SEI DONNE PER L´ASSASSINO. 1964. 86´. Color.
Dirección: Mario Bava; Guión: Marcello Fondato, con la colaboración de Giuseppe Barilla y Mario Bava; Director de fotografía: Ubaldo Terzano; Montaje: Mario Serandrei; Música: Carlo Rustichelli; Decorados: Arrigo Breschi; Producción: Alfredo Mirabile y Massimo Patrizi, para Emmepi Cinematografica-Les Productions Georges de Beauregard-Monachia Film (Italia-Francia-República Federal de Alemania).
Intérpretes: Cameron Mitchell (Massimo Morlacchi); Eva Bartok (Condesa Cristiana Cuomo); Thomas Reiner (Inspector Silvestri); Arianna Gorini (Nicole); Dante Di Paolo (Franco Scalo); Mary Arden (Peggy); Franco Ressel (Marqués Riccardo Morelli); Claude Dantes (Tao-Li); Luciano Pigozzi, Lea Krugher, Massimo Righi, Francesca Ungaro, Giuliano Raffaelli.
Sinopsis: Una modelo es asesinada. Poco a poco, el resto de chicas que trabajan poara su agencia van corriendo idéntica suerte.
Existe una deuda mutua entre el cine de terror y Mario Bava. El cineasta italiano se ganó la posteridad gracias, y por mayoría aplastante, a diversos films del género, en una relación que arranca con la ópera prima oficial del director, la notable La máscara del demonio. Por su parte, cabe atribuirle a Bava la creación de un exitoso subgénero cinematográfico, el giallo, heredero de las populares novelas policíacas y que, en lo que al séptimo arte se refiere, surge como respuesta europea al fenómeno planetario que significó Psicosis. Hablando en propiedad, Seis mujeres para el asesino no fue el primer giallo, honor que cabe atribuir a La muchacha que sabía demasiado (Hitchcock, de nuevo), pero sí el film que estableció buena parte de las reglas canónicas de este peculiar, e inequívocamente italiano, por mucho que un buen número de aquellas cintas fuesen coproducciones, estilo que entronca con el cine policíaco y anticipa el slasher. Por ello, nos encontramos ante una verdadera obra de culto.
Casi todo está aquí: un entorno aislado del exterior, una serie de crímenes a cual más truculento, una investigación policial, con multitud de sospechosos, que no logra evitar que vayan acumulándose los cadáveres de bellas mujeres, y un psicópata cuyo rostro no vemos hasta el final de la película. Añadamos un cromatismo intenso, una estética que mezcla refinamiento y decadencia, muchos gritos y una trama criminal tan intrigante como tramposa, y ya tenemos todos los ingredientes de un giallo como Satán manda. Con los años llegarían el esplendor y la caída, pero en esta película ya están presentes las líneas maestras de un estilo que marca un camino de ida y vuelta entre Italia y Hollywood. Se podrá decir, no sin motivo, que el centro de la cuestión, que no es otro que la identidad del asesino, se resuelve de un modo tan forzado que se zambulle de cabeza en lo inverosímil, pero negar lo cautivador de la irreal atmósfera del conjunto y lo entretenida que es la película desde el principio hasta el fin sería una injusticia. Las pistas falsas, que son otra señal de identidad, pueden llegar a ser muy obvias, pero, y esto es otro de los rasgos distintivos del giallo, interesa más la forma que el fondo.
Hablando de eso, Seis mujeres para un asesino remite a los logros de la factoría Corman por la capacidad de sus artífices para trascender las estrecheces presupuestarias en las que se mueven. El ambiente de la moda, que es en el que se mueve la película, va muy ligado al lujo, y es de resaltar que tanto el vestuario como los decorados, de marcada influencia gótica, no decepcionan. Bava, que fue un director notable en lo técnico, nos obsequia con elegantes travellings que alterna con chillones primeros planos del enmascarado asesino, siempre aliado con la oscuridad, y de los horrorizados rostros de sus víctimas. No existe un desarrollo propiamente dicho de los personajes, lineales y convertidos en meros instrumentos de la trama, pero a Dostoievski hay que ir a buscarlo por otros senderos. Por su parte, la música, obra de ese compositor todoterreno que fue Carlo Rustichelli, se decanta también por lo gótico, aunque este es uno de los aspectos en los que los cánones del giallo estaban más por definir. Rustichelli se decanta por una partitura efectista, en línea con el impacto que consiguen crear las recreaciones de los asesinatos, aunque no creo que el terror sea el elemento en el que mejor se desenvolvió este importante músico.
Hya que decir que, en consonancia con el perfil de los personajes, tampoco es que las interpretaciones del multinacional reparto sean nada del otro jueves. Cameron Mitchell, uno de tantos actores estadounidenses a los que el esplendor de Cinecittà llevó a cruzar el charco en busca de papeles protagonistas, siempre fue un actor solvente, pero no rutilante, y su trabajo en esta película lo corrobora. Eva Bartok, actriz que desarrolló gran parte de su carrera en Alemania y que se retiró poco después de su aparición en esta película, cumple con un papel que tal vez sea el más confuso en el guión, mientras que otro de los miembros de la cuota germánica del film, Thomas Reisner, da vida a un inspector de policía que no pasará a la historia. A Arianna Gorini se le pedían belleza y gritos, y los dio. Dante Di Paolo está más sobreactuado que convincente, Mary Arden no pasa de discreta, y Franco Ressel es de lo mejorcito del elenco. Claude Dantes aporta belleza exótica, y Luciano Pigozzi, oficio.
El tiempo nos dio giallos mejores que Seis mujeres para el asesino, algunos de ellos dirigidos por Mario Bava, pero en este film se halla el verdadero libro de estilo del género, y por ello merece un lugar en las videotecas, aunque ahora estas sean ya virtuales.