderes que produce el tránsito del mundo civilizado al salvaje: después del naufragio se crea un nuevo estado de cosas, en el que el hombre acaudalado ve cómo su instrumento de poder no vale absolutamente para nada en una isla desierta, paisaje en el que alguien más habituado al entorno, y también a buscarse la vida, lo tiene más fácil para convertirse en el macho dominante. Que en el guión y la dirección faltan el empeño y el talento para explotar mejor este discurso es evidente, pero también lo es que estos elementos son los que salvan a la película de su propio naufragio.
Stewart Raffill se limita a explotar la belleza de los paisajes y el sex-appeal de los protagonistas, destacando apenas algunas de las numerosas escenas submarinas dentro de un acabado técnico totalmente falto de brillantez, pero al menos no de oficio. El sexo es un elemento fundamental de la película, que tampoco falla a la hora de darle su debida importancia dentro de una historia como la que se narra, pero hay mucho más erotismo sugerido que explícito, y he de decir que las escenas de sexo no me parecen gratuitas. porque aportan cosas a una narración por momentos coja, a la par que previsible en lo que a los diálogos se refiere. Tampoco falta el habitual potaje que tienen en la cabeza los estadounidenses cuando hablan de lo latino, mezclando sin pudor el acento porteño con los ritos del vudú, pero en conjunto Raffill factura un film al que no puede negársele que es entretenido.
Es evidente que Billy Zane, intérprete con un criterio harto discutible para escoger sus proyectos, es el mejor actor de cuantos intervienen en la película, sin que ello signifique que su actuación alcance el notable. Su entonces pareja en la vida real, Kelly Brook, exhibe una belleza de tal calibre que consigue por sí sola que a ninguna persona que sienta atracción sexual hacia las mujeres la cinta le parezca aburrida. Eso sí, lo de actuar no es lo suyo. El tercer vértice del triángulo, Juan Pablo Di Pace, firma un trabajo flojísimo, muestra inequívoca de que las musas de la interpretación pasaron de largo al cruzarse con él.
No aburre, tiene su punto… y a una esplendorosa Kelly Brook allí en la playa. Suficiente.