BILLIE. 2019. 98´. Color-B/N.
Dirección: James Erskine; Guión: James Erskine; Montaje: Avdhesh Mohla; Música: Hans Mullens. Canciones de Billie Holiday; Producción: Barry Clark-Ewers, James Erskine, Victoria Gregory y Laura Vaysse, para Altitude Film Entertainment-BBC-Concord-Multiprises LLC-Polygram- New Black Films-REP Documentary-Reliance Entertainment Prductions 8 (Reino Unido).
Intérpretes: Billie Holiday, Linda Lipnack Kuehl, John Fagan, Sylvia Sims, John Hammond, Jo Jones, Count Basie, Myra Luftman, Artie Shaw, Jimmy Rowles, Charles Mingus, Bobby Tucker, Melba Liston, Ruby Davies, Al Avola, Milt Hinton, James Hamilton, Irene Kitchings, Harry J. Anslinger, John Simmons, Jimmy Fletcher, Marie Bryant, Ray Ellis, Tony Bennett.
Sinopsis: Biografía de la cantante Billie Holiday, elaborada a partir de los documentos recopilados por la periodista Linda Lipnack Kuehl.
Si bien el grueso de su filmografía se orienta hacia el documental televisivo, varios son los palos que ha tocado el realizador británico James Erskine a lo largo de su extensa carrera. Entre esa diversidad temática, no es la música uno de los campos en los que Erskine más se ha explayado, pero eso no le impidió encargarse de un film biográfico sobre una de las voces del siglo XX, Billie Holiday., una figura del jazz acerca de la cual se ha escrito muchísimo, pero filmado más bien poco, en proporción a su relevancia artística. El film de Erskine complació a la crítica, en general satisfecha por el hecho de que una obra necesariamente esquemática fuese capaz de aportar datos reveladores sobre la biografiada.
Antes de meterme en harina, quiero extenderme sobre el hecho de que una película de hora y media sobre Billie Holiday va a quedarse inapelablemente corta si su propósito es ofrecer un retrato completo de una artista de esa dimensión, que además tuvo una vida que da para una miniserie de seis horas, como poco. Erskine toma como punto de partida el trabajo de Linda Lipnack Kuehl, una periodista neoyorquina que, varios años después del fallecimiento de la cantante, decidió escribir su biografía, proyecto al que dedicó muchos años de su vida sin llegarlo a terminar, ya que la reportera fue encontrada muerta en Washington DC, a causa de un suicidio sobre el que el film arroja sombras sin aportar prueba alguna. He aquí, a mi parecer, el aspecto más discutible de Billie: reconociendo el gran valor de la documentación obtenida por Lipnack, que ve la luz por primera vez en este film, que Erskine bifurque el objeto de su trabajo y haga que, por momentos, este aparente ser más Linda Lipnack que Billie Holiday, no hace otra cosa que desperdiciar una munición que la azarosa vida y el inmenso talento de Eleanora Fagan ya proporcionaba por sí misma en grado sumo. El otro aspecto a criticar de Billie es que se nota demasiado que el director no es un especialista en música, porque el protagonismo que se concede a este aspecto fundamental merece ser considerado como insuficiente. Por ser más concretos, hacer una película sobre Billie Holday en la que no se menciona Lady in satin es algo así como hablar de Miles Davis sin citar Bitches Brew. A pesar de lo expuesto, el film, narrativamente, funciona, porque entretiene y hace un extenso uso de los muy reveladores documentos sonoros recopilados por Linda Lipnack Kuehl a lo largo de unos años en los que todavía quedaban sobre la Tierra muchas personas que podían aportar testimonios de primera mano sobre una mujer que, ya desde su primera infancia, tuvo una existencia difícil.
Los 44 años de vida de Billie Holiday ofrecen campo para hablar de la génesis y el desarrollo del jazz como fenómeno de masas, de la vida de los músicos, de su actividad en los clubs durante la época de la Prohibición, alternando con la alta sociedad de entonces, de la era de las big bands, de la herencia del blues, de la diferencia entre cantar y vivir las canciones, y también del racismo, del maltrato físico y psicológico, de las adicciones, del sexo en todas sus facetas, de la explotación de las mujeres, de los abusos policiales, marcados por una especial inquina hacia los personajes famosos de raza negra, de las infancias perdidas, de la hipocresía social, del talento usado y desperdiciado o del funcionamiento del negocio del espectáculo. De todo ello, Erskine se centra más en subrayar lo complicada que fue, ya desde la cuna, la vida de Billie Holiday, quien además poseía un espíritu autodestructivo que se manifestaba de muy diversas formas a la hora de enfocar su vida y su carrera. Por supuesto, la película se extiende al hablar sobre la canción más polémica, y hoy la más reivindicada, de cuantas grabó Billie Holiday: Strange fruit, la pieza que condenaba los linchamientos a personas de su raza, con la que la cantante marcó un hito en la denuncia pública del racismo. Por mi parte, me quedo con una respuesta que Holiday dio en una entrevista radiofónica a la pregunta de por qué las estrellas del jazz solían morir jóvenes. Ella misma, cuya salud ya estaba muy deteriorada después de tantos años de adicciones y excesos, regaló esta maravillosa frase: «Eso es porque queremos vivir cien días en uno». Por parte de los testimonios, un aspecto llamativo es la reticencia que, varios años después de la muerte de la cantante, mostraban muchos de ellos a documentar algunos aspectos particularmente escabrosos de la vida de Billie Holiday.
En lo técnico, Billie hace gala de la pulcritud y buen acabado característica en los documentales británicos, en especial en aquellos que, de uno u otro modo, llevan la marca de la BBC. Uno puede discrepar de lo que se cuenta o de lo que se omite, pero es de justicia alabar el montaje, la calidad de las imágenes y el buen trabajo de cuantos contribuyeron a dar forma a la película. Insisto en que Billie Holiday da para mucho más, y que no nos hallamos ante el documental definitivo sobre la cantante, pero sí ante un film revelador, lleno de interés y bien hecho que retrata a una artista de una dimensión extraordinaria.