ROCKFIELD: THE STUDIO ON THE FARM. 2020. 90´. Color.
Dirección: Hannah Berryman; Guión: Hannah Berryman; Dirección de fotografía: Patrick Smith;Montaje: Rupert Houseman; Música: Alexander Parsons. Canciones de Ace, Black Sabbath, Oasis, Hawkwind, etc.; Producción: Catryn Ramasut, para Ie Ie Productions–BBC (Reino Unido).
Intérpretes: Kingsley Ward, Charles Ward, Ann Ward, Lisa Ward, Ozzy Osbourne, Tony Iommi, Dave Brock, John Leckie, Robert Plant, Jim Kerr, Charlie Burchill, Liam Gallagher, Paul Arthurs, Tim Burgess, Chris Martin, Guy Berryman, Tim Champion, Martin Blunt, Nicky Wire, Eliza Carthy.
Sinopsis: En los años 60, dos jóvenes galeses amantes del rock & roll decidieron grabar sus canciones en la granja familiar. Poco después, compraron equipos de sonido que les permitieron construir uno de los primeros estudios de grabación residenciales del mundo.
Haciendo valer su reputación de documentalista todoterreno, Hannah Berryman se introdujo con Rockfield: El estudio en la granja en el mundo de la música por primera vez en su carrera. El film se centra en uno de los lugares de grabación míticos del rock, situado en la campiña galesa, y tiene una calidad nada desdeñable, aunque deja la sensación de no explotar las posibilidades cinematográficas de un lugar que ha albergado a importantes grupos y solistas desde hace más de medio siglo.
Al ver la película, al espectador le queda la impresión de que Hannah Berryman tiene más oficio que pasión por la música, que fue precisamente el motor que movió a un par de hermanos galeses, futuros herederos de una modesta explotación agrícola y ganadera, a crear de la nada un estudio, primero con la intención de grabar sus propias canciones, y más tarde con el propósito de que músicos de todas partes pudieran producir sus futuros éxitos en un idílico paraje rural, lejos de la presión y las distracciones que caracterizaban a los estudios ubicados en Londres y otras grandes ciudades. Rockfield no era un lugar, y en esto fue pionero, para llegar, grabar e irse: allí se vivía al tiempo que se creaba música. Este ambiente de paz y libertad, así como la adquisición por parte de los hermanos Ward de equipos de grabación de alta calidad, llevó a muchos músicos británicos a visitar el lugar después de que el artista local Dave Edmunds pusiera Rockfield en el mapa al registrar allí éxitos como I hear you knocking. Eso sí, el grupo que provocó la explosión del estudio fue Black Sabbath, que llegaron a Gales siendo una desconocida banda de Birmingham y salieron de allí con un álbum bajo el brazo que sentó las bases de lo que muy pronto daría en llamarse heavy metal. A partir de ahí, el listado de artistas que han grabado en Rockfield habla por sí mismo. La película, que sigue el tradicional orden cronológico y se centra en los recuerdos de los ya ancianos Kingsley y Charles Ward, así como en los de Ann y Lisa, esposa e hija del primero de ellos, se estructura como una especie de grandes éxitos, pues el ajustado metraje se destina casi en exclusiva a hablar de los grupos más vendedores que grabaron en Rockfield a lo largo de las décadas, lo cual deja fuera, o casi, a muchas de las grandes bandas que dieron forma allí a algunas de sus mejores creaciones. Por aclarar, esta muy bien que Ozzy Osbourne recuerde sus años mozos desde su lujosa mansión de Beverly Hills, porque nadie significó tanto para Rockfield como Black Sabbath, pero la insistencia en hablar de Oasis o Coldplay, más allá de que ambos grupos, junto a otros que formaron la plana mayor del brit-pop, contribuyeron a la resurrección del estudio después de unos años difíciles, se antoja mucho más arbitraria. La presencia del deslenguado Liam Gallagher hace que, al menos, el anecdotario de Oasis tenga su miga, pero Chris Martin y los suyos son sosos a rabiar. Al margen de un listado que precede a los créditos finales, nada se dice de la presencia en el estudio de grupos como Budgie (banda poco conocida que también merece su espacio como precursora inmediata del heavy metal), Dr. Feelgood, Judas Priest, Bauhaus, The Damned o los Waterboys, o de solistas como Edwin Starr, Paul Weller, Annie Lennox o Ian Gillan. En otros casos, y cito en primer lugar el de Motorhead, las alusiones se centran en Hawkwind, la banda de la que Lemmy Kilmister formó parte antes de crear al grupo más ruidoso sobre la faz de la Tierra. Hawkwind es un grupo a reivindicar, pero uno piensa que el anecdotario de Lemmy en Rockfield, del que algo se insinúa, daría para rellenar por sí solo un film de hora y media. Igualmente, sólo se cita a grupos del calibre de Rush, mientras que las alusiones a Queen se resumen en que en ese estudio fue donde Freddie Mercury terminó de dar forma a su canción más recordada, Bohemian rhapsody. Perfecto, pero es que ya habían grabado allí uno de sus mejores discos, Sheer heart attack. Sí encuentro muy lógico que se hable de un grupo que rehusó intervenir en el documental, The Stone Roses, pues el cuarteto de Manchester vivió más de un año en el estudio, y también que se ponga énfasis en los Charlatans y en la tragedia que les afectó mientras grababan en Rockfield, pero en general el acercamiento a los músicos que han hecho de ese estudio un lugar mítico me parece superficial y demasiado adaptado a los gustos populares.
Técnicamente todo es muy pulcro, y así hay que decirlo. Las animaciones que se incluyen para ilustrar algunas anécdotas de los inicios del estudios aportan un saludable punto gamberro en un producto quizá pensado en exceso para todos los públicos. Por razones obvias, existen pocas imágenes originales de las sesiones de grabación o de la estancia de los grupos en Rockfield, así que Hannah Berryman suple ese handicap con la continua presencia en pantalla de los artífices del estudio y de los músicos más famosos de cuantos grabaron allí. El montaje es ágil y el visionado agradable, aunque falte en la película esa garra que le sobra a los riffs de Tony Iommi. En conjunto, Berryman presenta una obra más para neófitos, y en este apartado quizá haya que incluirla a ella misma, que para iniciados. Cumple bien con su inequívoca voluntad divulgativa y de reivindicación, pero carece de profundidad en la mayor parte de su metraje. Eso sí, las canciones que se incluyen son, en su mayor parte, espléndidas. Ahí está esa maravilla que es How long, de Ace, por poner un solo ejemplo. Sólo por esto, y por hacernos recordar épocas en las que la música movía el mundo, ver Rockfield: El estudio en la granja ya merece la pena.