LISA E IL DIAVOLO. 1973. 93´. Color.
Dirección: Mario Bava; Guión: Mario Bava y Alfredo Leone; Director de fotografía: Cecilio Paniagua; Montaje: Carlo Reali; Música: Joaquín Rodrigo; Dirección artística: Nedo Azzini; Producción: José Gutiérrez Maesso y Alfredo Leone, para Tecisa-Leone International-Euro America Produzioni Cinematografiche (Italia-España).
Intérpretes: Telly Savalas (Leandro); Elke Sommer (Lisa); Sylva Koscina (Sophia); Alessio Orano (Max); Alida Valli (Condesa); Eduardo Fajardo (Francis Lehar); Espartaco Santoni (Carlo); Gabriele Tinti (George); Kathy Leone, Franz Von Treuberg.
Sinopsis: Una turista se pierde en Toledo después de visitar una tienda de antigüedades en la que se encuentra con un misterioso personaje.
No nos encontraremos, si entramos a analizar la obra de Mario Bava en los años 70, con sus mejores películas, pero sí con algunos de sus films más imitados. También con algunas cintas discretas, de las que El diablo se lleva los muertos supone un buen ejemplo. El film, no obstante, gozó de cierta popularidad, e incluso el propio Bava rodó no mucho después una versión americana, inferior a la aquí reseñada según aquellos que pueden comparar, titulada La casa del exorcismo. Sea como fuere, esta coproducción hispano-italiana es una obra menor dentro de una trayectoria que, para entonces, ya había dado lo mejor de sí.
Al comienzo, que Bava ya tiñe con la atmósfera surreal marca de la casa, un autocar de turistas deja a sus pasajeros en una plaza toledana en cuyos muros existe una representación artística de la que el film toma su título. Distraída, una de las turistas se interna en un Toledo descrito como gótico y laberíntico, hasta acabar en una tienda de antigüedades en la que topará con una persona que guarda un gran parecido con la figura plasmada en el muro de la plaza. Al salir, el autocar ha partido, y la turista vaga sin destino por calles solitarias, hasta que una pareja que viaja en un vetusto automóvil la recoge. El vehículo se estropea a medio camino, y sus ocupantes deben pasar la noche en la mansión de una condesa cuyo mayordomo es, casualidades de la vida, el hombre de la tienda de antigüedades.
Más allá de presentarnos a una galería de personajes desquiciados, la película baja enteros cuando su marco queda circunscrito a la mansión de la condesa, porque se pierden las posibilidades escénicas de los exteriores toledanos sin que lo opresivo de la estancia genere excesivo interés, en buena parte porque la narración, en esta fase del film, es confusa y dispersa, con diálogos tópicos y la sensación de que la trama no avanza. Como sucede en otras películas de Bava, el punto de inflexión, que en El diablo se lleva los muertos se me antoja en exceso tardío, lo marca la aparición del primer cadáver, el del chófer y amante de la esposa del dueño del automóvil averiado. Eso sí, el relato, en el que se mezclan inquietantes ancianas de la nobleza, el asesino psicópata de turno, fantasmas del pasado y el poderoso influjo del Maligno, con una mujer atrapada en semejante paisaje, es poco más que un Edgar Allan Poe de saldo, poco original y con personajes definidos con trazo grueso. Eleva el nivel del conjunto la capacidad del director para lo truculento, apoyada en una fotografía (firmada por Cecilio Paniagua, pero en la que el propio Mario Bava, acreditado cinematógrafo, tuvo muchísimo que ver) que da a todo lo que acontece una apariencia pesadillesca (vista de ese modo, la ilógica de la narración adquiere un mayor sentido). Destaca también la manera en la que se adapta a un contexto terrorífico la música del maestro Joaquín Rodrigo, que incluye el archifamoso adagio del Concierto de Aranjuez. Es decir, que el encanto está mucho más en la forma (la cortante manera de mostrar los crímenes, los contrapicados de la protagonista en Toledo, los travellings de aproximación hasta llegar a los ojos de los personajes) que en un fondo no especialmente inspirado u original. La última escena, que por cierto está rodada en el aeropuerto de Barcelona, tiene su gracia, todo hay que decirlo.
El reparto, internacional como suele suceder en esta clase de producciones, lo encabeza un Telly Savalas más irónico que demoníaco, a quien vemos con la imagen más icónica de su carrera: con un Chupa-Chups en la boca. Otra estrella venida a menos, la alemana Elke Sommer, es quien lleva sobre sí el mayor peso del relato, y lo hace de una manera solvente en la que fue su segunda colaboración con Mario Bava, entente que se extendió al remake americano de esta cinta. Otra belleza de la época como Sylva Koscina, se limita a cumplir en su rol de esposa adúltera, mientras que Alessio Otano es de lo más flojo de un elenco en el que lo mejor es la veterana Alida Valli en el papel de aristócrata con sed de venganza. Eduardo Fajardo cumple sin más, y Gabriele Tinti hace otro tanto. Mientras, Espartaco Santoni pasaba por allí. Poco más cine hizo, lo cual no fue ninguna tragedia.
El diablo se lleva los muertos es una película muy de su época, curiosa y con algunos puntos de interés, pero sin duda de menor calidad que varias de las obras anteriores de Mario Bava.