THE NINTH CONFIGURATION. 1980. 117´. Color.
Dirección: William Peter Blatty; Guión: William Peter Blatty, basado en su novela; Director de fotografía: Gerry Fisher; Montaje: T. Battle Davis, Tony de Zárraga, Peter Lee Thompson y Roberto Silvi; Música: Barry De Vorzon; Diseño de producción: William Malley; Dirección artística: J. Dennis Washington; Producción: William Peter Blatty, para Ninth Configuration-Warner Bros. (EE. UU.).
Intérpretes: Stacy Keach (Coronel Kane); Scott Wilson (Capitán Cuttshaw); Jason Miller (Teniente Reno); Ed Flanders (Coronel Fell); Neville Brand (Mayor Groper); George DiCenzo (Capitán Fairbanks); Moses Gunn (Mayor Nammack); Robert Loggia (Teniente Bennish); Steve Sandor (Jefe de la banda motera); Richard Lynch (Motero); Joe Spinell, Alejandro Rey, Tom Atkins, Gordon Mark, William Lucking, Stephen Powers.
Sinopsis: Un psiquiatra militar acude a un recóndito sanatorio, que alberga a enfermos mentales uniformados, la mayoría veteranos de Vietnam, para hacerse cargo de su administración.
No abundan los ejemplos de escritores que hayan salido triunfantes de la tarea de dirigir las adaptaciones cinematográficas de sus novelas, y el de William Peter Blatty no es uno de ellos. Autor de algunos guiones notables en los 60, Blatty alcanzó la gloria gracias a la película que llevó a la pantalla el primero de los libros que componían su trilogía de la fe, El exorcista, realizada por uno de los grandes nombres del Nuevo Hollywood, William Friedkin. Los impresionantes beneficios económicos generados por esa obra, que ya es parte de la mitología popular, llevaron a Blatty a asumir personalmente, como productor, director y guionista, la versión cinemtográfica de la segunda de las novelas de la trilogía, La novena configuración. Semejante empeño personal desembocó en un rotundo fracaso en las taquillas, pese a las tres nominaciones a los Globos de Oro obtenidas por la película, con galardón incluido a Blatty por su labor como guionista, y no tanto artístico.
Es muy posible que el propio autor contribuyera de manera decisiva al fracaso de la película al promocionarla como la auténtica secuela de El exorcista. Por mucho que la oficial, estrenada dos años antes, se acercara peligrosamente al desastre, si Blatty pronunció esa frase con intención de que funcionara como gancho comercial erró por completo el tiro, pues no hizo más que generar falsas expectativas en ese gran público que encumbró la película de Friedkin. Las similitudes entre ambas películas, que las hay, existen muy por debajo de la superficie porque, en apariencia, ambos films no pueden ser más distintos, hasta el punto de que, si no ahondamos demasiado en el sentido moral de la obra, La novena configuración se parece más a otro mastodóntico éxito de los 70, Alguien voló sobre el nido del cuco, que al film del que se vendió como continuación. Para irnos centrando, en ningún momento estamos ante una película de terror, sino ante un drama que transcurre casi por completo en una institución mental, aislada del mundo exterior, a la que llega un circunspecto militar para asumir su gestión. Lo que encuentra allí ese hombre es a un puñado de hombres con severos trastornos, muchos de ellos derivados de las experiencias vividas en la guerra de Vietnam, aunque el más carismático de los enfermos sea un antiguo astronauta que abortó el despegue de la nave que tripulaba en plena cuenta atrás, presa de un ataque de pánico. La metodología del coronel Kane, que aí se llama el recién llegado, se base en que los internos se expresen con libertad para poder así recuperarse de sus traumas, pero muchos secretos se ocultan tras los muros del sanatorio, y también en la cabeza del propio Kane.
