Siempre es una delicia escuchar a Arcángel, y eso fue lo que sucedió ayer tarde, en el Teatre Sagarra de Santa Coloma de Gramenet, en el marco del festival Flamenc-On, que un año más trae lo mejor del arte jondo al extrarradio barcelonés. El cantaor onubense, elegante como siempre, compareció en el escenario en compañía de Salvador Gutiérrez, un guitarrista al que, como el principal protagonista de la velada se encargó luego de recordar, conoció muchos años atrás, cuando ambos trabajaban a las órdenes de la bailaora Eva Yerbabuena. Más tarde se unieron Los Mellis, cuyo desempeño vocal y en la percusión es una maravilla. El repertorio del concierto no difirió en exceso del ofrecido por Arcángel el pasado verano en el festival Desvarío, en un espectáculo marcado por la sobriedad, la pureza en la ejecución y la prodigiosa voz del cantaor de Huelva, que acaba el espectáculo con la misma fuerza con la que lo inicia, de nuevo a lomos de uno de sus temas fetiche, la versión de La leyenda del tiempo construida a la manera de Enrique Morente. Anclado con firmeza en la tradición, pero siempre con el oído atento a nuevos sonidos al margen de concesiones banales a la industria y las modas, Arcángel brilló en las seguiriyas y las bulerías antes de hacerse acreedor de una tremenda ovación, luego de la también muy aplaudida intervención solista de Gutiérrez, con sus cantes por Cádiz y de despedirse bordando los fandangos de su tierra, de un modo que sólo él sabe hacer. Escribí el año pasado que hay cantaores muy buenos en el mundo del flamenco, pero ninguno mejor que Arcángel, instalado en el trono por los aficionados que más entienden de esto y por quienes, como un servidor, saben reconocer la excelencia más allá del estilo musical que cada uno practique.
Mucho arte hubo ayer en el Teatre Sagarra, y mereció la pena estar allí para verlo.
Clase magistral de fandangos, con la presencia del añorado Jesús Quintero: