8 MM. 1999. 116´. Color.
Dirección : Joel Schumacher; Guión: Andrew Kevin Walker; Director de fotografía: Robert Elswit; Montaje: Mark Stevens; Música: Mychael Danna; Diseño de producción: Gary Wissner; Dirección artística: Gershon Ginsburg; Producción: Judy Hofflund, Gavin Polone y Joel Schumacher, para Hofflund/Polone-Columbia Pìctures (EE.UU.).
Intérpretes: Nicolas Cage (Tom Welles); Joaquin Phoenix (Max); James Gandolfini (Eddie); Peter Stormare (Dino Velvet); Catherine Keener (Amy Welles); Anthony Heald (Longdale); Chris Bauer (Machine); Myra Carter (Sra. Christian); Amy Morton (Janet Matthews); Jenny Powell (Mary Ann Matthews); Anne Gee Byrd, Jack Betts, Norman Reedus, Rachel Singer.
Sinopsis: Después de la muerte de un millonario, su viuda encuentra una snuff movie en su caja fuerte, y encarga al detective Tom Welles que averigüe si lo que se ve en la cinta es real.
Luego de alcanzar el punto más bajo de su carrera con Batman y Robin, ejemplo de cómo una superproducción puede ser un regalo envenenado para un director de talento, Joel Schumacher cambió de registro al asumir un proyecto enmarcado en el género en el que mejor se ha movido a lo largo de su trayectoria: el thriller. Asesinato en 8 mm. es un descenso al sórdido mundo de las snuff movies, películas en las que se cometen crímenes reales. Pese a contar con un guión escrito por el autor de Seven, Andrew Kevin Walker, el film fue mayoritariamente despreciado por la crítica estadounidense, siempre poco predispuesta a loar las películas que ofrecen una visión negativa de la sociedad de su país, aunque fue alabado por personalidades como Roger Ebert, así como por una parte no desdeñable de los especialistas europeos, lo que se tradujo en un éxito comercial mayor fuera de Norteamérica de esta obra, de calidad bastante superior a la que muchos quisieron ver en su momento.
El film es, en esencia, una bajada a los infiernos. Que el autor del libreto sea la misma persona que escribió Seven significa que ambas películas tienen bastantes puntos en común, empezando por una intrincada investigación crimimal que llevará a quien la efectúa a un mundo oscuro, en un sentido físico pero, sobre todo, moral. Sin embargo, los mayores paralelismos de Asesinato en 8 mm. los hallo con Hardcore: un mundo oculto, magnífica obra en la que un hombre religioso se introduce en el mundo de la pornografía en busca de su hija, una adolescente rebelde que ha escapado de casa. La exhuberancia visual de Schumacher, que no en vano proviene del mundo del videoclip, está en las antípodas de la austeridad calvinista de Paul Schrader, pero ambas películas comparten infinidad de rasgos, hasta el punto de que resulta curioso que el film que nos ocupa se parezca más a Seven en lo visual (David Fincher marcó escuela, de eso no hay duda) que en lo narrativo, a pesar de que las dos películas compartan guionista. Sea como fuere, el viaje a la oscuridad del protagonista de Asesinato en 8 mm., Tom Welles, es el del espectador. Al principio, él es un detective, casado y con una hija pequeña, que se ocupa de casos sencillos, aunque algunos de ellos vinculen a personas de alto nivel social. El encargo que lo cambia todo ya apunta maneras: la viuda de un hombre poderoso descubrió, al fallecer este, que su caja fuerte guardaba, además de los bienes y documentos que uno podría imaginar, una película en la que un hombre encapuchado ata y acuchilla hasta la muerte a una adolescente. La aterrorizada anciana quiere averiguar si lo que ha visto es sólo un film de mal gusto, o si por el contrario lo que ocultaba su marido es la prueba de un abyecto asesinato. Lo primero que hace el detective es, como indica la lógica, buscar a la chica que muere en la película, que resulta ser otra joven de familia desestructurada que huye a California con la idea de triunfar en Hollywood. Hasta allí se marcha Tom, que en sus pesquisas encuentra a Max, el joven dependiente de una tienda especializada en pornografía, quien le hace de cicerone en ese submundo que nunca aparece en las guías turísticas.. ni en las películas al uso.