A pesar de las alabanzas recibidas en su momento por el guión, creo que en sus inconsistencias podemos hallar también parte de las razones que explican el fracaso de una película que, vaya esto por delante, en ningún momento es mala. Sucede que le cuesta arrancar y que, más allá de algunos aciertos puntuales, la primera mitad se pierde en la ilustración de las diferentes excentricidades de internos y personal del sanatorio, con lo que la narración, más que avanzar, parece caminar en círculos. Quienes sean capaces de mantener el interés hallarán esta vez premio, porque la segunda hora de metraje es bastante buena, en especial el último tercio de película, en el que, además, el espectador atento podrá comprobar a qué se refería Blatty cuando hablaba de las semejanzas con El exorcista. No es detalle baladí recordar que el autor iba para sacerdote, pues la conexión entre ambas obras tiene mucho más que ver con lo espiritual, con la pérdida de la fe y la sanación a través del sacrificio, simbolizado por esa medalla de San Cristóbal que Cuttshaw exhibe tras su postrera visita al sanatorio, que con aspectos más cinematográficos en sentido estricto, o llanamente más apreciables a simple vista. Respecto al desempeño de Blatty como director, insisto en que al principio se muestra en exceso discursivo, por no decir errático, y que es en el tercio final cuando muestra la energía necesaria, con momentos de brillantez como los que despliega en la larga secuencia en el bar de carretera, en la que se produce el encuentro entre Cuttshaw, Kane y la banda de moteros, que viene a representar en sí misma, y de un modo poco sutil, todos los males modernos, dicho sea desde una óptica cristiana: el cinismo, la falta de empatía, la ausencia de compasión o el puro exhibicionismo tribal. Es este uno de los dos grandes momentos de una película en la que la presencia de cuatro montadores prueba el hecho de que el propio Blatty no tenía clara la manera de llevar el timón de la nave, y quizá también la esperanza en que las sucesivas ediciones dieran con la clave para encontrar un éxito que, para La novena configuración, jamás llegó. Blatty confió la iluminación a Gerry Fisher, que con anterioridad había trabajado a las órdenes de Lumet, Huston, Billy Wilder y, sobre todo, Joseph Losey, y lo cierto es que la labor del cameraman londinense, a la hora de filmar un enclave de cielo siempre gris y una institución psiquiátrica que se aleja del estereotipo claustrofóbico habitual en el cine, se halla entre los aspectos más destacados de la película. Barry De Vorzon, compositor especializado en películas de acción, ofrece una banda sonora que pasa de ser rutinaria a alcanzar verdadera intensidad dramática cuando la película también lo hace.
Otra de las circunstancias que puede estar detrás del escaso éxito de esta película es la ausencia de grandes estrellas en su reparto, aunque varios de los protagonistas de este film casi enteramente masculino fueran actores populares y de talento. Stacy Keach brinda una interpretación muy contenida, la de un personaje que asiste impertérrito a la desconcertante rutina del sanatorio, pero cuya verdadera naturaleza será revelada, y expuesta de una manera harto convincente por el actor, después de un hecho traumático. Scott Wilson, que da vida al astronauta, demuestra que sus años de sequía, los que siguieron a un fulgurante inicio de carrera, no habían mermado su capacidad como intérprete, y Jason Miller, en apariencia la conexión más obvia con El exorcista, sufre el lastre de lidiar con un personaje interesante, pero desaprovechado. El trabajo del televisivo Ed Flanders, que asume el papel de médico encargado del psiquiátrico, es notable, y lo mismo cabe decir de la labor del veterano Neville Brand. El film nos da también la posibilidad de ver, aunque sea brevemente, a un desatado Robert Loggia, y también a dos encarnaciones de la perversidad en la que el secundario, Richard Lynch, gana la partida al principal, Steve Sandor.
Reitero que quienes esperen encontrar EN La novena configuración una obra parecida a El exorcista quedarán defraudados, pero creo que merece la pena darle una oportunidad a esta película que está lejos de ser redonda, pero acaba mejor de lo que empieza y posee diversos elementos de interés.