SPLENDOR IN THE GRASS. 1961. 124´. Color.
Dirección: Elia Kazan; Guión: William Inge; Dirección de fotografía: Boris Kaufman; Montaje: Gene Milford; Música: David Amram; Diseño de producción: Richard Sylbert; Producción: Elia Kazan, William Inge y Charles H. Maguire, para Newtown Productions-NBI Productions (EE.UU.).
Intérpretes: Natalie Wood (Deanie Loomis); Warren Beatty (Bud Stomper); Pat Hingle (Ace Stomper); Audrey Christie (Sra. Loomis); Barbara Loden (Ginny Stomper); Zohra Lampert (Angelina); Fred Stewart (Del Loomis); Joanna Roos (Sra. Stomper); John McGovern, Jan Norris, Martine Bartlett, Gary Lockwood, Sandy Dennis, Crystal Field, Marla Adams, Lynn Loring.
Sinopsis: En Kansas, a finales de los años 20, Bud y Deanie son dos jóvenes que se aman con locura. La distinta posición social de sus familias pone a prueba la solidez de su relación.
Controversias al margen, la de Elia Kazan es una de las filmografías con un nivel de calidad medio más elevado de toda la historia del cine. Aceptada esta premisa, no queda más que añadir que algunas de las obras mayores de Kazan figuran entre las referenciales para los cinéfilos. Esplendor en la hierba, drama con el que el director marcaba distancias respecto a su film precedente, Río salvaje, y enlazaba en ciertos aspectos con uno de sus más controvertidos trabajos hasta la fecha, Baby Doll, es una de esas obras, permaneciendo en el imaginario cinematográfico universal seis décadas después de su estreno.
Esplendor en la hierba se basa en un guión de William Inge, dramaturgo que había ganado prestigio en Hollywood gracias a las adaptaciones cinematográficas que filmó Joshua Logan de dos de sus obras, y toma como motivo central este extracto de la Oda a la inmortalidad, de William Wordsworth: » Aunque nada pueda hacer volver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo». Inge sitúa la acción en un área petrolera del estado de Kansas, y la inicia en los meses previos al estallido de lo que luego se dio en llamar la Gran Depresión. El film retrata el noviazgo entre Bud, niño mimado de una familia rica, y Deanie, apasionada joven cuyos progenitores viven del pequeño comercio. Esta diferencia de clases, así como las consecuencias de un institucionalizado ambiente de represión sexual que obligaba a la mujeres a elegir entre ser monjas o putas, sin que hubiese lugar para el término medio, marca la relación entre dos jóvenes que se aman de esa forma extrema que sólo es posible en la primera juventud. Aunque el tema económico esté siempre presente, y de hecho adquiera gran importancia cuando se consume el crack bursátil de 1929, el libreto de Inge, y la puesta en escena de Kazan, ponen el acento en la rebeldía juvenil y en las nefastas consecuencias de reprimir los instintos sexuales. Sin obviar la melancólica belleza de los versos de Wordsworth,
Esplendor en la hierba es una apología de uno de mis aforismos latinos favoritos: semen retentum venenum est. Deanie y Bud, que como es natural ansían materializar la poderosa atracción que sienten hacia el otro de la forma más lógica y placentera que se conoce, se ven forzados a negarse ese disfrute, y su drama es que, por razones diferentes pero complementarias, ambos entienden que han de escoger entre hacer lo que deben o lo que desean, y toman la decisión más usual: sacrificar su felicidad para ser lo que los demás esperan de ellos. Deanie se resiste al sexo para no ganarse la etiqueta de chica fácil, que en un entorno tan castrador lleva al ostracismo social, mientras que Bud, que lleva fatal eso de no poder calmar su calentura, es incapaz de rebelarse, como sí hace su hermana, frente a los designios de su dominante padre. Esa aceptación de unas normas que están hechas contra ellos, aunque se vistan de lo contrario, tendrá unas consecuencias nefastas para ambos.
De la misma manera en la que puede afirmarse que Elia Kazan tuvo un comportamiento miserable en el episodio más tristemente recordado de su vida personal, también hay que decir que casi siempre fue un cineasta valiente, uno de los autores que contribuyó a que fueran rompiéndose las costuras del restrictivo Código Hays, que funcionó como guardián de la moralidad de Babilonia durante varias décadas. Kazan ya había sufrido la ira de la censura con la mencionada Baby Doll, y no es descabellado pensar que en Esplendor en la hierba subyace un cierto espíritu de revancha contra los vigilantes de la moral ajena. Este es, en mi opinión, uno de los motivos por los que la película ha resistido tan bien el paso del tiempo. Pienso en esa escena en la que la madre de Deanie habla con desdén de Freud… y en que los artífices del film muestran su adhesión inequívoca a las teorías que sitúan la represión sexual como origen de la histeria. Un cineasta (y Kazan, hombre de teatro que siempre fue muy consciente del inmenso poder del cine, e hizo un intenso uso del mismo, lo era) puede mostrar maestría de distintas maneras, pero creo que esta, sólo por el modo de sortear la censura, es una de las mejores. El sexo frustrado aparece ya en la primera escena (cuyo espacio geográfico es, por cierto, un lugar tan cinematográficamente simbólico como una cascada); la suciedad de las mentes de quienes defienden la represión entra en escena también muy pronto, con lo que hay poco espacio para que la audiencia se confunda. A partir de esto es cuando podemos entender el arrebatado romanticismo de la relación entre Deanie y Bud sin que los árboles del lirismo nos impidan ver el bosque de la crítica a la represión. Kazan utiliza los ricos perfiles psicológicos de los personajes principales para, haciendo un abundante uso de los primeros planos, mostrar lo que sucede en su interior, pero donde más brilla su puesta en escena es en las escenas colectivas, siempre utilizadas para mostrar el poder del rebaño como elemento represor. De todas ellas, la secuencia de la fiesta de Nochevieja se gana a pulso el calificativo de magistral. Con todo, el momento más memorable de la película es el postrero reencuentro, bella plasmación filmíca del espíritu de los versos de los que el film toma su título, entre los dos amantes, una vez la vida ya los ha zarandeado lo suficiente como para que sus miradas no reflejen otra cosa que una vejez prematura. Esos minutos son una maravilla, con mayúsculas.
Con esta película, Warren Beatty inauguró por todo lo alto su guadianesca e irregular carrera como actor de cine. Su interpretacion es más esforzada que brillante, según creo, y constituye el eslabón más débil de un reparto completísimo, gracias al que Elia Kazan vuelve a demostrar que, en lo que se refiere a la dirección de actores, pocos están a su altura en la historia del cine. El resplandor que desprende Natalie Wood ilumina la pantalla, en el que fue el mejor papel dramático de cuantos interpretó en su vida. Pat Hingle, como prototipo del paterfamilias autoritario de toda la vida, pero con atributos muy específicamente estadounidenses, está de lo más inspirado, al igual que la malograda Barbara Loden como hija díscola del proyecto de magnate. La pareja que forman Audrey Christie y Fred Stewart, da, igualmente, ejemplo de calidad en sus escenas, siendo otro punto fuerte en un elenco que también incluye a unos primerizos Gary Lockwood y Sandy Dennis.
Obra mayor, que aúna fuerza y sensibilidad. Cuando uno habla de las bondades del cine clásico, que podrán tener complementos, pero no sustitutos, piensa en películas como Esplendor en la hierba y en directores como Elia Kazan.