ARCHIMÈDE LE CLOCHARD. 1959. 77´. B/N.
Dirección: Gilles Grangier; Guión: Albert Valentin, adaptado por Michel Audiard, Gilles Grangier y Albert Valentin. Diálogos de Michel Audiard; Dirección de fotografía: Louis Page; Montaje: Jacqueline Thiédot; Música: Jean Prodomidès; Diseño de producción: Jacques Colombier; Producción: Jean-Paul Guibert, para Cinédis- Filmsonor- Intermondia Films-Pretoria Film (Francia).
Intérpretes: Jean Gabin (Arquímedes); Darryl Cowl (Arsène); Bernard Blier (Monsieur Pichon); Dora Doll (Luzette Pichon); Paul Frankeur (Monsieur Grégoire); Jacqueline Maillan (Madame Marjorie); Julien Carette (Félix); Jacques Marin (Mimille); Noël Roquevert (Capitán Brossard); Gaby Basset, Sacha Briquet, Albert Dinan, Bernard Lajarrige, Paul Mercey.
Sinopsis: Arquímedes es un veterano de guerra que vive en la indigencia en el París de los 50, sin que esa circunstancia le empuje a querer cambiar su situación.
Eficaz artesano, el grueso de cuya obra es bastante desconocida fuera de Francia, Gilles Grangier dirigió algunas películas de mucho interés, varias de las cuales adscritas al género policíaco, en el cual trabajó en diversas ocasiones con uno de los actores legendarios del cine francés, Jean Gabin. La colaboración entre ambos se extendió a otros géneros, alcanzando su máximo reconocimiento con Arquímedes el vagabundo, una comedia dramática sobre la vida de un peculiar indigente que sigue siendo el film más alabado de Grangier, y el que le otorgó a Gabin el premio a la mejor interpretación masculina en la Berlinale.
Al parecer, este exitoso proyecto surge de una idea de su propio protagonista, que la puso en manos de uno de sus directores-fetiche para garantizar la calidad de un producto sobre el que pudo seguir manteniendo un importante control. La verdad es que pocas veces una película responde tan bien al hecho de que su título se corresponda con el nombre de su personaje principal, porque aquí, ese sin techo estiloso, alcohólico e iracundo, que se muestra tan orgulloso de su condición de veterano de guerra como de su renuencia a formar parte del engranaje capitalista, abarca los cuatro puntos cardinales de un film construido y desarrollado en torno a él. Arquímedes, hombre dotado de cultura y don de gentes, vive en un bloque del extrarradio parisino cuya construcción se está apenas iniciando, y sólo sufre porque se aproxima noviembre y, a partir de ahí, el frío hace que vivir en la calle se convierta en un verdadero problema. La alternativa, que el vagabundo ha explorado en alguna ocasión, es la cárcel. El método escogido, y explotado en ocasiones previas, por Arquímedes para garantizarse techo y comida a cargo del Estado durante el invierno consiste en destrozar alguno de los bares que le sirven las numerosas copas de Muscadet que consume a lo largo del día. Esta vez, sin embargo, su calculado vandalismo sólo le supone una condena a ocho días en prisión, por lo que su problema está lejos de solucionarse, máxime cuando una mañana, Arquímedes se encuentra su refugio ocupado por otro indigente cuyo modo de vida es el secuestro de perros con pedigrí pertenecientes a señoras burguesas. Pero bueno, si te expulsan de tu refugio, siempre te quedará la Costa Azul…
Que nadie espere aquí un retrato social de la vida de los sin techo, ni mucho menos una denuncia. Arquímedes el vagabundo es el show de Jean Gabin, aunque hay que hacer constar que eso es decir bastante. Borrachuzo y colérico, pero también culto, bon vivant, cantante y bailarín, el protagonista deja clara su forma de ver la vida compartiendo desayuno con otro vagabundo mientras observa a los trabajadores entrar en una fábrica cercana: su modus vivendi no incluye un trabajo asalariado duradero, pero tampoco pedir limosna. Ejemplo de tantos veteranos de guerra incapaces de readaptarse a la vida civil cuando se licencian, Arquímedes ni sufre, ni se queja: bebe, divaga y vive de lo que puede. Sonreído por la Fortuna gracias a un accidente de su ocasional compañero de chamizo, ese paria muestra cuál es su filosofía cuando califica como esclavo al pescadero que le ha tildado de vago por no querer trabajar para él. La formula de un modo más amplio frente a los tres obreros que le critican por dar buena comida al perro que debe devolver a su dueña, y saca a relucir su lado más encantador cuando acude al domicilio de ésta para entregar al animal.
Gilles Grangier se mantiene en segundo plano, sabedor de quién es la estrella de la función. Junto a los guionistas, le ofrece a Gabin una narración sólida, una sobria puesta en escena y una envidiable capacidad de síntesis. El rigor y el oficio, quizá faltos de brillo pero eficaces en extremo, son las principales características visuales de un film que saca buen partido de la fotografía en blanco y negro (no en vano el operador, Louis Page, era, además de un tipo aplicado y experto, muy del agrado del protagonista), imitando el que posiblemente sea el principal rasgo narrativo del film: huir de lo tenebroso. En la misma línea, la banda sonora del poco prolífico, al menos cinematográficamente hablando, compositor Jean Prodomidès, opta por lo ligero y no desentona de un conjunto al que quizá le falten perspectiva y mordiente, pero cuya solvencia es indiscutible.
A través del personaje de Arquímedes, Jean Gabin puede ofrecer su amplia gama de registros: el actor de carácter, la estrella, el artista de variedades que fue antes de entrar en el cine, el soldado que combatió en la guerra. El suyo es uno de esos casos raros en los que un intérprete posee dignidad incluso cuando sobreactúa. A su alrededor no hay nadie capaz de hacerle sombra, pero eso no significa que la labor de los secundarios sea insuficiente: Darryl Cowl hace un buen trabajo en el papel de indigente quejica y con menos luces de las que se cree, Bernard Blier está divertido en el rol de un razonablemente suspicaz hostelero, y Paul Frankeur, actor muy habitual en el cine de Grangier, no le va a la zaga. Dora Doll cumple con nota como esposa casquivana, y tanto Jacqueline Maillan, que interpreta a una millonaria, como ese secundario eficaz que siempre fue Julien Carette, aquí en la piel de un indigente que vive de secuestrar perros, rayan a buen nivel.
Arquímedes el vagabundo es un film que encantará a los fans de Jean Gabin, y que recomiendo tanto a los aficionados al cine clásico como a quienes se plantean dedicarse a eso de la interpretación, porque es mejor aprender de los buenos.