JANIS: LITTLE GIRL BLUE. 2015. 115´. Color.
Dirección: Amy Berg; Guión: Amy Berg; Dirección de fotografía: Francesco Carrozzini, Paola Huidobro y Jenna Rosher; Montaje: Mark Harrison, Maya Hawke, Billy McMillin, Kurt Meyers, Garret Price y Brendan Walsh; Música: Joel Shearer. Canciones de Janis Joplin; Producción: Amy Berg, Alex Gibney, Jeff Jampol y Katherine LeBlond, para Disarming Films-Jigsaw Productions (EE. UU.).
Intérpretes: Janis Joplin, Laura Joplin, Michael Joplin, Sam Andrew, Dick Cavett, Country Joe McDonald, Travis Rivers, Dave Getz, Powell St. John, Jae Whitaker, Bob Weir, Peter Albin, D. A. Pennebaker, Clive Davis, John Cooke, Cornelius Flowers, Dave Niehaus, Kris Kristofferson, Karleen Bennett, David Dalton, Cat Power (Voz de Janis Joplin).
Sinopsis: Biografía de la cantante norteamericana Janis Joplin.
Especialista en rodar documentales de impacto, entre los cuales cabe destacar el espléndido Un secreto a voces, Amy Berg se adentró en el mundo de la música para rendir tributo a la representante femenina más icónica del tristemente célebre club de los 27 del rock, Janis Joplin. El film recibió galardones en distintos festivales, pero a mi juicio, y no creo ser el único que opina esto, se queda por debajo de los mejores logros de Amy Berg como directora.
Viendo Janis, la impresión que uno saca es que se trata de un trabajo aplicado, detrás del cual se percibe una gran labor de documentación, bien hilvanado en la sala de montaje y que cumple con creces su objetivo de homenajear a una rockera mítica en un universo eminentemente masculino, pero que no logra trascender ni se impone como una obra de referencia en su género, en parte porque se intuye en Berg una carencia de erudición musical, o como mínimo de pasión por el rock, que resta fuerza al conjunto. Para empezar, la centralidad de la biografiada se lleva a cabo con tanto énfasis que a la película le falta contexto: sabemos quién fue Janis Joplin como persona y artista, pero no será aquí donde entendamos qué lugar tuvo esta cantante en un panorama musical particularmente rico y en constante evolución. Por ahondar en esta línea, centrada en un aspecto a mi parecer nada trivial en un film de esta naturaleza, abundan los testimonios de músicos que acompañaron a Joplin en las distintas aventuras musicales que emprendió en su breve carrera, pero en cambio escasean las intervenciones de otros compañeros de generación, ajenos a su entorno más cercano, pero que la conocieron bien y podrían haber sido muy útiles para poner en la balanza un legado musical que, a mi juicio, se ha sobredimensionado (y la película cae en este error) a causa de la muerte prematura de una artista cuya relevancia en la época de mayor esplendor del rock es secundaria. Confieso que, aunque reconozco el poderío y la autenticidad de Joplin, y soy consciente de sus buenas prestaciones escénicas, siempre he tenido problemas con su forma de cantar, muchas veces sobreactuada hasta rozar la histeria. Janis Joplin tenía voz y pasión, pero también poca capacidad de autocontrol de su fuerza vocal y escénica, y se dejaba arrastrar en demasía por un exceso que, por otra parte, era acorde con su personalidad y su forma de entender la vida. Del mismo modo, creo que se exagera el talento de Joplin en este documental: llamarla la madre del blues, como se llega a hacer en la película, no sólo es digno de provocar estupor a cualquier persona de raza negra, por lo que desmerece a todas las cantantes que marcaron su estilo vocal, sino a todo melómano que se precie. En el cancionero de Janis Joplin hay piezas excelentes (su versión de Summertime no figura entre ellas, me permito aclarar), pero sólo su último disco, publicado semanas despúes de su fallecimiento, posee gran calidad tomado como obra global. La cantante texana no tuvo tiempo de dejar un legado musical excelso, por lo breve de su carrera y porque, a diferencia de coetáneos como Jimi Hendrix, su incuestionable talento no alcanzaba cotas de genialidad.
Después del ejercicio de crítica musical, necesario porque deja al descubierto el principal lastre de la película, he de decir que Janis, como pura y simple biografía, es una obra notable: toma como punto de partida las cartas, leídas por la cantante Cat Power, que la artista enviaba a su familia para trazar el retrato íntimo de una mujer cuyo principal rasgo definitorio es que siempre fue una inadaptada: creció en un lugar muy conservador, y ni su temperamento ni su físico se ajustaban a los cánones de una sociedad que la despreció, hasta el punto de ser objeto de acoso durante la enseñanza secundaria. De ahí surgió un ser con una autoestima muy baja y siempre necesitado de la atención y el elogio ajeno. El film sigue el orden cronológico habitual, y se centra en el florecimiento de Joplin como artista a su llegada a California, por entonces la Meca de la contracultura en los Estados Unidos, y en sus momentos de zozobra y decadencia. Compañeros de banda, amigos, amantes y algunas personas que fueron todo eso a la vez, hablan de las virtudes y debilidades de la biografiada, que fuera del escenario era un ser muy vulnerable e inseguro que se refugió muchas veces en el alcohol y la heroína. Es en las cartas, no obstante, donde vemos a la mujer capaz de verse a sí misma con distancia, así como su nunca saciada hambre de reconocimiento en pos de un éxito que anhelaba, pero que no supo digerir. En este terreno, Amy Berg se mueve muy bien, intercala canciones, conciertos y testimonios pero sabe que su baza principal son las cartas, y por eso les extrae el mucho juego que ofrecen. Todo ello da lugar a un ritmo muy ágil y a una biografía muy lograda, que en lo cinematográfico roza el sobresaliente, pero se queda corta, o más bien yerra el objetivo, en lo musical. Bastante recomendable, con todo, aunque se nota que la directora no se encuentra del todo cómoda en el terreno de la música y, por ello, escogió las fórmulas más usuales en su género. Un tal D.A Pennebaker, que aparece en la película ilustrando un interesante episodio en la carrera de Joplin, fue uno de los que marcó el estilo. Amy Berg lo sigue con acierto, pero sin alcanzar la excelencia de los documentales musicales más memorables.