Uno siempre ha creído, porque conoce bien al ser humano y por ello espera lo mejor de él, que las snuff movies son como las meigas. Si antes dije que el viaje de Tom Welles es el del espectador, es porque ambos pasan de la incredulidad a la revelación, después de la cual nada va a ser lo mismo. La frase clave de la película, una de esas que se quedan, se la dice Max al detective: «Si bailas con el Diablo, él no cambia, sino que te cambia a ti». Una persona se convierte en otra cuando se asoma al abismo, y eso le ocurre a Tom. El libreto, muy inteligente aunque en la parte final se deje arrastrar a lugares comunes (los malos, como casi siempre, hablan demasiado), lleva a Tom, y con él al público, a una constatación terrorífica: que existe gente, y no poca, que hace todo el mal que puede, y sin que medien atenuantes en esos comportamientos. No hablamos de la banalidad del mal a la manera de Hannah Arendt, a la burocratización carente de poso moral propia de ciertos criminales que ejercen de engranajes necesarios de un poder asesino, sino de una perversidad esencial, la de quienes practican el horror por placer, característica específicamente humana. Por eso, cuando el ejecutor desvela su identidad le hace una pregunta a Tom, que realmente va dirigida al morbo del espectador, pero también a su tendencia a adoptar la solución psicológicamente más reconfortante.. para después darnos la respuesta exactamente contraria, que esa criatura demoníaca puede ser un vecino, un conocido, un compañero de trabajo o aquella persona con quien coincides cada día en el transporte público. Añado que lo que le da a la película una visión moral compleja es que no se limita a hablar de quienes practican el horror, ni de quienes, aterrados, se asoman a él y deben ejercer de poder sanador y, en última instancia, de ángel de venganza. Asesinato en 8 mm., y eso es algo que Ebert resaltó con acierto, habla también de quienes lo sufren, desde distintos ángulos. Por eso, la violencia que vemos (que es muy inferior a la que intuimos) nunca es gratuita. El final puede ser complaciente, pero sin pegarse con la coherencia narrativa.
De acuerdo a la naturaleza del relato, Schumacher nos propone una película oscurísima, en la que sobresale el desempeño de un Robert Elswit cuya maestría en la tiniebla le sitúa casi a las alturas de Gordon Willis. Tanto el trabajo de edición, como la habilidad con la que Schumacher, que más de una vez se adorma con complicados travellings, maneja filmaciones en distintos formatos, son igualmente destacables. El canadiense Mychael Danna maneja lo turbio en su partitura con el mismo tino demostrado en sus colaboraciones con Atom Egoyan.
Nicolas Cage es un actor que necesita estar bien dirigido, porque su tendencia a la sobreactuación puede arruinar una película, y existen algunos ejemplos de ello. El personaje de Tom Welles sufre una transformación paulatina, y era primordial que Cage respetara esos tiempos. Al principio, cuando su personaje sólo es un tipo hogareño, el actor ofrece una versión casi anodina de sí mismo que le hace ir de la mano del crescendo que es la película. Se nota que Cage está más a gusto cuanto Tom suelta amarras, pero la virtud de su trabajo se aprecia gracias a la contención primigenia. Joaquin Phoenix, que aparece justo antes de ascender al estrellato gracias a Gladiator, está espléndido en el rol de tipo raro sobre el que ha construido su impresionante carrera. James Gandolfini, que por entonces empezaba a hacer historia en la televisión, debe interpretar a un espécimen despreciable sin matices, y a fe que lo hace con una energía digna de elogio. En el personaje de Peter Stormare hay mucho de condena moral a tantos seudoartistas de lo oscuro, y el actor no puede hacerlo más repulsivo, lo cual tiene mérito. Catherine Keener y Anthony Heald interpretam a los caracteres definidos de forma más tópica en el guión, problema del que ella sale mejor parada porque talento no le falta. Chris Bauer está bien cuando toca estarlo, y destaco la labor de Amy Morton, que compone un inspirado retrato de los perdedores de esta y de tantas otras historias.
¿Seven, una obra maestra, y Asesinato en 8 mm. un film mediocre? Sí, y no.