LOS PALOMOS. 1964. 87´. B/N.
Dirección: Fernando Fernán Gómez; Guión: Fernando Fernán Gómez y José María Rodríguez Méndez, basado en la comedia de Alfonso Paso; Dirección de fotografía: Emilio Foriscot; Montaje: Rosa Salgado; Música: Daniel J. White; Diseño de producción: Augusto Lega; Producción: Jorge Tusell, para Estela Films (España).
Intérpretes: José Luis López Vázquez (Emilio Palomos); Gracita Morales (Virtudes Palomos); Mabel Karr (Elisa); Fernando Rey (Don Alberto); Julia Caba Alba (Tía Mercedes/Serafina); Manuel Alexandre (Eugenio Martínez); Antonio Amorós, Xan das Bolas, José Villasante, Cayetano Torregrosa, Ángel Cabeza.
Sinopsis: Emilio y su esposa son invitados a cenar a casa del jefe de la empresa donde el hombre está empleado. Mientras esperan que llegue la cena, los anfitriones sugieren a sus invitados jugar a resolver crímenes.
Convertido en un cotizado adaptador de comedias españolas, Fernando Fernán Gómez rodó, a caballo entre dos de sus obras más prestigiosas, Los Palomos, versión de una pieza teatral de Alfonso Paso que, a diferencia de lo que sucedió con algunas de las mejores películas de su autor, gozó del respaldo del público, en parte por la presencia al frente del reparto de la pareja cómica de moda en el cine español de los años 60, formada por José Luis López Vázquez y Gracita Morales. Los Palomos constituye un divertimento en toda regla, en el que se parodia el género negro, y en concreto las películas sobre crímenes perfectos, hasta llevarlos al terreno de la comedia castiza, cuyas gracia y chispa son incuestionables a los mandos de un director que dominaba los diferentes registros de la comedia, en especial el más ácido.
La acción se desarrolla en un Madrid en plena tormenta de nieve. Allí vive Emilio Palomos, un empleado que viene a ser la quintaesencia del lameculos. En pleno subidón laboral ante el hecho de que su empresa va a abrir una sucursal en Barcelona, Emilio recibe de Don Alberto, su jefe, una invitación para cenar en su lujosa casa de las afueras. Convencido de que eso sólo puede significar una promoción inmediata, Emilio corre a darle la buena nueva a su esposa, Virtudes, que ha de acompañarle a la cena. Sabemos, eso sí, que Don Alberto no es trigo limpio y tiene algo en mente que implica a quien ve como su servil lacayo. Pese a una nevada tal que hasta el taxista les deja a medio camino, los invitados llegan, después de algunos resbalones, a un destino en el que les esperan Don Alberto, su esposa Elisa y la tía Mercedes, una anciana devota del coñac. Como la cena que han encargado puede tardar en llegar, y más con esas condiciones climatológicas, el empresario, muy aficionado a las novelas policíacas, propone amenizar la espera jugando a resolver crímenes, pasatiempo que adquiere un tono distinto cuando la anciana es estrangulada accidentalmente por Emilio y por un hombre anónimo que había entrado en la casa para llamar por teléfono.
Comedia negra con leves tintes de crítica social, Los Palomos destaca por su manera de despedazar las intrigas criminales tipo Agatha Christie y, sobre todo, por unos diálogos frenéticos y chispeantes que, en sus mejores momentos, son pura screwball comedy. Se da la paradoja de que el malvado es muy hitchcockiano, un ser de porte aristocrático y carente de escrúpulos que ha planeado un asesinato de cuya autoría se responsabilizará, sin duda, a ese empleado al que tiene por tonto y que cree estar allí para recibir un ascenso. Todo se le complica porque la meteorología no juega a su favor y porque Virtudes es bastante menos cortita de lo que parece. El desarrollo de la trama criminal presenta algunos agujeros importantes, o más bien demasiadas cosas que suceden porque sí, pero prevalece el chispeante ingenio del conjunto, amplificado por la habilidad de Fernán Gómez para añadir vitriolo al costumbrismo. El trabajo tras la cámara de esta gran figura del cine español, que por segunda vez consecutiva no formó parte del reparto de una de sus películas, revela a un director en plena madurez, muy consciente de estar filmando teatro y, al tiempo, capaz de insertar planos cinematográficos muy reveladores, como los de la mano de la muerta, empeñada en salir del sofá bajo cuyos asientos la ha escondido Virtudes, o los de la atónita expresión de esta cuando ve a la difunta cruzar como si nada el asilo mientras Emilio y el hombre que vino a llamar por teléfono están distraídos hablando de sus cosas. La puesta en escena es, en todo momento, realista, lo que contrasta con la excepcionalidad de lo narrado. A ello contribuye en gran medida el trabajo en la iluminación de Emilio Foriscot, en la que fue su primera colaboración con Fernán Gómez, muy funcional y naturalista hasta que, en el clímax, hace una incursión en lo tenebroso. La música, de Daniel White, un compositor asociado a la serie B, se decanta de forma abierta por lo costumbrista, lo que entronca con el primer propósito del film, que no es otro que hacer reír al espectador. Lo consigue desde el primer momento, ya desde la odisea que viven los pasteles que llevan Emilio y Virtudes para quedar bien con sus anfitriones.
La gran baza del film, con todo, consiste en contar con unos actores superlativos en estado de gracia. Respecto a José Luis López Vázquez, ya saben que este bloguero le adora y que todos los elogios que se le hagan como actor me parecen justos. Símbolo de las virtudes y de las miserias cotidianas del españolito medio, López Vázquez fue un comediante excepcional. Su química en pantalla con Gracita Morales, cuyo encasillamiento y triste final no deberían ocultar que se trata de una de las grandes cómicas de este país, es prodigiosa, y ambos se retroalimentan para ser cada vez más graciosos. Fernando Rey, actor de registro bien distinto, tiene la virtud de no querer competir con esos ases del humor y de ceñirse a la naturaleza de su personaje, un tipo frío, amoral y tan clasista que mete el coñac de garrafa en la botella de Napoleón porque sus invitados son pobres. Mabel Karr, esposa de Rey en la vida real, es seguramente lo menos distinguido de un elenco en el que brillan la simpar retranca de Julia Caba Alba y la presencia de Manuel Alexandre, cuyo personaje es el paradigma de lo que años después denominaría El Fary el hombre blandengue. Xan Das Bolas, como taxista, está mejor que los intérpretes que dan vida a los policía, simplemente correctos.
Los Palomos está considerada una obra menor en la filmografía de Fernando Fernán Gómez, y seguramente lo sea, pero es una comedia francamente divertida que está entre lo mejor que rodara una pareja protagonista que en verdad es historia de nuestro cine.