WATERSHIP DOWN. 1978. 91´. Color.
Dirección: Martin Rosen; Guión: Martin Rosen, basado en la novela de Richard Adams; Montaje: Terry Rawlings; Música: Angela Morley; Dirección de animación: Tony Guy; Supervisión de animación: Philip Duncan; Producción: Martin Rosen, para Nepenthe Productions-Watership Productions (Reino Unido).
Intérpretes: John Hurt (Voz de Avellano); Richard Briers (Voz de Quinto); Michael Graham Cox (Voz de Pelucón); John Bennett (Voz del Capitán Holly); Ralph Richardson (Voz del Jefe); Zero Mostel (Voz de Kehaar); Roy Kinnear (Voz de Puchero); Denholm Elliott (Voz de Prímula); Harry Andrews (Voz del General); Joss Ackland (Voz del Conejo Megro); Nigel Hawthorne (Voz de Campion); Simon Cadell, Terence Rigby, Richard O´Callaghan, Lynn Farleigh, Hannah Gordon, Clifton Jones, Michael Hordern.
Sinopsis: Sabedores de que su madriguera está en peligro, un grupo de conejos huye, en contra de las órdenes del Jefe, en busca de un nuevo lugar donde establecerse.
Ejemplo de cineasta con una filmografía en la que la calidad prevalece sobre la cantidad, Martin Rosen era conocido por ser coproductor de una de las películas-escándalo por antonomasia del cine británico, Mujeres enamoradas, cuando se estrenó en la realización de largometrajes con una película de lo que entonces se llamaban dibujos animados. Orejas largas, adaptación de una novela de culto de Richard Adams, no se mantuvo sin embargo ajena a la polémica, por cuanto no fueron pocos quienes consideraron que el contenido de la película no se avenía demasiado con lo que sería recomendable para el público infantil al cual, en principio, iba destinada. Moralinas al margen, Rosen, que se hizo cargo de la dirección a causa del fallecimiento de John Hubley, el primer designado para el puesto, logró sacar adelante una obra compleja que sin duda es una de las joyas del cine de animación británico.
De entrada, ya impacta la secuencia inicial (la única que llegó a dirigir John Hubley, según cuentan), en la que se hace hincapié en que la condición de los conejos, seres herbívoros que deben hacer frente a multitud de depredadores, se debe a un castigo que Frith, la divinidad creadora de todo lo existente, impuso al príncipe de estos animales a causa de su soberbia. Tal circunstancia se resume en esta sentencia: “Todo el mundo será tu enemigo. Príncipe del Millar de Enemigos, y cuando te atrapen, te matarán. Eso sí, primero tendrán que atraparte”. Mucho después, los conejos de una de tantas madrigueras se muestran inquietos porque Quinto, un taciturno ejemplar con dotes visionarias, cree que un grave peligro se cierne sobre ellos. La máxima autoridad del lugar ignora la advertencia, pero aun así, un grupo de pequeños mamíferos decide huir en busca de un entorno más seguro.
Lo que sigue es, en esencia, una versión animal del Éxodo, es decir, de la búsqueda de la Tierra Prometida por parte de un grupo de elegidos, y de la superación del sinfín de obstáculos que hallan en un camino en el que las buenas obras, como ayudar a un pájaro herido, les son recompensadas. Las aventuras, con todo, no terminan con la llegada al destino, porque resulta que toda la expedición la forman machos y, por tanto, una vez en su nuevo hogar deben ir a otras madrigueras en busca de hembras para perpetuar la colonia, porque los conejos son animales biológicamente diseñados para reproducirse a espuertas, y sin duda los machos desconocen lo mucho que pueden hacer por ellos la masturbación y el porno por internet. Estas expediciones les llevan a dar con un régimen totalitario, gobernado por un despiadado general, que se interpone en sus planes y amenaza con destruirles. Por tanto, todo acaba en una pelea a muerte, simbolizada y decidida en el enfrentamiento entre el dictador y el mejor soldado de la expedición, del mismo modo que sucedería en la vida real. Más allá de las connotaciones bíblicas, en el clímax de Orejas largas es notoria la influencia del Orwell de Rebelión en la granja. En general, se trata de un relato de tintes oscuros, en el que se muestran el desarraigo, la incertidumbre ante lo que deparará el futuro, la lucha por la supervivencia, los mecanismos del poder, el dolor y la muerte, cuyo símbolo es el Conejo Negro, que no representa el final de todo, sino el tránsito hacia otro modo de existencia. No obstante, en última instancia Orejas largas es una historia sobre una empresa exitosa, sin obviar los sacrificios que implica dejar atrás todo lo que se ha conocido y labrarse un nuevo destino.
En una época en la que los más altos estándares de calidad en la animación estaban fijados por la todopoderosa factoría Disney, hay que decir que el resultado obtenido por Martin Rosen es más que digno, con una puesta en escena sencilla pero muy acertada en lo que respecta a los colores y al dinamismo de los personajes en pantalla, aspecto muy importante dado que el film lo protagonizan animales que se mueven a gran velocidad. Del logrado conjunto sobresalen las secuencias que tienen lugar en la granja, la lucha entre el general y Pelucón, y sobre todo la bellísima escena final, con la que el relato cierra de manera perfecta el círculo iniciado en el prólogo. En medio, elegantes travellings proporcionan pausa y elevan el nivel visual, en el que tiene mucho que ver el montaje, obra de Terry Rawlings. La música, a la que Angela Morley aporta riqueza sinfónica, supone el mejor trabajo de esta compositora para la gran pantalla, cumplimentado por la presencia de la canción Bright eyes, cantada por Art Garfunkel, en una de las escenas de mayor belleza de la película.
Grandes nombres del cine inglés figuran entre los intérpretes que prestan sus voces a los personajes de Orejas largas. Al frente, un John Hurt inconmensurable, que pone su talento al servicio de Avellano, el líder del grupo de conejos que emprende la expedición. Menos conocido por el gran público, pero igual de notable en esta ocasión que sus ilustres colegas, es Richard Briers, que presta su voz a Quinto, el visionario pesimista. Otros actores eminentemente televisivos, como Michael Graham Cox, que encarna al vigoroso y audaz Pelucón, o John Bennett, hacen alarde matices vocales y buena dicción. Espléndido Joss Ackland poniendo voz a la Muerte, y tampoco se queda atrás Zero Mostel, cuyo personaje es el exótico pájaro Kehaar. No puedo obviar la presencia de otros nombres del calibre interpretativo de Ralph Richardson y Denholm Elliott, como tampoco dejar de mencionar el gran desempeño de Harry Andrews prestando su voz al despótico general.
No sé si Orejas largas es apropiada para niños. Sí que lo es para amantes del cine. Quienes piensan que los niños son, en esencia, criaturas estúpidas a las que hay que adoctrinar y a quienes deben ser ocultados los aspectos menos edificantes de la existencia, dirán que se trata de una película para adultos. Que ellos la entenderán mejor, es muy posible, pero por lo que a mí respecta, para quien no es apta esta gran película es para los tontos, cualquiera que sea su edad.