HONEYMOOD. 2020. 86´. Color.
Dirección: Talya Lavie; Guión: Talya Lavie; Dirección de fotografía: Yaron Scharf; Montaje: Arik Lahav-Leibovich; Música: Asher Goldschmidt; Diseño de producción: Ron Zikno; Producción: Eitan Mansuri, Marica Stocchi y Jonathan Doweck, para Rosamont- Spiro Films (Israel).
Intérpretes: Avigail Harari (Elinor); Ran Danker (Noam); Meir Suissa (Shmuel); Orly Silbersatz (Ruthie); Yael Folman (Renana/Ya´ara); Elisha Banai (Michael); Anna Dubrovitsky (Enfermera); Tom Antopolsky, Jonathan Dekel, Rubi Moskovitz, Yair Tzabari.
Sinopsis: En plena noche de bodas en un lujoso hotel de Jerusalén, una novia se enfada cuando se entera de que la ex de su ya marido, que estuvo presente en la ceremonia, le ha regalado un anillo., La mujer exige que el obsequio sea devuelto de inmediato.
¡Devuelve el anillo! es la primera película con difusión internacional de la joven cineasta israelí Talya Lavie. Esta comedia, que mezcla el costumbrismo con lo surreal, muestra una faceta del cine hebreo poco vista por estos lares, más acostumbrados a dramas centrados en el conflicto político de Oriente Medio. La crítica, en general, ha alabado la frescura de la propuesta, aunque no faltan quienes se ceban en su presunta liviandad. Por mi parte, considero que ¡Devuelve el anillo! es una película irregular, aunque agradable y, en la mayoría de sus escenas, inteligente.
Aunque ya desde el principio lo estrafalario va asomando la patita por debajo de la puerta, puede decirse que, a simple vista, la noche de bodas de Noam, un formal treintañero que nunca se ha salido de los cauces marcados, y Elinor, una extravagante actriz que debe conformarse con dar clases de teatro en un instituto, transcurre por unos vericuetos bastante normales hasta que, hurgando entre los regalos de los invitados, Elinor descubre un sobre que le ha enviado una antigua novia a su marido, y desconfía de las reticencias de él a mostrar su contenido. Cuando lo hace, la cosa no mejora, porque en el sobre hay nada menos que un anillo de compromiso. Tan terca como enfadada, Elinor insiste en que su esposo debe devolver el anillo esa misma noche, lo que da inicio a una odisea de la pareja por un Jerusalén nocturno en el que lo tópico y lo imprevisible se dan la mano. Por aquello de que Renana, la antigua prometida de Noam que le regaló el anillo, y Michael, un aspirante a director de cine que mantuvo un largo noviazgo con Elinor, parecían haber hecho buenas migas durante la ceremonia, la empresa de la devolución del anillo comienza en el domicilio de ella. Como era de esperar, Renana no anda por allí, por lo que el siguiente capítulo tendrá lugar en el estudio en el que Michael trata de dar forma a su nuevo cortometraje. El encuentro-no encuentro con sus antiguas parejas revela que Elinor y Noam son dos seres con pocas cosas en común: de hecho, a los padres de él, que han pagado la lujosa suite en el Waldorf Astoria que los novios han abandonado por un quítame allá ese anillo, les cuesta disimular que preferían a Renana antes que a una… actriz. Quizá sea exagerado decir que a los recién casados la noche les confunde, pero no tanto recalcar que sí les distancia, Las distintas peripecias que, juntos o por separado, viven Elinor y Noam no parecen ser otra cosa que los sólidos cimientos de uno de los divorcios más rápidos de la historia, aunque, ya lo dijo algún buen conocedor de la especie, el ser humano es raro.
Considero que, como comedia, ¡Devuelve el anillo! funciona razonablemente bien durante casi todo el metraje, incluso muy bien a ratos, aunque los distintos episodios del peregrinaje por Jerusalén la nuit de Elinor y Noam son de calidad y gracia irregulares. Incluso alguno de ellos, como el encuentro de la cada vez más desvencijada novia con los guardaespaldas del primer ministro, empiezan muy bien y terminan despeñándose por la pendiente del ridículo. Hablamos, pues, de una sucesión de ocurrencias, más o menos graciosas, antes que de un libreto sólido y coherente, pero hay que reconocerle a la directora la agudeza psicológica con la que describe a su generación y el buen ritmo que es capaz de imprimir a su relato. El paralelismo cinematográfico más evidente que podemos encontrarle a este film de Talya Lavie es, por supuesto, ¡Jo, qué noche!, aunque sólo en las escenas más logradas de ¡Devuelve el anillo! se consigue que las comparaciones no sean del todo odiosas. La directora incluye algunos episodios dramáticos, entre los que el encuentro de Elinor con sus alumnos del instituto me parece, sobre todo al final, tan honesto como forzado, pero donde saca más jugo a su historia es en momentos como el del episodio voyeur en casa de Michael, en el que los gemidos que se escuchan son lo que suelen ser y no lo que los novios-espías pensaban, o el momentazo en el que la novia emprende el regreso a su hotel de cinco estrellas colgada del enganche trasero del camión de la basura. En sus imágenes, Lavie también mezcla una visión realista de Jerusalén de noche con elementos que casi podríamos calificar de surrealismo mágico. Enfermeras suicidas o guardaespaldas danzarines, fuentes luminosas y discusiones a gritos con numeroso público asistente dan a esta comedia esa extraña, y no siempre lograda, extraña forma que tiene. No hay que dejar de mencionar que en el montaje, y en especial en la banda sonora compuesta por Asher Goldschmidt, se percibe un talento considerable.
Que la película no deje de tener su gracia se debe, en parte, a la acertada labor de su reparto, en el que Avigail Harari se zambulle en la naturaleza histriónica y ciclotímica de su personaje hasta darle ese punto, entre la sal de la vida y con las mujeres no hay manera, que aporta no pocas gotas de encanto a la película. Ran Danker, también desconocido para mí hasta el momento, es el hombre que lleva con estoicismo eso tan común en la comedia clásica de ser arrasado por una hembra-torbellino, y sale bien parado del envite. Entre los secundarios,.me parece magnífico el trabajo de Meir Suissa y Orly Silberbatz como los hiperprotectores padres de Noam. A Yael Folman, en su doble papel, la veo algo más floja, y tampoco Elisha Banai logra destacar como sí lo hace Anna Dubrovitsky en el único papel eminentemente dramático de la película.
¡Devuelve el anillo! no es una maravilla, pero sí una comedia con más aciertos que errores y que, en general, se deja ver con agrado y contiene escenas brillantes, además de enseñarnos otro Israel distinto al que vemos habitualmente.