CRIMES OF THE FUTURE. 2022. 104´. Color.
Dirección: David Cronenberg; Guión: David Cronenberg; Director de fotografía: Douglas Koch; Montaje: Christopher Donaldson; Diseño de producción: Carol Spier; Música: Howard Shore; Dirección artística: Kim Zaharko y Dimitris Katsikis. Producción: Robert Lantos, Panos Papahadzis y Steve Solomos, para Serendipity Point Films-Téléfilm Canada-Ingenous Media (Canadá-Grecia).
Intérpretes: Viggo Mortensen (Saul Tenser); Léa Seydoux (Caprice); Kristen Stewart (Timlin); Scott Speedman (Lang Dotrice); Don McKellar (Wippet); Welket Bungué (Cope); Lihi Kornowski (Djuna); Nadia Litz (Router); Tanaya Beatty (Berst); Sotiris Siozos, Yorgos Pirpassopoulos, Efi Kantza, Denise Capezza..
Sinopsis:Un artista se dedica a cultivar nuevos órganos dentro de su cuerpo, que le son extraídos por su ayudante en sus actuaciones.
En lo que llevamos de siglo, predominan las obras de David Cronenberg que toman como punto de partida material literario ajeno. En este sentido, Crímenes del futuro, el último film que ha estrenado el cineasta canadiense hasta el momento, supone un retorno a sus constantes, o más bien a sus obsesiones, como autor. Este cuento moral de ciencia-ficción enlaza de lleno con los primeros largometrajes de Cronenberg, pues no hay que olvidar que, en el ya muy lejano año 1970, el director realizó un film, casi desconocido, con el mismo título que el aquí reseñado, aunque con una base argumental distinta. Obras posteriores en la filmografía del ya octogenario autor, como Crash o eXistenZ, pueden servir también como referencia para ubicar un film que dividió a crítica y público, y que, sin ser una de las mejores películas de Cronenberg, sí puede considerarse un film en diversos aspectos notable, a la par que incomprendido.
David Cronenberg es un tipo muy inteligente, buen conocedor de la ciencia médica y de la psique humana, a cuyos aspectos más turbios ha dedicado gran parte de su obra. Ya en las postrimerías de su vida, el director nos deja una reflexión, no precisamente edificante, respecto a su visión de la sociedad contemporánea, y sobre todo de hacia qué lugares derivará en el porvenir. Cronenberg efectúa una proyección, casi una profecía, respecto a lo que nos espera si continuamos con la errática senda que, como especie, hemos emprendido en la sociedad postindustrial. La cuestión, y ahí le doy en parte la razón a los detractores de Crímenes del futuro, es que el artífice de esta película da más en la diana como visionario que como director, y me explico: el futuro que plantea es, además de plausible, desasosegante, lo cual no sólo entronca con su propio espíritu como narrador, sino con lo que muchos creemos que va a suceder en este planeta a la deriva. Ahora bien, esta aguda profecía nos ofrece unos resultados cinematográficos desiguales, en los que no hallaremos, salvo en la parte final, la precisión clínica y el punto de inspiración que caracterizan lo mejor del Cronenberg guionista. Siempre capaz de alternar la sutileza y el impacto, en el prólogo se opta por este, pues la primera imagen, que no puede ser más premonitoria, es la de un barco hundido junto a una playa en apariencia idílica. En ella, un niño juega con la arena mientras su madre lo vigila desde la casa más próxima. Después, ese crío se come una maceta de plástico, y su madre lo asesina ahogándolo con una almohada. Al final sabremos cuál es el motivo de este acto, uno de los más aberrantes en principio para nuestra cultura. Pasado este inicio tan sumamente incómodo, el director se centra en Saul Tenser, un artista cuya metodología consiste en hacer que en su interior crezcan órgamos de nueva creación que, y esa constituye la base de sus espectáculos, su ayudante extrae de su cuerpo mediante cirugía. La aversión al dolor físico, el desprecio a las barreras éticas para la ciencia, el insano deseo de modificar el propio aspecto, la sublimación de las personas y los métodos que se utilizan para ello, la progresiva sustitución del sexo tradicional por prácticas que buscan la obtención del placer sin renegar del distanciamiento físico (esta circunstancia es subrayada en el film con una frase en verdad profética: la cirugía es el nuevo sexo), el culto al plástico, las ansias de control social de los gobiernos y los intentos revolucionarios más hijos de la desorientación espiritual e ideológica que de la búsqueda del bien común están en Crímenes del futuro, planteados, eso sí, con un ritmo narrativo a veces premioso, una cierta renuncia a ese distanciamiento moral que tan bien funciona en las obras mayores de Cronenberg, y una galería de personajes con los que resulta difícil empatizar. Uno tiene la sensación de tener delante un puzzle con magníficas piezas, amén de una obra artística con un peso filosófico incuestionable, pero servida con un envoltorio cinematográfico carente, excepción hecha de secuencias puntuales, de verdadera inspiración. Las referencias a la obra anterior del director son continuas, lo que le da al film un cierto aire testamentario, pero lo que estamos viendo raras veces iguala los niveles de calidad de lo que ya conocemos. La subtrama policial, que convierte en confidentes al artista de la automutilación y, con cierta probabilidad, a su colaboradora y amante, no está demasiado lograda, hasta el punto de ser la parte del todo que más flojea. Por resumir, Cronenberg la clava en el qué, pero no tanto en el cómo.
