HACKSAW RIDGE. 2016. 136´. Color.
Dirección: Mel Gibson; Guión: Robert Schenkkan y Andrew Knight; Dirección de fotografía: Simon Duggan; Montaje: John Gilbert; Dirección artística: Mark Robins (Supervisión); Música: Rupert Gregson-Williams; Diseño de producción: Barry Robison; Producción: Terry Benedict, Paul Currie, Bruce Davey, William D. Johnson, Bill Mechanic, Brian Oliver y David Permut, para Cross Creek Pictures-Summer Entertainment-Pandemonium-Vendian Entertainmemt-Icon Productions-Permut Presentations (Australia-EE.UU.).
Intérpretes: Andrew Garfield (Desmond Doss); Sam Worthington (Capitán Glover); Hugo Weaving (Tom Doss); Vince Vaughn (Sargento Howell); Teresa Palmer (Dorothy Schutte); Luke Bracey (Smitty Ryker); Rachel Griffiths (Bertha Doss); Richard Roxburgh (Coronel Stelzer); Matt Nable (Tte. Coronel Cooney); Nathaniel Buzolic (Harold Doss); Ryan Corr, Goran D. Kleut, Firass Dirani, Ben O´Toole, Richard Pyros, Dennis Kreusler, Robert Morgan, Ben Mingay, Damien Thomlinson, Michael Sheasby, Nico Cortez.
Sinopsis: Cuenta la historia de Desmond Doss, objetor de conciencia por motivos religiosos que llegó a ser galardonado por su valor en el campo de batalla durante la II Guerra Mundial.
Diez años llevaba sin dirigir Mel Gibson cuando se estrenó Hasta el último hombre, y alguno más había transcurrido desde que un servidor condenó al ostracismo al australiano por aquello de hacerle padecer uno de los bodrios más infectos que un servidor haya visto en una sala de cine. Creyendo, en un inusual arranque de benevolencia, que tres lustros de condena eran suficientes, me decidí a ver el aclamado film bélico de Gibson, que para muchos supuso su redención tras unos años de errática trayectoria fílmica y de un reguero de vergonzosos escándalos personales. La película ganó dos Óscars en las dos facetas en que más destaca, el montaje y la edición de sonido, y ciertamente es merecedora de elogios, pero estimo que los que se le han dedicado, a lo largo y ancho del planeta, son excesivos.
Lo que no puede negársele a Mel Gibson es la coherencia, aunque esa fidelidad a sí mismo comprometa, o directamente fulmine, los resultados artísticos de sus obras. En esta ocasión, se trata de ensalzar la figura de Desmond Dodds, el primer objetor de conciencia condecorado con la Medalla de Honor del Congreso, la más alta distinción que se concede a nivel institucional en el país de las barras y estrellas. Dodds, miembro de la congregación de los adventistas del séptimo día, era hijo de un hombre al que su experiencia bélica en la Primera Guerra Mundial había convertido en un ser amargado, alcohólico y violento, y de una cariñosa ama de casa. Es, por tanto, un hombre que conoce bien la ira, porque la ha vivido de forma cotidiana y porque sabe que la tiene dentro. Se apoya en su fe para reprimirla, y esa devoción le lleva a oponerse de forma radical al uso de armas de fuego, algo que en los Estados Unidos le convierte a uno en un bicho muy raro. Mientras que, gracias a una bella enfermera, Desmond conocerá las bondades del amor terrenal (y se hará adicto a las donaciones de sangre), será el amor a su país lo que le llevará a alistarse en el Ejército para servir en la Segunda Guerra Mundial, con la condición de que ese servicio se desarrollará en exclusiva como miembro del personal médico y, por tanto, se le eximirá de la instrucción para el combate propiamente dicho. Al llegar al cuartel, Desmond se encuentra con que sus creencias son ignoradas, y se le obliga a cumplir con todo el programa asignado al resto de reclutas. Al negarse a participar en prácticas de tiro o simulacros de combate, Desmond deberá enfrentarse a la inflexible justicia militar.
