BLAZE. 2018. 128´. Color.
Dirección: Ethan Hawke; Guión: Sybil Rosen y Ethan Hawke, basado en el libro Living in the woods in a tree: Remembering Blaze Foley, de Sybil Rosen; Dirección de fotografía: Steve Cosens; Montaje: Jason Gourson; Música: Blaze Foley (Canciones); Diseño de producción: Thomas Hayek; Dirección artística: Elissabeth Blofson; Producción: Jake Seal, John Sloss, Ethan Hawke y Ryan Hawke, para Ansgar Media-Cinetic Media-Orwo Studios- Under the Influence Productions (EE.UU.).
Intérpretes: Ben Dickey (Blaze Foley); Alia Shawkat (Sybil Rosen); Charlie Sexton (Townes Van Zandt); Josh Hamilton (Zee); Alynda Lee Segarra (Marsha); Sam Rockwell, Richard Linklater, Steve Zahn (Empresarios petroleros); Kris Kristofferson (Edwin Fuller); Ethan Hawke (Locutor radiofónico); Sybil Rosen (Sra. Rosen); Jonathan Marc Sherman, Gurf Morlix, Jean Carlot, David Hinson, Martin Bats Bradford.
Sinopsis: Biografía del cantante country Blaze Foley, prestigioso entre los músicos del género y poco conocido a nivel popular.
Más allá de su muy meritoria carrera como actor, Ethan Hawke se ha pasado de manera esporádica al otro lado de las cámaras. Su último estreno como director, Blaze, es la biografía de un artista country que nunca alcanzó el estrellato, pero sí cierta fama en la ciudad natal de Hawke, la texana Austin. Como fundamento narrativo de la película se utilizó el libro de memorias de la viuda del cantante, Sybil Rosen. Concebido como un proyecto personal y para minorías, el film ha pasado bastante desapercibido, como si imitara el destino del biografiado. Eso sí, recibió elogios en Sundance y, a mi juicio, deja ver que Ethan Hawke tiene madera de buen director.
Siempre he creído que las vidas de los músicos se cuentan entre las más interesantes que pueda haber. Hawke abordó este pequeño proyecto rodeado de amigos, según la acertada creencia de que no sólo las andanzas de las estrellas de la música deben tener acceso a la pantalla grande. Blaze Foley fue muchas cosas, pero jamás una estrella. Su periplo vital y artístico, pese a ello, o quizás precisamente por ello, merecía ser contado. Al estructurarse la narración de acuerdo a las memorias de la también coguionista Sybil Rosen, a uno pueden quedarle algunas dudas respecto a si, a la hora de explicar sus recuerdos, la viuda ha dulcificado la realidad, y en concreto su propia figura. Cuestiones de honestidad histórica al margen, Hawke hila un relato sobrio sobre un músico con un temperamento rebelde, acentuado por diversas adicciones, en el que se intenta huir de la estructura usual en este tipo de productos y se intercalan las escenas mediante diversos flashbacks, cuya base son las presentaciones que hizo Foley de sus temas en el que sería su último concierto, celebrado en un tugurio de Austin y en el que el cantante homenajeó a quien fue su modelo artístico, Merle Haggard. En no pocas escenas de Blaze uno cree ver las huellas de los films que sobre músicos rodó Clint Eastwood, en especial de El aventurero de medianoche. No es mal referente, está claro. Esos recuerdos parten de cómo se conocieron Foley y Sybil Rosen: él era un cantante y compositor sin mayores pretensiones, y ella, una chica judía que deseaba abrirse camino como actriz. Ambos se enamoraron, y vivieron durante un tiempo en una cabaña en mitad del bosque que un amigo les cedió de manera gratuita. Rosen, y con ella la película, rememora esos momentos como los más felices de su vida, una Arcadia en la que ese indigesto tópico de la pobreza alegre se hizo realidad durante un tiempo. Más adelante, cuando la pareja consideró que las canciones de Foley debían salir al mundo, y que también Rosen había de buscar sus sueños en el mundo de la interpretación, las cosas cambiaron: el alcoholismo y el carácter indómito del cantante, que conoció de cerca el reverso del negocio musical, contribuyeron en gran medida a erosionar una relación que acabaría por romperse. No hablamos de un hombre al que cambió la fama, porque nunca la tuvo. Fue más bien, y así lo muestra el film, que la vida de músico acentuó los aspectos menos edificantes de la personalidad de un Foley que, eso sí, hizo algunos buenos amigos en el mundo de la música, empezando por Townes Van Zandt, participante destacado en una entrevista radiofónica que sirve como segundo sustento narrativo a la película.
Escribí antes que Hawke parece mirar a Eastwood a la hora de filmar. No posee, eso sí, la espléndida madurez del nonagenario californiano, pero crea un film sensible, sereno y respetuoso con la figura del biografiado. Algunas escenas, como el reencuentro de Blaze con su hermana y su padre, o la que recrea el extracto de un concierto en el que un Foley hasta arriba de whisky exige, en lo que no es más que una súplica cargada de vehemencia, un poco de atención a un auditorio indiferente que ni tan siquiera concede una oportunidad a sus canciones, son de gran calidad. También el período de vida feliz de la pareja protagonista contiene momentos de muy buen cine. Hawke filma con elegancia y buen estilo, aunque es verdad que en el tramo final el relato se hace más repetitivo y el pausado ritmo cae en ocasiones en lo premioso. Merece buena nota la fotografía, en la que destaca el contraste entre la naturaleza, iluminada con un predominio de los tonos ocres, y la humeante oscuridad de los locales nocturnos. Ni que decir tiene que la parte musical está muy cuidada. y puedo decir que Blaze Foley compuso canciones que merecen la pena. A la hora de mostrar eso, no creo que a la película pueda ponérsele ni una objeción.
Ethan Hawke, que se reserva el papel de un locutor radiofónico cuyo rostro no llegamos a ver en pantalla, sabe extraer buen rendimiento de un plantel de intérpretes que alterna a caras poco conocidas con la presencia de algunos viejos amigos. El trabajo de Ben Dickey, mucho más músico que actor, se hace acreedor de una valoración muy alta por la autenticidad que desprende en cada una de las escenas. Esa misma virtud posee Charlie Sexton, otro que rebosa música por cada poro, dando vida a Townes Van Zandt. Filmado casi siempre en distancias cortas, Sexton tiene presencia, qué duda cabe. La otra gran protagonista, Alia Shawkat, luce bastante más que en Green room, porque dispone de un papel con peso y está a las órdenes de un director que la cuida y sabe bien de qué va eso de actuar. La labor de Josh Hamilton queda un tanto en segundo plano en relación a los mencionados. Como aspectos relevantes a señalar, decir que Sybil Rosen aparece en la película interpretando a su propia madre, que la breve aparición de Kris Kristofferson es de mucho nivel, que hay que escuchar a Alynda Segarra, y que los tres empresarios del petróleo que prometen convertir a Blaze Foley en una estrella están interpretados por tres personas muy cercanas al director: Richard Linklater, Steve Zahn y el siempre notable Sam Rockwell.
Buen tono general y algunas escenas espléndidas: eso es lo que contiene
Blaze, que quizá no sea del todo redonda, pero sí muy interesante, en especial para quienes compartan con un servidor el nobilísimo y sanador hábito de la melomanía.