AIRPORT. 1970. 137´. Color.
Dirección: George Seaton; Guión: George Seaton, basado en la novela de Arthur Hailey; Dirección de fotografía: Ernest Laszlo; Montaje: Stuart Gilmore; Música: Alfred Newman; Dirección artística: E. Preston Ames y Alexander Golitzen; Decorados: Mickey S. Michaels y Jack D. Moore; Producción: Ross Hunter, para Ross Hunter Productions-Universal Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Burt Lancaster (Mel Bakersfeld); Dean Martin (Vernon Demerest); Jean Seberg (Tanya Livingston); Jacqueline Bisset (Gwen Meighen); George Kennedy (Patroni); Helen Hayes (Ada Quonsett); Van Heflin (D. O Guerrero); Maureen Stapleton (Inez Guerrero); Barry Nelson (Capitán Harris); Dana Wynter (Cindy); Lloyd Nolan (Harry Standish); Barbara Hale (Sara Demerest); Gary Collins, John Findlater, Jessie Royce Landis, Whit Bissell, Paul Picerni.
Sinopsis: En mitad de una grave crisis matrimonial, el jefe de operaciones de un aeropuerto se enfrenta a la noche más difícil de su carrera.
Si bien George Seaton es más conocido por su faceta de guionista, no hay que olvidar que también tuvo ocasión de dirigir algunas películas notables hasta que, ya en las postrimerías de su carrera, se encargó de la superproducción que daría el pistoletazo de salida al cine de catástrofes, que gozó del favor del público durante la década posterior al estreno de Aeropuerto, un film que marca los cánones del género: adaptación de un best seller, trama coral servida a través de un guión que busca la afinidad del espectador con los personajes que tratan de evitar la tragedia, reparto estelar, formado a partes iguales por primeras figuras y viejas glorias ya en el olvido, metraje generoso y utilización de los efectos visuales más sofisticados que pudieran encontrarse. El éxito de la fórmula no sólo dio para la creación de una saga, sino para que, a su alrededor, proliferaran producciones de todo tipo en las que un puñado de valientes por obligación debían evitar una catástrofe, ya fuese natural o provocada por el ser humano. Por lo que respecta a esta película, Seaton logró que fuera tan espectacular como prometía, y también que hubiera tiempo para dibujar un perfil preciso de los personajes principales.
Justo la noche en la que su ya tambaleante matrimonio amenaza con hundirse de manera definitiva, el principal responsable logístico de una importante compañía aérea estadounidense debe afrontar una jornada en la que el frío y la nieve provocan tales dificultades que el cierre de la infraestructura al tráfico aéreo parece la solución más prudente, máxime cuando una de las aeronaves se queda embarrancada en la principal pista de aterrizaje. Este hombre, que en su agotadora pero adrenalínica labor tendrá el apoyo de una alta ejecutiva de la empresa, que además es su amante, tiene tiempo para relajarse departiendo con una anciana retenida por ser una polizona profesional, pero los problemas van en aumento cuando descubren que, entre los pasajeros que han embarcado en un vuelo con destino a Roma, se halla un hombre portador de un artefacto explosivo. El copiloto de ese avión es el cuñado del protagonista, con quien mantiene una tensa relación. Para complicar aún más el asunto, el copiloto descubre que la azafata con la que mantiene un romance espera un hijo suyo.