La película, rodada en Grecia, se aleja de la fría perfección estética tan propia de su autor, que esta vez se decanta por lo primario, por un futuro del que sorprende la ausencia de lo tecnológico en lo cotidiano. Estancias que en cierta manera se asemejan a cuevas sirven de escenario para los experimentos del artista, los mecanismos de control, las exposiciones y los infinitos, y muchas veces exitosos, intentos por pervertir el orden natural, aspecto que, y en esto estoy con Cronenberg, es el que más caracteriza a nuestra época y más se irá radicalizando en el porvenir. En muchos aspectos, Crímenes del futuro es un film de tesis, y creo que ésta se resume en que, como sociedad, estamos empeñados en destruir la Naturaleza, entendida en términos ecológicos y psicológicos, sin que ello nos aporte ni de lejos la felicidad prometida. Porque si algo tienen en común todos y cada uno de los personajes que aparecen en la película es su falta de alegría. En lo técnico, la fotografía de Douglas Koch es correcta, y aporta turbiedad, pero no hace olvidar a Peter Suschitzky, el camarógrafo de cabecera de Cronenberg, hoy ya retirado. Ronald Sanders, que sí pertenece al equipo médico habitual, se muestra tan certero como de costumbre en la edición, y de nuevo la música de Howard Shore es todo lo inquietante que debería.
Que Viggo Mortensen le debe mucho a David Cronenberg es una obviedad. Sin embargo, de los personajes que el actor ha encarnado para el cineasta canadiense, creo que ese artista, o más bien pornógrafo quirúrgico, llamado Saul Tenser, es el peor definido, y el intérprete afincado en Cataluña se resiente de ello, a pesar de que su actuación ofrece el nivel exigible. Léa Seydoux, que a mi juicio es una de las mejores actrices surgidas en este siglo, da más con el tono de una mujer firme, capaz de asumir lo que es y lo que hace hasta las últimas consecuencias, en el que es el mejor tranajo interpretativo de Crímenes del futuro. Scott Speedman, cuyo papel vendría a ser el de abanderado subversivo de lo que vendrá, brinda un trabajo que no pasará a la historia, que es más o menos lo que puede decirse de Don McKellar, el miembro masculino del organismo gubernativo que investiga el asunto. A Kristen Stewart, mitad femenina de ese cuerpo administrativo, se le agradece el empeño por aceptar papeles alejados de la basura comercial a la que debe su fama, pero no veo que su talento sea, ni vaya a ser jamás, notable, por más que lo intente, como en esa escena en la que su personaje intenta seducir a la antigua usanza al artista. La pareja que forman Nadia Litz y Tanaya Beatty funciona bien, mientras que la interpretación de Welket Bungué es floja.
Crímenes del futuro es una película quizá más interesante por lo que plantea que por cómo lo resuelve, y hablo en general, porque en el clímax está mucho de lo mejor del film. Con todo, tiene el indiscutible sello de calidad de su autor, y creo que con el tiempo se revalorizará a nivel crítico.