EL REINO DE VÍCTOR. 1989. 36´. Color.
Dirección: Juanma Bajo Ulloa; Guión: Juanma Bajo Ulloa, Yolanda López de Heredia y Esther Pérez de Eulate; Dirección de fotografía: Kiko de la Rica; Montaje: Juanma Bajo Ulloa y Eduardo Bajo Ulloa; Música: Jesús Gestoso y Francisco Rodríguez de Infante. Canciones de Bingen Mendizábal y José Dorronsoro; Decorados: Ana Pérez de Eulate; Producción: Alfonso Rueda Díaz de Rábago, para Gasteizko Zinema, S.L. (España).
Intérpretes: Javier Jiménez (Padre); Luisa María Solaguren (Sara); Alberto Martín Aranaga (Joven); Jon Belar (Víctor).
Sinopsis: Cada noche, Sara lee a Víctor un cuento, sobre una princesa sola y desgraciada, que tiene mucho que ver con su propia vida.
Antes de convertirse en el enfant terrible por antonomasia del cine patrio, Juanma Bajo Ulloa dirigió una serie de trabajos que captaron el interés de la crítica e hicieron que su nombre figurara en la lista de los directores que iban a revitalizar un panorama cinematográfico español en crisis permanente. Su segundo cortometraje, El reino de Víctor, ganó el Goya en su categoría y, además de ser una obra de notable calidad, le catapultó hasta el formato largo, en el que debutó con la muy estimable Alas de mariposa.
Más propiamente un mediometraje, pues su duración supera con creces la media hora, El reino de Víctor anticipa diversas constantes en un director de innegable talento visual que tiende a dispersarse en lo narrativo: el drama real convertido en cuento gótico, la figura del patriarca como representación de todo lo que pueda haber de negativo en el ejercicio de la autoridad, la mujer como criatura sufriente, el aislamiento forzoso y la voluntad de salir de él, la liberación a través de la violencia o la sensibilidad infantil son elementos centrales en esta película que continuaron siéndolo tras el salto al largometraje del director vasco. En un caserón aislado, en el que falta la figura materna, una joven y un niño viven bajo el yugo del padre del muchacho, un déspota con todas las letras. Ambos sueñan con la libertad mientras ella lee un cuento de evidente carácter alegórico, con un Castillo, un Ogro, una Princesa cautiva y un Príncipe valiente que ha de llegar para liberarla. En el lugar habita también un intruso, un joven de aspecto desastrado que se alimenta de lo que puede e intenta pasar inadvertido.
El director utiliza a las hormigas, que poco a poco van adueñándose de la casa, como símbolo de lo pútrido del ambiente en que allí se vive. Lo hace con un estilo visual efectista, con música y encuadres propios del cine de terror (lo gótico domina, repito): primeros planos en los que apreciamos la maldad de uno y el miedo y sufrimiento de los otros, travelings para mostrar los recovecos de la amplísima vivienda, en cuya iluminación predomina una tiniebla que contrasta con lo luminoso del mundo exterior, y de las propias viñetas del cuento (el cómic como vía de escape de una realidad malsana), y un modo explícito de mostrar la violencia heredero, con planos cortos montados casi con brusquedad, del cine de terror europeo. Hay escenas muy poderosas, como la del vino y la que ilustra el encuentro final entre las dos violencias, la del patriarca y la del intruso, ubicadas junto a otras de mera transición, pero en conjunto el relato es coherente, tenso y sólido.
Los actores, ninguno de los cuales hizo una gran carrera en el cine, no son de lo mejor de la película, aunque a Javier Jiménez se le nota la experiencia previa (había trabajado previamente a las órdenes de Carlos Saura en Los zancos) y cumple bien como tirano arquetípico. Luisa Solaguren es una Princesa más bien inexpresiva, rasgo que comparte con el actor que da vida al intruso, Alberto Martín Aranaga. El niño Jon Belar no resulta repelente, lo que ya es algo, y posee una mirada que da juego ante la cámara.
El reino de Víctor fue la impactante carta de presentación de uno de los directores más desaprovechados de nuestro cine, y desde luego que sigue siendo un cortometraje de mucha calidad. Eso sí, he visto en él una poco edificante lectura política que ni siquiera voy a desarrollar porque no sé si se corresponde con la intencionalidad de su autor. En todo caso, un muy buen construido cuento gótico.