IL TUO VIZIO É UNA STANZA CHIUSA E SOLO IO NE HO LA CHIAVE. 1972. 95´. Color.
Dirección: Sergio Martino; Guión: Ernesto Gastaldi, Adriano Bolzoni y Sauro Scavolini, basado en un argumento de Luciano Martino y Sauro Scavolini, adaptación libre del relato The black cat, de Edgar Allan Poe; Director de fotografía: Giancarlo Ferrando; Montaje: Attilio Vincioni; Música: Bruno Nicolai; Diseño de producción: Giorgio Bertolini; Producción: Luciano Martino, para Lea Film (Italia).
Intérpretes: Edwige Fenech (Floriana); Anita Strindberg (Irina); Luigi Pistilli (Oliviero); Ivan Rassimov (Walter); Angela La Vorgna (Brenda); Franco Nebbia (Inspector); Nerina Montagnani (Molinar); Enrica Bonaccorti, Daniela Giordano, Ermelinda De Felice, Riccardo Salvino, Marco Mariani.
Sinopsis: Un escritor sin ideas y alcoholizado es sospechoso del asesinato de la empleada de una librería, antigua alumna suya, y posterior amante.
Sergio Martino, prolífico cineasta italiano cuya trayectoria abarca todos los géneros que uno pueda imaginar, cosechó sus primeros éxitos en el cine de terror gracias a títulos como Vicios prohibidos, adaptación libre de El gato negro, uno de los relatos más conocidos de Edgar Allan Poe, y también uno de los mejores, a juicio de quien esto escribe. La película se enmarca dentro del giallo, subgénero específicamente italiano cuyos máximos exponentes son Mario Bava y Dario Argento. Al igual que las anteriores incursiones de Martino en el cine de terror, Vicios prohibidos (particular abreviación hispánica del larguísimo título original, muy propio del cine italiano de la época), figura entre lo más distinguido de una filmografía consagrada a los géneros más populares en cada momento.
Martino, que de nuevo contó con su hermano Luciano como productor, maneja multitud de referencias. Las más llamativas se deben a la pareja de cineastas nombrados en el párrafo anterior, porque Vicios prohibidos no sería lo que es sin los precedentes de películas como Bahía de sangre, cuya influencia a la hora de filmar los asesinatos es notoria, o El gato de las nueve colas, historia con motivos felinos que consagró a Dario Argento como nuevo maestro del terror italiano. También hay guiños a las adaptaciones de historias de Poe realizadas por Roger Corman, lejanas reminiscencias de Las diabólicas e incluso autohomenajes que nos llevan al propio título, tomado de una escena del primer giallo dirigido por Martino, La perversa señora Ward. Este cóctel da lugar a una puesta en escena en la que predomina lo bizarro ya desde los primeros fotogramas, que nos llevan a la mansión, cercana a Verona, en la que va a desarrollarse la práctica totalidad de la historia. Allí viven Oliviero, un escritor en crisis, obsesionado con su fallecida madre, con tendencia al abuso del alcohol y a los comportamientos sádicos, su esposa Irina, que cría palomas y soporta como puede las humillaciones a las que la somete su marido, una criada negra llamada Brenda, que tampoco escapa al temperamento despótico de Oliviero, y un gato del mismo color que lo observa todo en silencio y responde al muy adecuado nombre de Satán. La primera secuencia es, quizá, la más bizarra de todas, e ilustra una desmadrada y etílica fiesta en la que unos hippies de un camping cercano llevan a cabo su particular versión de Woodstock y Oliviero pasa el rato ridiculizando a su mujer. Poco después, la joven empleada de una librería, antigua alumna y amante del escritor, es brutalmente asesinada en los alrededores, hecho que convierte al protagonista en el principal sospechoso del crimen. La llegada a la finca de Floriana, la bella y desinhibida sobrina de Oliviero, no hace sino complicar aún más un entorno en el que el de la librera será el primero de una serie de sangrientos crímenes.
La truculencia y el erotismo son dos ingredientes de suma importancia en Vicios prohibidos, que brilla por la construcción de una atmósfera malsana, aunque su puesta en escena es más tosca que las de sus referentes, entre otras cosas porque Giancarlo Ferrando no posee el estilismo visual de Mario Bava. La historia transcurre, y en ocasiones se desvía, por distintos derroteros, reservando para el final la fidelidad al relato de Poe. Se sigue la tónica de darle al público más sangre (la película es otro claro precedente del subgénero slasher, aunque en ella las acciones del asesino en serie sean más bien una digresión) y más sexo que el que podían ofrecerle las producciones norteamericanas de entonces, pero si por algo destaca el film es por la profunda amoralidad de sus protagonistas (a excepción, claro está, del gato). Los crímenes siempre se muestran de un modo abrupto, y no parece que a Martino le afecte demasiado que puedan acusarle de efectista, sino más bien que esa característica es parte fundamental de su estrategia, que busca llenar salas antes que hacer arte, pero que en ocasiones logra unos resultados escénicos más que solventes. La música, de Bruno Nicolai, cumple con todos los estereotipos del género sin aportar nada especial, pero al menos es resultona.
Encabeza el reparto una Edwige Fenech cuya belleza es de las más impresionantes que uno haya visto. Su talento como actriz daba para algo más que para ser la diva de la comedia calentorra en la que más tarde se convirtió (gracias al propio Martino, en buena parte), como puede verse aquí. La sueca Anita Strindnerg, que dio lo mejor de sí en el giallo, brinda una interpretación muy convincente como víctima-verdugo, mientras que Luigi Pistilli, actor más recordado por sus apariciones en títulos emblemáticos del spaghetti-western, hace un trabajo bastante satisfactorio en el papel de un tipo despreciable. La labor de los secundarios es mucho más discreta, con un Franco Nebbia que no pasa de correcto, un Riccardo Salvino que no llega ni a eso, y un Ivan Rassimov que no aporta mucho más que su hierática presencia. Nerina Montagnani, con un papel corto pero relevante, es quizá la que da un mejor nivel.
Vicios prohibidos es un clásico menor del giallo, pero también una película muy entretenida, realizada con acierto y con un final que uno no se cansa de ver, por mucho que lo conozca. Entre lo más reivindicable de la filmografía de Sergio Martino, sin duda.