DESENTERRANDO SAD HILL. 2018. 84´. Color.
Dirección: Guillermo de Oliveira; Guión: Guillermo de Oliveira; Dirección de fotografía: Lenny Gómez (Guillermo de Oliveira); Montaje: Guillermo de Oliveira y Javier Duch; Música: Zeltia Montes; Producción: Guillermo de Oliveira y Luisa Cowell, para Zapruder Pictures-Sad Hill Desenterrado (España).
Intérpretes: David Alba Romero, Sergio García Hernández, Joseba del Valle, Diego Montero, Christopher Frayling, Joe Dante, James Hetfield, Daniel Jeffery, Sergio Salvati, Eugenio Alabiso, Carlo Leva, Ennio Morricone, Stephen Leigh, Peter J. Hanley, Álex de la Iglesia, Clint Eastwood.
Sinopsis: Cuatro cinéfilos treintañeros deciden rehacer el cementerio de Sad Hill, donde se rodó la escena cumbre de El bueno, el feo y el malo, en su localización original.
El único largometraje filmado hasta el momento por el vigués Guillermo de Oliveira es Desenterrando Sad Hill, documental que relata la epopeya de cuatro fanáticos del western que decidieron recrear un espacio mítico que había caído en el abandono. Detrás del premio obtenido en Sitges y la nominación al Goya se esconde una de las películas más emocionantes estrenadas en los últimos años en España, por lo que tiene de reivindicación del valor del cine, y por extensión del arte, en un mundo corroído por la codicia e inmerso en la mediocridad.
Para los profanos, Sad Hill es el cementerio que mandó construir Sergio Leone para servir de marco geográfico donde ubicar el duelo final del western que puso punto final a su trilogía del dólar, El bueno, el feo y el malo. Un lugar mítico para los aficionados al cine, que quedó en desuso después del rodaje, a merced de la vegetación, en la enésima muestra del respeto que existe en este país hacia la cultura. Esta situación no se alteró hasta bien entrado el presente siglo, cuando un puñado de mitómanos creó la Asociación Cultural Sad Hill con el propósito de recuperar ese escenario, situado entre las poblaciones burgalesas de Santo Domingo de Silos y Covarrubias, que gracias a Sergio Leone pertenece a la categoría del mito. La película narra ese proceso de recuperación desde su misma génesis, cuando sus promotores, azada en mano, se pusieron a la tarea de desenterrar el empedrado en el que se rodó el trielo más célebre de la historia del cine, hasta la culminación de un proyecto que, a medida que se fue desarrollando, captó la atención de voluntarios de distintos lugares y llegó a los oídos de quienes habían participado en el rodaje de la película y aún vivían para contarlo. De aquí surge la otra rama, no menos esencial que la primera, de Desenterrando Sad Hill: la reconstrucción de lo que fue aquel rodaje, y a la vez de una época, que nos sirve para comprobar cómo la leyenda y la pasión se retroalimentan en un propósito que para muchos podrá ser banal o insensato, pero que tiene todo el sentido del mundo, porque a las gentes y a los lugares les asiste el derecho de recuperar sus épocas de esplendor y porque, como bien dijo otro Guillermo, en este caso Cabrera Infante, el cine es Arcadia todas las noches, y los cuatro hombres, ya talluditos, que emprendieron esta iniciativa lo hicieron, por encima del resto de circunstancias, con el fin de recuperar su Arcadia particular.
Guillermo de Oliveira, que asume la práctica totalidad de las tareas técnicas y narrativas más importantes, no se anda con alardes y pone el énfasis en una historia poderosa y por momentos conmovedora, que en sus manos, las de alguien en quien se aprecia que confluyen pasión y profesión, se convierte en un cuento de hadas contemporáneo en el que unas pocas personas comunes consiguen realizar un sueño gracias a su tesón y a su cinefilia. Seamos sinceros: la vida real es un asco, con sus tragedias cotidianas o excepcionales, su hipocresía, sus facturas, sus achaques, su inflación, su politiqueo, su sempiterno color gris y su desasosiego por el contacto diario con cenutrios y/o hijos de puta (o de mil padres, que diría Tuco Benedicto Pacífico Juan María Ramírez doblado al español). Por ello, muy poco sabemos de la vida real de los cuatro promotores de la idea de recuperar Sad Hill, más allá de algún emotivo recuerdo personal: interesa su sueño, su afán de recuperar esa Arcadia que se situaba a pocos kilómetros de su lugar de residencia, y eso es lo que se nos cuenta. En paralelo, el film rememora el rodaje, con el acento puesto en la construcción de los decorados originales, incluyendo momentos tan impagables como unas imágenes de archivo de Sergio Leone anunciando el estreno de la película mientras se come un plato de spaghetti, y el valioso testimonio de diversos lugareños, muchos de ellos soldados de reemplazo en aquel año 1966 (el film contó con la colaboración del gobierno español, muy interesado por entonces en ofrecer signos de apertura al exterior), que trabajaron como extras en la película y recuerdan una experiencia cuyo verdadero valor comprenden medio siglo después. La reconstrucción del cementerio, posible gracias al micromecenazgo y al trabajo sobre el terreno de docenas de voluntarios llegados desde el resto de España y de países como Francia e Italia, dio alas a un proyecto que llegó a oídos de personas como Eugenio Alaniso, montador de esa y de tantas otras películas, de Ennio Morricone, sin cuya música nada hubiera sido posible, o de James Hetfield, fan incondicional del maestro y artífice de que, desde hace hace más de tres décadas, Metallica salga al escenario a los sones de L´estasi dell´oro, la pieza inmortal del compositor romano que ilustra la fortuita llegada de los protagonistas al cementerio de Sad Hill, en una de cuyas tumbas se oculta el tesoro que llevan buscando tanto tiempo. En la película de Oliveira, el tesoro es ver el sueño realizado, porque el rostro de los miembros fundadores de la Asociación Cultural Sad Hill en los prolegómenos de la multitudinaria proyección de El bueno, el feo y el malo que puso la guinda a su empeño, es el de unos adultos que no han perdido su valor más preciado, que es la niñez, donde radican el asombro y el entusiasmo, elementos indispensables para soportar la existencia que pocas cosas como el arte logran sacar a relucir. El agradecimiento que recibieron los desenterradores de Sad Hill por parte de Eugenio Alabiso, que asistió a la mencionada proyección, Hetfield, que no ha olvidado el valor que lo que hace un artista tiene para los fans, Morricone o Clint Eastwood, es algo que todos ellos podrán llevarse con orgullo a su tumba de verdad.
Lo dicho, que Desenterrando Sad Hill es, además de un chute de nostalgia, una pequeña maravilla que, en el fondo, trata sobre la elevación espiritual que proporciona el arte a quienes poseen la sensibilidad para percibirlo. También de lo que vale, en una época que todo lo devora, de recuperar lo bueno del pasado. Como conclusión, la película contiene una de las definiciones más perfectas que uno haya escuchado sobre lo que es el cine. La dice el director Joe Dante, y estoy seguro de que la suscribe un Guillermo de Oliveira al que no le va a ser fácil mejorar este trabajo.