OH DOCTOR! 1917. 22´. B/N.
Dirección: Roscoe Fatty Arbuckle; Guión: Jean C. Havez y Joseph Anthony Roach; Director de fotografía: George Peters; Montaje: Herbert Warren; Producción: Joseph M. Schenk, para Comique Film Company-Paramount Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Roscoe Fatty Arbuckle (Dr. Fatty Holepoke); Buster Keaton (Junior); Al St. John (Apostador); Alice Mann (Sra. Holepoke); Alice Lake (Amante del apostador).
Sinopsis: Un médico acude al hipódromo junto a su esposa y su hijo. Allí intenta seducir a la acompañante de otro apostador. Después de perder una gran suma, el doctor recibe una llamada de la mujer para que vaya a su casa.
De la infinidad de cintas de dos rollos que Roscoe Fatty Arbuckle filmó en el apogeo de su fama, Fatty doctor es una de las más elaboradas a nivel narrativo, reflejo de la intención del cómico de ofrecer productos más complejos que implicaran mayores desafíos artísticos y, al tiempo, evitaran el hartazgo de unas audiencias para las que, por entonces, Arbuckle era un ídolo. El éxito de la empresa fue parcial, pues el empeño litarario no se vio acompañado por una mejora en el elemento clave de las películas de Fatty, cual es la comicidad. Fatty doctor tiene momentos muy divertidos, pero no brilla en este aspecto más que otras producciones de la estrella.
Como cabe esperar de la obra de alguien que ya era todo un experto en captar la atención del público desde el primer fotograma, muy pronto nos encontramos con un médico simpático e ingenioso, pero en cuyas manos nadie con un mínimo de sensatez se pondría en un caso de vida o muerte. En uno de sus días libres, este hombre acude al hipódromo en compañía de su esposa mandona y su hijo llorón. La escasa felicidad de ese matrimonio se manifiesta cuando el doctor comienza a flirtear con la mujer que se sienta a su lado. Es por mediación de ella y de su acompañante, un malcarado apostador, que el protagonista recibe un chivatazo respecto al caballo ganador de la siguiente carrera. El médico se juega una gran suma y, para su desgracia, el equino en quien ha depositado sus esperanzas de buena fortuna resulta ser más experto en detenerse a media carrera y caminar hacia atrás que en galopar veloz hasta la línea de meta. Arruinado, el galeno regresa a su domicilio consciente de que mucha gente tendrá que enfermar para que él recupere la cuantiosa pérdida económica sufrida. Pronto recibe una llamada de la mujer con la que galanteó en el hipódromo. El médico cree que sus dotes de seducción le han abierto las puertas del adulterio, pero las intenciones de la mujer, compinchada con su amante, son muy distintas.
Fatty doctor tiene gags destacables, como los relacionados con las prestaciones sobre la pista de Relámpago, un caballo que va a su aire y no parece entender la fijación de sus semejantes por correr a toda prisa y en línea recta, y también la manera en la que Fatty, ayudado por las condiciones técnicas de su automóvil, se aplica él mismo a la tarea de aumentar a las bravas su clientela. La parte conyugal, sin embargo, es más floja, con un Buster Keaton claramente desaprovechado en el rol de vástago llorica. Eso sí, el ritmo es tan ágil como de costumbre, y la trama policial que se inicia después de la llamada telefónica de la mujer del hipódromo al doctor está muy bien llevada, con un caótico clímax en el que confluyen en el apartamento de la susodicha todos los personajes de la película. Es en esta parte en la que el intento de trascender los gags obvios, las persecuciones y los trompazos se percibe más redondo, aunque la comicidad quede un tanto ahogada entre la acumulación de personajes en un espacio minúsculo y el afán por darle una reoslución coherente a todo el tinglado. Lo que, por cierto, se consigue.
Roscoe Fatty Arbuckle nos ofrece una visión de su personaje más pícara, cuando no directamente malvada, que en otras de sus producciones recientes, en las que el temperamento del protagonista era bastante más ingenuo. Aquí vemos a un hombre que, bajo su atildado aspecto, reúne en sí buena parte de los vicios posibles, en ocasiones manifestados con ingenio y elegancia y, en otras, con formas muy próximas a la brutalidad. Como ya se ha dicho, Buster Keaton, improbable hijo de un hombre que en realidad sólo tenía ocho años más que él, se limita prácticamente a recibir golpes y berrear, en lo que supone un menoscabo de su talento. Al St. John, en el rol de un jugador aficionado a las joyas ajenas, se muestra más contenido que de costumbre, lo cual supone una mejora incuestionable. Alice Mann, actriz que muy pronto decantaría su carrera hacia el drama, brilla en la piel de una esposa más autoritaria que sumisa, mientras que Alice Lake, otra presencia típica en el cine de Arbuckle, consigue un aplicado esbozo de femme fatale.
Fatty doctor es un cortometraje que, sin alcanzar plenamente lo que se propone, sí brinda la diversión característica y una estructura narrativa más compleja de la habitual.