INVADERS FROM MARS. 1953. 78´. Color.
Dirección: William Cameron Menzies; Guión: Richard Blake; Dirección de fotografía: John F. Seitz; Montaje: Arthur Roberts; Música: Raoul Kraushaar; Dirección artística: Boris Leven; Producción: Edward L. Alperson, para Edward L. Alperson Productions (EE.UU).
Intérpretes: Jimmy Hunt (David MacLean); Helena Carter (Dra. Blake); Arthur Franz (Dr. Kelston); Leif Erickson (George MacLean); Hillary Brooke (Mary MacLean); Morris Ankrum (Coronel Fielding); Max Wagner (Sargento Rinaldi); William Phipps, Milburn Stone, Janine Perreau, Bert Freed, Robert Shayne.
Sinopsis: Una noche, un niño, cuyo padre es ingeniero en un complejo militar secreto estadounidense, observa cómo una nave aterriza en las inmediaciones de su casa. Después, el ingeniero y otros vecinos de la zona desaparecen, para regresar al poco tiempo mostrando un comportamiento distinto al habitual.
La última película dirigida por William Cameron Menzies fue Invasores de Marte, film que comparte género, el de la ciencia-ficción, con la mejor obra de Menzies como director, Vida futura. En este caso, nos hallamos ante uno de los films clásicos de invasiones alienígenas, tema que se puso muy de moda tras la Segunda Guerra Mundial por dos razones: la entrada en el imaginario colectivo del fenómeno OVNI, y la paranoia anticomunista que se adueñó por entonces de los Estados Unidos y marcó el inicio de la aún muy vigente Guerra Fría. Vista hoy, la película se ve como un producto emblemático de su época, pero bastante mediocre en lo cinematográfico.
Invasores de Marte es una serie B pura y dura, con evidentes limitaciones presupuestarias que sólo a veces logra suplir la calidad como escenógrafo de Menzies. El protagonista es un niño apasionado de la ciencia, oficio con el que su padre se gana la vida en un complejo militar cercano. En una noche de tormenta, la criatura observa el aterrizaje de un platillo volante en un arenal muy próximo a su casa. El primero que acude a inspeccionar el lugar, en el que no queda rastro de la nave, es el padre del muchacho, que desaparece y, horas más tarde, vuelve a casa con una extraña marca en la nuca y una actitud mucho más huraña que de costumbre. Poco a poco, otros lugareños muestran idéntica reacción después de acercarse por la zona, con lo que el niño, y tras él dos científicos que también trabajan en la zona, llegan a la conclusión de que en esa nave viajaban seres de otro planeta, que han establecido su base en el subsuelo y quieren tomar el control de la superficie, valiéndose para ello del control mental sobre los terrícolas. Vemos, pues, el planteamiento canónico de la situación, con criaturas llegadas desde el espacio exterior con intenciones hostiles respecto a nuestro planeta y sus amables y pacíficos habitantes. Como firme partidario de una invasión alienígena de cualquier tipo, no tengo mucho que añadir al respecto, salvo que la película oscila entre lo interesante y lo pedestre sin apenas solución de continuidad. El guión, más allá de lo que plantea la trama, no ofrece demasiadas sorpresas, los diálogos son planos y los personajes, esquemáticos y carentes de profundidad. En lo técnico, Menzies juega mucho con la elipsis (a la fuerza ahorcan), y se vale de una cámara casi siempre estática, en un film donde el predominio del plano fijo es apabullante. Lo mejor en este aspecto son el color, bien trabajado por John Seitz, la escenografía de la superficie, que tal como está diseñada proporciona las imprescindibles dosis de intriga al asunto, y la música de Raoul Kraushaar, que sigue la senda pre-psicodélica de las películas de marcianos. Todo ello se malogra bastante cuando los humanos acceden al subsuelo (como de costumbre, los yanquis se enfrentan a una inteligencia superior a cañonazos, de acuerdo al talante democrático y liberal que les caracteriza), porque los marcianos son muy cutres, y ni la pericia de Menzies, que como director tuvo épocas más inspiradas, evita la sensación de cartón-piedra imperante. De hecho, en algún momento del clímax eché a faltar el doblaje de Joaquín Reyes, porque lo que veían mis ojos era propio de Mundo viejuno.
Los actores están entre lo salvable (poco) y los que merecerían ser abducidos por los extraterrestres para recibir clases de interpretación. Diré que Jimmy Hunt, el niño protagonista, es más bien repelente, y sin embargo no es de lo peor del elenco. Arthur Franz es quien lleva a cabo una actuación más solvente, Leif Erickson debería haber matizado bastante más su metamorfosis de padre afable y cariñoso a tirano abducido, y Helena Carter no da un nivel aceptable, siendo breves. Está más acertada Hillary Brooke, que sólo con mostrarse correcta ya destaca aquí, y lo mismo digo de Morris Ankrum, que por lo menos interpreta a un rudo oficial de un modo creíble. Se ve, en general, que William Cameron Menzies es mucho mejor escenógrafo que director de actores.
Invasores de Marte conserva, a mi juicio, su valor testimonial como precursora de la muy superior La invasión de los ladrones de cuerpos, además de un carácter entrañable para cinéfilos nostálgicos. En lo cinematográfico, es un film más bien flojo.