CHILD´S PLAY. 1988. 87´. Color.
Dirección: Tom Holland; Guión: Don Mancini, John Lafia y Tom Holland, basado en un argumento de Don Mancini; Dirección de fotografía: Bill Butler; Montaje: Roy E. Peterson y Edward Warschilka; Música: Joe Renzetti; Diseño de producción: Daniel A. Lomino; Producción: David Kirschner, para United Artists (EE.UU.).
Intérpretes: Catherine Hicks (Karen Barclay); Chris Sarandon (Mike Norris); Alex Vincent (Andy Barclay); Brad Dourif (Charles Lee Ray/Voz de Chucky); Dinah Manoff (Maggie); Tommy Swerdlow (Jack Santos); Jack Colvin, Neil Giuntoli, Juan Ramírez, Alan Wilder.
Sinopsis: Un asesino consigue, mediante un rito y justo antes de morir, tomar el control de un muñeco de juguete que acaba en manos del hijo de una madre soltera.
Tom Holland, director siempre vinculado al cine de terror, puede presumir de estar detrás de dos grandes éxitos del género en los años 80: su ópera prima, Noche de miedo, en la que también había lugar para la comedia, y Muñeco diabólico, una obra terrorífica más canónica cuyo éxito significó el comienzo de una saga que llega hasta nuestros días. Entretenimiento puro y sin pretensiones, el film conquistó a las audiencias juveniles de medio mundo y, sin ser la primera cinta que utilizaba a juguetes asesinos como medio para provocar el susto en el espectador, sí ha logrado ser una referencia ineludible en ese terreno.
Hay pocos elementos originales en esta película, pero el mérito de Tom Holland es el de dosificar con maestría un amplio catálogo de influencias ajenas: el prólogo, en el que un policía persigue a un asesino hasta dar con su pista en una juguetería, tiene mucho que ver, en estética y ritmo, con los films detectivescos y cargados de adrenalina que tan de moda estuvieron en los 80. En un giro tan inverosímil como necesario, el criminal, herido de muerte, hace uso de un ritual esotérico para que su espíritu se traslade a un objeto inanimado, en este caso un ejemplar de un juguete superventas. Culminado el preludio, el siguiente paso es presentar a los protagonistas, una madre soltera que tiene un modesto empleo en unos grandes almacenes, y su hijo, un crío con gran iniciativa que sueña con tener uno de esoe muñecos que anuncian en la tele. El azar, siempre caprichoso, hace que su deseo se cumpla, pero con la mala suerte de que ese pasatiempo antropomórfico y pelirrojo que llega a sus manos es justamente aquel que transporta el espíritu del asesino muerto, deseoso de vengarse del compañero que le traicionó y del policía que le causó la muerte.
Tom Holland presenta el conflicto de manera concisa, y va directo al grano. El film participa de ese particular darwinismo, típico en el terror paranormal, que prima la supervivencia de quienes se adaptan a fenómenos del todo ajenos a la lógica, en detrimento de quienes se mantienen incrédulos frente al misterio y lo asombroso. En este caso, esa postura tiene mucho que ver con lo de hacer de la necesidad virtud, pues en el guión suceden algunas cosas que no hay quien se las crea. Por lo que respecta al estilo, Muñeco diabólico sigue la estela de un clásico del terror en el que también un niño de corta edad tiene un papel determinante: hablo de El resplandor, y me refiero sobre todo a la abundante utilización de travellings rodados con cámara subjetiva. Cierto es que el modesto apartamento de los Barclay no da tanto juego como el Hotel Overlook, y que desde luego Tom Holland no es Kubrick, pero la influencia es manifiesta. Del mismo modo, se sigue a rajatabla otra de las premisas del género: que los asesinatos causen impacto. La muerte de Maggie, la amiga de la protagonista, reúne a nivel visual todos los atributos que puedan pedírsele, como también sucede en la secuencia que discurre en el chamizo, infestado de ratas, en el que malvive Eddie, el compinche del asesino, que le dejó tirado a merced de la policía. Otra escena remarcable es aquella en la que Chucky aparece en el vehículo del detective, que después del incidente lo tiene más fácil para pasar del escepticismo a la asimilación de una realidad increíble. Brilla en esta secuencia el montaje, a mi juicio uno de los puntos fuertes de la película, como también lo es la fotografía, a cargo de un ilustre veterano como Bill Butler. Añado que los efectos especiales son bastante convincentes, mientras que la música es algo más floja, con un Joe Renzetti más efectista y menos inspirado que, por ejemplo, en la espléndida Muertos y enterrados.
Catherine Hicks, actriz neoyorquina surgida del mundo de la televisión y que pocas veces tuvo papeles importantes en la gran pantalla, disfruta aquí de uno de los escasos personajes protagonistas de su carrera cinematográfica, encarnando a una esforzada y cariñosa ama de casa que se ve envuelta en un embrollo de dimensiones extraordinarias. Hicks hace un trabajo solvente, cualidad que cabe extender al resto del reparto, empezando por un Chris Sarandon que repetía a las órdenes de Tom Holland y que esta vez da vida a un agente de policía alejado del estereotipo invulnerable tan de la época. El niño Alex Vincent no desentona, mientras que Brad Dourif, ya por entonces encasillado en papeles de tipos dementes, es un villano de esos que dan lustre a la función. Buena nota para Dinah Manoff, cuya intervención es más breve que la de los intérpretes mencionados con anterioridad.
Muñeco diabólico tiene el privilegio de haber creado un personaje, el de Chucky, que ya forma parte de la cultura popular. Al margen de esto, no alcanza a ser un clásico del terror, pero sí un entretenimiento de buena factura.