THE RAVEN. 1963. 85´. Color.
Dirección: Roger Corman; Guión: Richard Matheson, basado en el poema de Edgar Allan Poe; Director de fotografía: Floyd Crosby; Montaje: Ronald Sinclair; Música: Les Baxter; Dirección artística: Daniel Haller; Producción: Roger Corman, para Alta Vista Productions-American International Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Vincent Price (Erasmus Craven); Peter Lorre (Dr. Bedlo); Boris Karloff (Dr. Scarabus); Hazel Court (Lenore); Jack Nicholson (Rexford), Olive Sturgess (Estelle); Connie Wallace, William Baskin, Aaron Saxon.
Sinopsis: Un mago, que vive recluido y triste desde el fallecimiento de su esposa, recibe la visita de un cuervo parlante: es un colega de profesión, víctima del sortilegio de otro hechicero, Scarabus. Al recuperar la forma humana, el visitante comenta que en el castillo de su rival ha visto una mujer idéntica a la difunta.
Convertido a esas alturas en el rey de la serie B estadounidense, Roger Corman se lanzó, en la década de los 60, a producir y dirigir adaptaciones cinematográficas de obras escritas por Edgar Allan Poe, hasta llegar a un total de ocho. El cuervo es, cronológicamente, la quinta película de la lista, pero tiene dos características que la distinguen del resto: que está basada en un poema, y no en un texto en prosa, y que el film mezcla terror y comedia, fórmula que Corman ya había utilizado con anterioridad, pero no en sus anteriores adaptaciones de Poe. La apuesta salió bien a medias, porque siendo este ciclo el principal legado cinematográfico de su director, El cuervo no es una de las mejores películas de la serie.
Con un preludio gótico marca de la casa, aderezado con la lectura de una parte del poema en que se basa el film, con la imponente voz de Vincent Price, la película deriva pronto hacia lo humorístico, con los tropiezos del mago Erasmus Craven con su telescopio y la aparición en su solitaria residencia, que comparte con su única hija, de un cuervo que habla. No es un ave cualquiera, sino otro mago, que por retar a Sacrabus, el jefe del gremio, ha perdido su apariencia humana y se ha visto reducido a esa condición como respuesta a su desafío. Craven, cuyo padre fue también un eminente mago y en la actualidad vive en un estado de abatimiento causado por la muerte de su esposa, ayuda a su huésped a elaborar la pócima que le permita recuperar la forma humana, aunque en primera instancia el experimento sólo sale bien a medias y el mago escarmentado sólo recupera su cabeza. Este individuo es un borrachín, anulado por su esposa, que trata con displicencia a su joven hijo, quien ha acudido en su ayuda. Craven escucha su historia con una mezcla de curiosidad e indiferencia, hasta que el antiguo cuervo le asegura que en el castillo de Scarabus, en el que permanece todo su instrumental mágico, ha visto a una mujer idéntica a Lenore, la difunta esposa de Craven.
En El cuervo, encontramos los elementos definitorios de la obra de Corman basada en Poe: atmósfera gótica, buena factura técnica a pesar del escaso presupuesto, una lucha entre el bien y el mal, aquí encarnados por dos magos que utilizan sus conocimientos de lo oculto para fines bien distintos, personajes con muchos recovecos y localización en un apartado castillo junto al mar. Opino, eso sí, que El cuervo no era la obra de Poe más idónea para ser adaptada en clave de comedia. Hay situaciones divertidas, en parte debidas a que Richard Matheson era un muy buen guionista, pero en otras ocasiones la gracia brilla por su ausencia y eso desluce un conjunto que, como puede apreciarse en el tramo final de la película, gana enteros cuando se pone serio. La adaptación es muy libre, tanto que no sólo se pierden muchos aspectos del poema original, sino que, y esto me parece mucho más importante, también se altera su espíritu. Los efectos especiales oscilan entre lo resultón y lo patatero, aunque hay que reseñar que, en los aspectos técnicos más importantes, la película es una serie B muy distinguida: la fotografía, de Floyd Crosby, en la que predomina un paradójico colorismo ocre, posee una calidad propia de alguien que debutó a las órdenes de Murnau, y sigue la estela visual de un ciclo en el que había trabajado desde el principio, el montaje es escueto y preciso, y la música, compuesta por el también habitual de la factoría Corman Les Baxter, incorpora motivos humorísticos, con guiños a pìezas muy populares, al característico entramado gótico.
El reparto incluye a tres verdaderos iconos del cine de terror, uno de ellos, Vincent Price, en la cúspide de su carrera, y los otros dos lejos ya de su época dorada. Price, actor tan dotado para el drama como capaz de la ironía, se mueve muy bien en la mezcla de géneros que propone Corman, siendo en este caso el héroe de la función al encarnar a un mago de naturaleza bondadosa. Peter Lorre, que fallecería menos de dos años después de su aparición en esta película, lleva sobre sus hombros el peso de la vertiente humorística de la propuesta, y lo soporta muy bien gracias a su talento y a su capacidad para no tomarse a sí mismo demasiado en serio. Por su parte, Boris Karloff es el eslabón más débil del terceto, pues no le veo demasiado cómodo en un film de tono más ligero que los que acostumbraba a protagonizar en unos años de gloria que habían quedado muy atrás. Hazel Court, actriz de gran belleza y talento nada desdeñable que hacía la segunda de sus tres apariciones en el ciclo de películas Corman-Poe, después del cual se refugió casi en exclusiva en la televisión, cumple de manera notable con su papel de mujer ambiciosa y carente de escrúpulos, mientras que la joven Olive Sturgess, habitual también de la pequeña pantalla, se queda en lo correcto. Encontramos aquí a un joven Jack Nicholson, que ya apuntaba maneras (véase la escena en la que, poseído por el hechizo de Scarabus, lleva la diligencia a velocidad vertiginosa), pero al que tampoco se ve demasiado confortable vestido de Robin Hood e interpretando a un galán joven ninguneado por su padre.
Creo que Roger Corman debió utilizar El cuervo para hacer una película de terror pura, pero pese a ello su visionado es muy agradable, y lo turbio de su atmósfera y la labor de algunos de sus protagonistas consiguen que el film aguante muy bien el tipo, sin flojear gracias, especialmente, a un notable tercio final.