JUAN MARSÉ HABLA DE JUAN MARSÉ. 2012. 95´. Color.
Dirección: Augusto Martínez Torres; Guión: Augusto Martínez Torres; Dirección de fotografía: Antonio Cortés; Montaje: Laura P. Sola; Producción: Mayuca Gil de Biedma, para Cinema xyz (España).
Intérpretes: Juan Marsé.
Sinopsis: El escritor Juan Marsé repasa su trayectoria como novelista.
Existen pocos oficios dentro del mundo del cine que no haya desempeñado en algún momento de su vida Augusto Martínez Torres. En su faceta de realizador, gran parte de su obra se incluye en el terreno de la no-ficción, tal cual sucede con Juan Marsé habla de Juan Marsé, una entrevista filmada con uno de los mejores escritores surgidos en España después de la Guerra Civil. La controvertida figura del novelista barcelonés ha dado para mucho, pero en esta ocasión conocemos su verdad, pues son sus propias palabras las únicas que testimonian una trayectoria literaria tan brillante como polémica.
En cierto modo, me cuesta afirmar que la película es muy interesante, y no porque esta afirmación no se ajuste a la verdad, sino debido a que, en lo puramente cinematográfico, Juan Marsé habla de Juan Marsé no tiene prácticamente nada, pues se inicia con un lento travelling circular a través de la habitación del escritor, y todo lo que sigue es un plano fijo de este respondiendo a unas cuestiones sobreimpresionadas en la pantalla. Hay un aspecto muy importante de la película, achacable a su director, cuya calidad desconocemos, ya que se grabaron más de ocho horas de conversación con Marsé y el montaje final sobrepasa por poco la hora y media de duración. Habría que ver el resto para saber si Martínez Torres supo condensar lo mejor de las declaraciones del autor de Si te dicen que caí. ¿Por qué digo entonces que la película es muy recomendable? Pues porque conocer de primera mano la trayectoria literaria (muy poco se dice de la personal, que conste) de Juan Marsé es un verdadero lujo, no sólo para escritores profesionales y aficionados, sino para todos aquellos que sientan curiosidad hacia el proceso de creación artística (deberían ser todos los seres humanos, pero la especie nunca fue gran cosa y degenera de forma terrible), en las palabras de un aprendiz de joyero que llegó al Olimpo literario y que sí tiene derecho a reconocerse como autodidacta. Añádase a esto que Marsé es un tipo sin pelos en la lengua, que el entrevistador le da un notable margen para explayarse y que para el espectador barcelonés este relato tiene un encanto especial, y ya todos tendrán claro por qué el visionado de este film fue un placer para quien esto escribe.
Gran cinéfilo, Marsé explica con detalle cómo buena parte de su aprendizaje vital y literario tuvo lugar en las salas de cine. Uno puede discrepar del biografiado en cuanto a la época en la que el séprimo arte empezó a decaer, porque el novelista la ubica en un momento demasiado temprano para mi gusto, o creer que juzga con excesiva severidad las adaptaciones cinematográficas de sus novelas, o al menos algunas de ellas, pero nunca está de más escuchar a alguien que opina sin cortapisas y que, en un universo tan hipócrita como el artístico, se muestra tan poco dado a ejercer la doble moral y con ello no herir susceptibilidades. Para quienes piensan que Marsé es un cascarrabias que, eso sí, nunca puso reparos al dinero obtenido gracias a la venta de los derechos de sus novelas, queda esa declaración, tan honesta como todas las otras, en la que el escritor afirma que el guión, nunca filmado, que redactó Víctor Erice a partir de El embrujo de Shanghai era mejor que la novela. A mí me gustan algunas de las películas que llevan al cine obras de Juan Marsé, pero no dejo de reconocer que no hubiera estado mal contar con él como coguionista en muchas de ellas, y que el cine no ha hecho justicia a la calidad de sus obras. Con todo, el lado más vitriólico del escritor aparece cuando recrea su breve pero intensa participación en el jurado del premio Planeta, galardón que reúne todo lo malo de los concursos literarios, pero elevado al cubo. Mientras otros, casi todos con mucho prestigio y cuentas corrientes más que saneadas, prefirieron cobrar y callar, Marsé salió a la palestra para denunciar que el premio estaba dado de antemano y, lo que es peor, que había sido concedido a una novela infumable (bodrio infecto, creo que es el calificativo que emplea Marsé; el mío, cuando leí, en unos grandes almacenes, las primeras dos o tres páginas de esa cosa que perpetró Maria de la Pau Janer, fue mucho más vulgar). La dignidad, como los amigos, es para las ocasiones y pocos la ejercen, aunque todos dicen poseerla.
Juan Marsé habla de Juan Marsé es el retrato de un tipo de los que ya no quedan, que habla muy claro, de su obra y de todo lo relacionado con ella, y que además escribe de puta madre, para envidia de otros menos dotados pero mucho más sumisos. Hay que leer sus novelas, eso es obvio, pero es de celebrar que se prestara a analizar toda su carrera, y hay que felicitar a Augusto Martínez Torres por ello.