FREDDIE MERCURY: THE FINAL ACT. 2021. 90´. Color.
Dirección: James Rogan; Guión: James Rogan; Montaje: Chris Wilson; Música: Tom Howe. Canciones de Queen. Producción: Dan Hall, para Rogan Productions-BBC (Reino Unido).
Intérpretes: Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor, Kashmira Bulsara, David Wigg, John Deacon, Mark Pakianathan, Anita Dobson, Marc Thompson, Peter Freestone, Jonathan Weber, Stuart Blizzard, Harvey Goldsmith, Mike Moran, Andros Georgiou, Lisa Stansfield, Joe Elliott, Roger Daltrey, Gary Cherone, Paul Young, Peter Tatchell.
Sinopsis: Repaso a los últimos años de vida de Freddie Mercury, tomando como eje el concierto de homenaje que se celebró en 1992.
Fue un documentalista de bien cimentado prestigio como James Rogan quien se encargó de rodar el documental que menos tiene que ver con Queen de todos cuantos han analizado la trayectoria del grupo desde que comenzara su andadura hará unos cincuenta años. Freddie Mercury: El show final no sólo se centra en la figura del desaparecido cantante, sino que analiza con detalle la enfermedad que acabó con su vida. Por ello, se trata de una película que va mucho más allá del ejercicio nostálgico para complacer a los fans de Queen y público rockero en general, constituyendo un impactante documento sobre toda una época, cuyo contenido y calidad técnica han sido motivo de alabanzas allá donde se ha proyectado.
En lo que respecta a Queen, Freddie Mercury: El show final muestra todo lo que no se veía en Bohemian rhapsody: la multitudinaria gira de presentación de A kind of magic en 1986, la firmeza de Freddie al afirmar que no iba a participar en más eventos de ese calibre, los primeros síntomas de enfermedad del cantante, el progresivo aumento de sus problemas de salud y, por fin, el cierre de filas que se produjo en la banda cuando Mercury confesó a sus compañeros, tal y como hizo sólo con sus más allegados pero no con su familia, que tenia SIDA y no había tratamiento posible para él. Todo concluye con el fallecimiento de Freddie a finales de 1991 y con el concierto celebrado en Wembley el 20 de abril de 1992 en homenaje a su figura. Recuerdo que fui uno de los 500 millones de personas que vieron ese tributo por televisión, pero entonces, recién cumplidos mis 19 años, reconozco que se me escapaba parte de su significado. El tiempo transcurrido me ha hecho comprenderlo mejor, pero precisamente aquí es donde reside el verdadero mérito del trabajo de James Rogan, que retrata, a través de Freddie Mercury, lo que supuso el SIDA en aquellos años, algo que no podíamos entender quienes no pertenecíamos a los colectivos de mayor riesgo y no vimos los estragos de la enfermedad más que en los noticiarios de la televisión.
Como todo lo que tiene que ver con Queen desde el fallecimiento de su vocalista principal, Brian May y Roger Taylor tienen un enorme protagonismo en la película, no sólo por lo extenso de sus testimonios sino porque es su punto de vista el que se expresa con mayor énfasis. No sucede lo mismo con John Deacon, retirado de la vida pública casi desde aquel concierto de homenaje y ausente en el documental, más allá de sus imágenes de archivo en grabaciones y conciertos. Sin embargo, Rogan extiende el relato a hacer comprender a la audiencia lo que significaba ser homosexual en los años 80, y la brutal estigmatización a la que fue sometido el colectivo entero en cuanto el VIH comenzó a extenderse por el mundo civilizado. Se nos hace ver que, pese al ensañamiento que padeció Mercury por parte de la prensa sensacionalista, más allá de él había miles de enfermos anónimos que, sin repercusión pública, sufrieron la enfermedad tanto como él y afrontaron un rechazo social absoluto. Resultan conmovedoras algunas declaraciones de la hermana del cantante, así como las de alguno de sus amigos íntimos que logró sobrevivir a la enfermedad, pero ningún testimonio tiene la fuerza de los de Marc Thompson, un seropositivo que vio languidecer y morir a la persona que más quería, y Mark Pakianathan, que contrajo la enfermedad en la adolescencia, pudo superarla y utilizó sus conocimientos médicos para ayudar a otros enfermos. Es aquí donde la película trasciende la figura de su protagonista y remueve conciencias al describir lo que significaba tener SIDA antes de la aparición de tratamientos eficaces (avance al que no fue ajeno el hecho de que figuras muy conocidas y admiradas fallecieran a causa de los estragos causados en su organismo por el VIH), tanto en el aspecto físico como en el psicológico y el social. Haciendo un ejemplar uso del montaje y exhibiendo una envidiable capacidad de síntesis, James Rogan muestra todo esto sin perder de vista la figura-eje de Freddie Mercury, y en apenas hora y media tiene además tiempo de narrar el proceso organizativo del concierto-homenaje, tarea en la que el guitarrista y el batería de Queen tuvieron una importancia capital, y de rememorar los momentos álgidos de un evento de importancia planetaria, no tanto por lo musical, que también, sino por lo que significó en la tarea de concienciación en la lucha contra el SIDA y, desde luego, en la obtención de fondos para fomentar las investigaciones encaminadas a producir tratamientos eficaces contra la enfermedad. En este punto, Rogan cierra el círculo de forma admirable, porque quien representa a los enfermos y familiares sin voz explica de primera mano lo que significó para él ese concierto, y desde luego porque el primo de George Michael, un artista que esa noche logró que un servidor cambiara de manera radical la opinión que tenía de él, explica el motivo por el que la interpretación de Somebody to love en Wembley tuvo para el también desaparecido cantante un profundo significado personal.
¿Defectos? Que, al hablar de los últimos años de Freddie Mercury y de su empeño en grabar todas las canciones que su precaria salud le permitiera, se pase por alto su trabajo junto a Montserrat Caballé, a la que adoraba, y que Brian May y Roger Taylor se muestren muy tibios al hablar de la polémica generada por el videoclip de I want to break free: apuntan, y con razón, al rechazo de la MTV, pero revelan una prudencia a mi juicio interesada al omitir que la causa más importante del hundimiento comercial de Queen en los Estados Unidos no fue otra que la homofobia. Pese a esto, Freddie Mercury: The final cut es una gran película de interés general, de una factura técnica importante y dotada de una fuerza que la sitúa en las antípodas del ejercicio nostálgico almibarado que suele predominar en producciones de esta naturaleza.