Seaton orquesta este batiburrillo de conflictos con bastante sentido, con lo que el espectador no se pierde en la trama, y empleando un abanico de géneros (en Aeropuerto hay predilección por el drama romántico y la comedia, dos géneros en los que el director había brillado con anterioridad) que, en la parte final de la película, se decanta claramente por el espectáculo puro y duro, con la tensión a cotas elevadas desde que se descubre que uno de los pasajeros del Boeing 707 que va hacia Roma puede volarlo en pedazos, y que, para más inri, si esa aeronave logra volver entera al lugar del que partió, primero hay que sacar el avión embarrancado de la única pista disponible para realizar un aterrizaje de emergencia. Seaton, guionista dotado de ingenio y habilidad para estructurar narraciones complejas, logra que las escenas de comedia, casi todas protagonizada por la anciana que aprovecha su aspecto vulnerable para emplear todo tipo de triquiñuelas con el noble objetivo de volar gratis, tengan gracia. En el drama romántico es donde la trama flaquea más, y seguramente es el único aspecto de la película en el que esta acusa el paso del tiempo: se desprende un mensaje a favor del divorcio, pero de clara tolerancia al adulterio masculino, y hay un claro trasfondo antiabortista. No es que las escenas o los diálogos sean estúpidas, pero las esposas quedan como seres quejicas o ignorantes, algo así como un lastre del que hay que liberarse en busca de alternativas mejores. Eso sí, el desenlace del matrimonio del jefe de operaciones sí creo que se resuelve con acierto. En su faceta de cine-espectáculo, creo que Aeropuerto merece un elogio rotundo, pues el director prima la tensión sobre los efectos especiales, que por otra parte lucen muy bien en pantalla. La escena en la que Patroni, el hombre que todo lo resuelve, intenta a la desesperada sacar el avión encallado para que la otra aeronave pueda tomar tierra en la única pista en la que esa maniobra no es un suicidio, es magnífica, superior incluso a la del propio aterrizaje de emergencia. Antes de esto, opino que lo que sucede en el avión siniestrado desde que el terrorista es descubierto hasta que se resuelve a cara o cruz el destino de todos los pasajeros es difícil de mejorar, por el manejo de la tensión dramática, la gran labor de montaje y el modo en que la película refleja que, más allá de los problemas y vivencias de los personajes, existe un punto en el que la supervivencia pasa a ser lo único importante. En este aspecto, la película se inicia con una pantalla en negro y los mensajes de megafonía de la terminal, para pasar de inmediato a ofrecer un plano cenital del aeropuerto en plena ebullición. Pocos planos generales más veremos, y casi todos ellos tienen lugar en las secuencias que ilustran los intentos por sacar el avión encallado. Por contra, abundan los planos cortos, y es de destacar que Ernest Laszlo, camarógrafo que ya había utilizado estos recursos a las órdenes de Fleischer o Aldrich, emplea en abundancia técnicas típicas de la época como la pantalla múltiple, así como la inserción de los controladores en muchos de los planos finales de la cabina. Otro de los elementos imprescindibles en esta clase de producciones es una banda sonora rimbombante y espectacular, de la que aquí se encarga Alfred Newman en el que fue el último trabajo de su carrera. Como ya había hecho en otros géneros, este magnífico compositor sentó las bases de lo que debía ser la música de esta clase películas. Lo suyo fue, en todos los sentidos, un adiós a lo grande.
Burt Lancaster nunca tuvo reparos en reconocer que aceptó protagonizar Aeropuerto, film que le interesaba más bien poco, con el fin de obtener financiación para proyectos mucho más personales. No es que estemos ante uno de sus grandes trabajos en pantalla, pero igualmente el actor se muestra enérgico y lleno de carisma en un papel más exigente de lo que parece. Dean Martin, que volvía a la gran pantalla después de haber interpretado por última vez a Matt Helm dos años atrás, nunca dejó de ser él frente a la cámara, pero vuelve e demostrar que también tenía talento como actor dramático. La malograda Jean Seberg hizo su último papel importante en Hollywood antes de su caída en desgracia por motivos políticos, y cumple más que bien en la piel de la resolutiva y dulce Tanya. Otra gran estrella emergente como Jacqueline Bisset tiene un rol más típico, el de azafata enamorada, pero sale bien parada del envite. Por su parte, George Kennedy, que se haría un rostro habitual no sólo del género, sino también de las parodias que de él se derivaron, está perfecto en el papel de hombre con recursos para todo. No obstante, quien se llevó la palma. y de paso el Óscar a la mejor actriz secundaria, fue la veterana Helen Hayes, que volvió a lo grande al cine después de un largo período trabajando sólo en televisión, y muestra todas sus dotes de comediante excepcional. Van Heflin, otra antigua estrella rescatada para la ocasión, y que por cierto moriría poco después del estreno de Aeropuerto, hace una buena labor como hombre desesperado, pero tampoco da lo mejor de sí, mientras que Maureen Stapleton, que da vida a su sufriente esposa, desempeña de manera notable el rol más puramente dramático del elenco, mejor que una Dana Wynter, también rescatada de la televisión, que no logra trascender lo tópico de su papel. Barry Nelson, éste sí un actor fundamentalmente televisivo, cumple como piloto en apuros, mientras que el veterano Lloyd Nolan está tan certero como de costumbre.
Aeropuerto es una película espectacular y francamente entretenida, con poso dramático y mejor resistencia al tiempo que gran parte de los films que siguieron su estela. Deberían emitirla más en televisión, que hay que hacer descender el tráfico aéreo.