ONE DESIRE. 1955. 94´. Color.
Dirección: Jerry Hopper; Guión: Robert Blees y Lawrence Roman, basado en la novela de Conrad Richter Tacey Cromwell; Director de fotografía: Maury Gertsman; Montaje: Milton Carruth; Música: Frank Skinner; Dirección artística: Alexander Golitzen y Carroll Clark; Producción: Ross Hunter, para Universal Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Anne Baxter (Tacey Cromwell); Rock Hudson (Clint Sanders); Julie Adams (Judith Watrous); Carl Benton Reid (Senador Watrous); Natalie Wood (Seely Dowder); William Hopper (Mac); Betty Garde (Sra. O´Dell); Barry Curtis (Nugget); Adrienne Marden, Fay Morley, Vici Raaf, Lynn Millan, Smoki Whitfield, Howard Wright.
Sinopsis: El apuesto Clint, crupier en un casino, decide partir hacia Colorado. Con él marcha Tacey, la reina del lugar, que ansía formar una familia con Clint y llevar una vida respetable.
Antes de centrar su carrera en el mundo de la televisión, Jerry Hopper dirigió algunas películas que, sin llegar a alcanzar el estatus de obras maestras, sí poseen cualidades que no pasan inadvertidas. Una de las mejores obras de Hopper para la gran pantalla es Su único deseo, intenso melodrama ambientado en el Viejo Oeste cuyo guión se basa en una novela de Conrad Richter. El film alcanzó una discreta popularidad, siendo oscurecido por algunos proyectos similares de mayor enjundia, pero hay mucho de bueno en él, sin duda.
En la película, el western no es mucho más que la localización geográfica de la historia, porque Su único deseo es un drama triangular que podría haber firmado perfectamente Douglas Sirk (en cuyo caso, se hablaría más y mejor de este notable film): al principio, vemos a un niño que acude en busca de su hermano a un local que es mitad casino y mitad club de alterne. El muchacho, que ha escapado de un hogar en el que se le maltrataba, es acogido por Tacey, la madam del lugar, que es también la amante del hermano en cuestión, Clint, un experto crupier que causa furor entre las damas. Cuando este hombre, reacio a cualquier compromiso sentimental, manifiesta su deseo de partir hacia Colorado, donde las explotaciones mineras de plata están generando una prosperidad que promete colmar sus muchas ambiciones, Tacey decide dejarlo todo y acompañarle, porque su objetivo no es otro que cambiar de vida en compañía del hombre que ama. Ocurre, sin embargo, que Clint enamora también a la hija de un senador, entablándose entre ambas mujeres una rivalidad que demostrará a Tacey lo difícil que va a ser para ella dejar atrás su pasado.
Pese a que en el tramo final se cargan en exceso las tintas por el lado melodramático, Su único deseo es una película con una arquitectura narrativa y un acabado técnico que superan las previsiones. Con un aplicado trabajo, en el que se hace un importante aprovechamiento de las posibilidades del Technicolor, Hopper factura un producto elaborado a la manera clásica, en el que la concisión marca la pauta y se hace gala de un indiscutible dominio de los tiempos narrativos. El film ofrece, además, un mensaje progresista para su época, que puede resumirse en que a las personas hay que valorarlas por sus actos, más que por la forma en la que se ganan la vida. El drama de Tacey es que ella misma interioriza los prejuicios que su pasado despierta entre las buenas gentes, y por ello abandona todo lo que más quiere, ofreciéndole a su rival el triunfo en bandeja. No estamos ante una película de gran presupuesto, pero lo parece, porque la escenografía está muy cuidada. Se nota la mano de un virtuoso en la materia como Alexander Golitzen. También la partitura musical, compuesta por el prolífico Frank Skinner, está a la altura, proporcionando un perfecto complemento a las imágenes y enfatizando los vaivenes de un triángulo amoroso en el que se pone de manifiesto la manera en la que los poderosos acostumbran a conseguir sus objetivos.
Encabeza el reparto una de las actrices más talentosas del Hollywood clásico, Anne Baxter. Su interpretación de una mujer enamorada y de sentimientos puros es, a mi juicio, difícil de mejorar. Rock Hudson, que con papeles como el que aquí desempeña afianzó su prestigio como galán, adolece de falta de expresividad, lo que lastra el perfil de un personaje que oscila entre la mujer que ama y la que socialmente le conviene. Completa el triángulo una inspirada Julie Adams, en el papel de una mujer que, fiel a sus genes, no repara en medios para obtener lo que quiere. Entre los secundarios destaca una jovencísima Natalie Wood, en la piel de una adolescente en la que Tacey se ve a sí misma a su edad. Barry Curtis, el niño que da vida al hermano de Clint, es de lo más flojo de la película.
Lo dicho, un melodrama de mucha calidad que merece un lugar en cualquier videoteca que se precie.