THE STUNT MAN. 1980. 130´. Color.
Dirección: Richard Rush; Guión: Lawrence B. Markus, basado en la novela de Paul Brodeur, adaptada por Richard Rush; Dirección de fotografía: Mario Tosi; Montaje: Caroline Ferriol y Jack Hofstra; Música: Dominic Frontiere; Dirección artística: James Shoppe; Producción: Richard Rush, para Columbia Pictures (EE.UU.)
Intérpretes: Peter O´Toole (Eli Cross); Steve Railsback (Cameron); Barbara Hershey (Nina Franklin); Allen Garfield (Sam); Alex Rocco (Jake); Sharon Farrell (Denise); Adam Roarke (Raymond Bailey); Philip Bruns (Ace); Charles Ball, John Garwood, Jim Hess, John Pearce, Michael Railsback.
Sinopsis:Un fugitivo se encuentra con un rodaje cinematográfico y, para evitar ser capturado, acepta trabajar como especialista a las órdenes de Eli Cross, un egocéntrico director.
Sin ser un director que haya dejado huella, es cierto que la carrera, tampoco demasiado extensa, de Richard Rush alcanzó su cúspide con Profesión: el especialista, film que adaptaba una novela de Paul Brodier centrada en los dobles de acción del cine, un trabajo de riesgo sin el que muchas películas no podrían ser lo que son. La historia dio pie a Rush para orquestar una obra metacinematográfica que mezcla distintos géneros y fue muy celebrada en su estreno, llegando a acumular nominaciones a los Globos de Oro y a optar a tres Óscars, incluyendo el de mejor dirección. Este entusiasmo, según creo, tiene más que ver con el narcisismo de Hollywood, lugar siempre propenso al autohomenaje, que a las virtudes de la película, notable en sus mejores escenas pero irregular en su conjunto.
De todos los reconocimientos obtenidos por The stunt man, los menos justificables son los destinados al guión, que me parece disperso y superado por sus propias pretensiones. El punto de partida, que es el deslumbramiento que produce a un recién llegado una atmósfera tan irreal como la del cine, es más que prometedor, pero en la historia se suceden demasiadas cosas difíciles de creer, la construcción de algunos de los personajes principales no está todo lo cuidada que debiera, y en los diálogos se alternan el ingenio y la banalidad, a veces en la misma escena. El alienígena del que hablábamos es Cameron, un veterano de Vietnam que, detenido por la policía por causas desconocidas, consigue huir y, en su atropellada fuga, en la que un conductor intenta atropellarle antes de caer por un puente, acaba en una zona de acantilados, desde la que una anciana se arroja al mar. El hombre se lanza a socorrerla, y la nadadora improvisada resulta ser la estrella femenina de un film bélico que se está rodando en una playa cercana, envejecida por distintas capas de maquillaje. Consumado el rescate, Cameron se une al grupo de curiosos que observan el rodaje, y comprueba por segunda vez en pocos minutos que, en el cine, uno nunca puede creerse lo que ve. En el set, todo gira alrededor de Eli Cross, excéntrico director que controla el tinglado al modo de una deidad caprichosa. Sabedor, ya que lo ha visto todo desde un helicóptero, de que el presunto intento de atropello sufrido por Cameron era una escena de la película en la que el fugitivo se inmiscuyó, con fatales consecuencias para el especialista que estaba al volante, que murió ahogado, Cross rehúye la solución más lógica y decide dar cobijo al veterano de guerra, ofreciéndole suplantar al difunto (lo cual, por cierto, nos dice mucho sobre la consideración en que se tenía a estos profesionales). Cameron, fascinado por la película, y en especial por la actriz a la que socorrió, acepta la oferta y se convierte en el doble de acción del protagonista.
The stunt man no es la clase de película en la que uno deba buscar coherencia narrativa, porque esta brilla por su ausencia en numerosas ocasiones y porque, con esa actitud, el visionado se disfruta bastante menos. La opción correcta es imitar a Cameron, el fugitivo, y zambullirse en la burbuja de irrealidad que rodea al cine. Al desarrollo de la investigación policial de la muerte del especialista, o al hecho de que el veterano de guerra, convenientemente maquillado, tenga un gran parecido físico con el protagonista principal del film, no hay que buscarles demasiado las vueltas, como tampoco a las impresionantes capacidades como especialista cinematográfico de alguien sin ninguna experiencia (ni formación, dicho sea de paso) en tareas tan arriesgadas, o a su manera de acaparar una presencia ante las cámaras mucho mayor de la que cabría esperar en un doble. Simplemente, están ahí, como el romance entre Cameron y Nina Franklin, y uno los acepta porque la vida real es bastante más soporífera. Al margen de todo lo que rodea a Eli Cross, sin cuya presencia en pantalla The stunt man interesa menos, creo que el film desvela una gran labor de dirección: Rush se luce no poco, y una escena tan increíble como la de la lucha en los tejados contra los alemanes, que acaba en una especie de orgía en un prostíbulo, puede ser un sinsentido narrativo, pero es un prodigio técnico. Lo mismo cabe decir de las abundantes escenas aéreas, rodadas con aviones clásicos porque la película que se rueda está ambientada en la Primera Guerra Mundial. Para que el director luzca en las partes más intimistas sería necesario un libreto mejor escrito, pero lo cierto es que, al darle a la película el tono excéntrico y desquiciado que hay detrás de todos los rodajes (en ese sentido, The stunt man puede ser un ilustre precedente de joyas modernas como One cut of the dead), el siempre inestable enganche entre cine y realidad funciona, pese a la inconsistencia del relato en momentos tan fundamentales como el descubrimiento de la causa por la que persiguen a Cameron. Rush se revela un experto en la utilización de las grúas, e incluso se recrea mostrándoselo al público a través del rostro y la endiosada actitud de Eli Cross. La excelente labor de edición imprime a las escenas de la película de ficción el frenético ritmo necesario, aunque en algunas de las secuencias que retratan la presunta realidad la narración se hace más lenta. Mario Tosi hace un buen trabajo, sin llegar a la que fue su cumbre en el cine, Carrie, mientras que Dominic Frontiere, un compositor recordado especialmente por su trabajo en el western, brinda una partiura ligera y lúdica que casa con el tono de cara travesura que es la película en su globalidad.
Por encima de todo y de todos está Peter O´Toole, que borda el papel de un artista lleno de inteligencia, volcado en su obra y muy pagado de sí mismo. Él es lo mejor de la película, y por eso se echa en falta que su personaje sea el verdadero protagonista del film, rol que cae en un Steve Railsback que le pone empeño, pero que no acaba de encontrar el tono entre el atónito recién llegado y el inquietante y traumatizado veterano de guera que asoma en muchos momentos. Barbara Hershey, una de las mejores actrices del Nuevo Hollywood, luce en el papel de estrella del celuloide, que conserva la ingenuidad pese a algunas actitudes de diva, mientras que Allen Garfield exhibe su buen bivel habitual en el rol de un guionista que pone el punto de sentido común en un entorno tan poco propicio a ello. Del resto, destacar la presencia de Alex Rocco, el oficio de Sharon Farrell y la breve intervención de John Pearce.
The stunt man es una película cuya calidad seguramente se exageró cuando fue estrenada, y que después ha sido relegada a un olvido también injusto, que desde luego mo merecen la excelsa interpretación de Peter O´Toole y el desempeño de un Richard Rush en su mejor trabajo. El carácter de gran broma autoindulgente de todo el entramado se confirma en los créditos finales, y lo coerto es que, con sus excesos y errores, se trata de una pelíucla entretenida y disfrutable, con momentos muy buenos.