Mel Gibson, pues, narra la historia de un hombre que, en última instancia, logró que el mundo se adaptase a él, al contrario de lo que sucede en la práctica totalidad de los casos. Así pues, una lectura profunda lleva a pensar que Hasta el último hombre es la crónica del triunfo de un inadaptado. Todos en el Ejército creen que Desmond se escuda en sus creencias para disimular su cobardía, así como para mostrar su superioridad moral frente a quienes no titubean ante la perspectiva de matar y/o morir en combate. La película es la demostración palpable (y pelín reiterativa, dicho sea de paso) de la falsedad de la primera premisa, aunque poco o nada contiene el guión escrito por Robert Schenkkan y Andrew Knight que sirva para desmentir la segunda, porque la película también puede verse como un alegato en favor de la superioridad moral de Desmond Dodds respecto al resto del mundo. Alegato en última instancia falaz, porque en una guerra los tipos como el protagonista sólo pueden constituir una excepción, todo lo digna de elogio que se quiera, en especial cuando esa excepción hace gala de una valentía tan incuestionable en el campo de batalla, pero en absoluto extrapolable a la categoría de normal, por el mero hecho matemático de que el bando vencedor de un conflicto bélico es aquel que mata más enemigos que el otro.
En la manera de mostrar la guerra, Gibson muestra ser deudor de Sam Peckinpah, empezando por el continuo uso de la cámara lenta para mostrar el desarrollo de las batallas. Así empieza el film, con una escena de combate en la que el humo, el fuego, el estruendo de las armas y los soldados caídos se adueñan de todo. Gibson utiliza casi en exclusiva planos cortos y medios, lo que genera proximidad y que el espectador se sienta dentro de ese caos asesino que es una batalla, pero por desgracia su autoría se ve reflejada en mayor medida en la pasión del director por mostrar vísceras, muy patente a lo largo de su filmografía, que en aspectos más reivindicables. De acuerdo en que la guerra es, básicamente eso, pero creo que Gibson se recrea más de la cuenta y eso resulta chocante cuando, precisamente, el héroe de la función es un pacifista. Tampoco veo una evolución en los personajes: en el protagonista, desde luego, porque es alguien que triunfa por no cambiar, pero en el resto de los intervinientes en el film lo único que se transforma es su percepción de quién es de verdad Desmond Dodds, y ese cambio se basa en todo momento en la valentía mostrada por él; es decir, que el protagonista no mejora, como pretende, el mundo en general, sino sólo para sí. Las batallas son, eso sí, vibrantes y espectaculares. Hay escenas, como aquella en la que los soldados del pelotón al que pertenece Desmond ven pasar los camiones llenos de cadáveres de miembros del regimiento al que deben relevar, de un nivel fantástico. Incapaz del término medio, Gibson se muestra en exceso almibarado al mostrar el romance entre el protagonista y la joven enfermera Dorothy. La fotografía se decanta por un realismo de tono ocre en el campo de batalla, y mucho más luminoso en las escenas que discurren fuera de las zonas de combate. El montaje, como ya se ha mencionado, es sobresaliente, y la música, un buen trabajo de un Rupert Gregson-Williams que acredita desenvolverse con soltura en la épica.
Ya hace algunos años que Andrew Garfield ha demostrado que en él hay mucho más que el Hombre Araña, y esta película lo corrobora, ya que el californiano está excelente en la piel de un hombre aferrado a sus principios y que asume con entereza los inconvenientes que estos, enfrentados con el sentir general, le hagan padecer. Seguramente, la mejor interpretación en el cine de este actor con mucho que ofrecer. Más allá de Garfield, creo que quien ofrece la mejor interpretación de todo el reparto es Hugo Weaving, que da vida al padre de Desmond de una forma que, sin alardes innecesarios, permite ver la amargura que corroe a este personaje. Sam Worthington hace también una labor meritoria, al igual que Teresa Palmer, aunque ella se vea lastrada por la ñoñería de su personaje. Por su parte, Vince Vaughn está correcto como instructor del pelotón, lo que en su caso ya es bastante.
Notable película, que no es mejor porque las neuras propias de su creador asoman más de la cuenta y le impiden llegar a las cotas logradas por Clint Eastwood en su díptico sobre la batalla de Iwo Jima, o por Terrence Malick en su film sobre Guadalcanal. Pese a ello, de lo mejor que haya dirigido, y seguramente de lo que dirigirá, Mel Gibson.