MANHUNTER. 1986. 117´. Color.
Dirección: Michael Mann; Guión: Michael Mann, basado en la novela de Thomas Harris; Dirección de fotografía: Dante Spinotti; Montaje: Dov Hoenig; Música: The Reds y Michel Rubini; Diseño de producción: Mel Bourne; Dirección artística: Jack Blackman; Producción: Richard Roth, para De Laurentiis Entertainment Group-Red Dragon Pictures (EE.UU.)
Intérpretes: William Petersen (Will Graham); Tom Noonan (Francis Dolarhyde); Dennis Farina (Jack Crawford); Joan Allen (Reba); Kim Greist (Molly Graham); Brian Cox (Hannibal Lecter); Stephen Lang (Freddy Lounds); Benjamin Hendrickson (Dr. Chilton); David Seaman, Michael Talbott, Dan Butler, Bill Smitrovich.
Sinopsis: Will Graham, un ex-agente del FBI que consiguió la detención de Hannibal Lecter, es requerido por sus antiguos jefes para que colabore en la captura de un asesino que ha matado a dos familias.
Con su tercer largometraje, Hunter, Michael Mann trató de sacarse la espina del fracaso de su anterior propuesta para la gran pantalla, El torreón. Lo hizo recurriendo al género que le había hecho triunfar en la televisión, el thriller policíaco. No obstante, Mann logró su propósito sólo a medias, porque su película, que fue la primera en adaptar al cine una novela de la más célebre trilogía escrita por Thomas Harris, y por lo tanto la primera aparición en la pantalla del refinado psicópata Hannibal Lecter, no fue el éxito comercial que se podía prever, siendo superada por otros films policíacos, como algunos producidos por Joel Silver, de inferior calidad pero con más tirón entre las audiencias. El posterior éxito mundial de El silencio de los corderos, así como el obtenido por Mann como director a partir de los años 90, llevó a muchos cinéfilos a recuperar este film y, con el paso de los años, a valorarlo como lo que es: una de las mejores películas de su género realizadas en los años 80.
En un guiño quizá involuntario a la serie que cimentó la fama de Michael Mann, Corrupción en Miami, Hunter se inicia en las playas de Florida, con una estética muy similar a la allí utilizada. En el crepúsculo, hablan dos hombres: uno de ellos está de visita, y su nombre es Jack Crawford, oficial del FBI a cargo de la investigación de dos asesinatos múltiples cometidos por la misma persona. El otro es Will Graham, otro agente federal que, después de capturar al psicópata Hannibal Lecter, y de ser herido por él, se ha retirado a aquellos parajes en compañía de su esposa y su hijo. Crawford sabe que Graham posee un don especial para atrapar asesinos en serie, y acude a él para se implique en la investigación, algo a lo que Will es reacio, tanto que se niega a ver las fotografías de las dos familias asesinadas. Ambos saben que, si lo hace, Graham abandonará su retiro, en principio sólo para evaluar y analizar las pruebas y dar con el móvil de los crímenes, dejando que otros culminen el trabajo policial. Es lo que, en efecto, sucede. Para intentar descifrar las pautas de comportamiento del asesino, Graham acude a la institución en la que Lecter cumple su larga condena, y se entrevista con él.
Michael Mann, también responsable de la adaptación de la novela, sigue con bastante fidelidad el libro de Thomas Harris, inquietante, sangriento y con buenos diálogos. Sin caer en lo chillón ni en lo desmesutado, el director urde una intriga envolvente, en la que el grado de implicación del espectador aumenta de la misma manera en que lo hace el protagonismo de Will Graham en la resolución del caso. Se podrá decir que la película no extrae todo el jugo posible del psiquiatra criminal Lecter, pero justo es decir que, en la novela, el ya legendario psicópata es también un personaje secundario, más pensado para hacer avanzar la acción que para protagonizarla, pues no en vano está recluido en una celda de máxima seguridad. Es Graham quien lleva todo el peso del relato, y la película es, además de la crónica de la resolución del caso, un meticuloso estudio de por qué el personaje principal posee una capacidad para mimetizar los pensamientos de los asesinos en serie de la que el resto de investigadores carece. La respuesta, y así lo comprobamos en dos escenas clave (la conversación entre Will y su hijo en el supermercado, y el monólogo, que en verdad es un diálogo a distancia, entre Graham y el criminal, todo ello ante un Crawford que observa perplejo en segundo plano), es que el protagonista piensa igual que los psicópatas a los que persigue, sólo que él está en el lado correcto de la ley. De ahí que al principio se mostrase tan poco dispuesto a colaborar con Crawford: más que de ese asesino al que trata de trasladar desde la oscuridad hasta la luz, Graham tiene miedo de sí mismo, y la película lo plasma con acierto. Un detalle importante es que la identidad del criminal nos es revelada a la mitad del metraje, alternándose a partir de ahí la investigación policial con el retrato de la vida del asesino mientras el cerco se estrecha sobre él. Cuando ambos universos convergen, lo hacen con gran fuerza.
En multitud de aspectos, Hunter es un film inequívocamente ochentero. En la que supuso la primera de las muchas colaboraciones del refinado Dante Spinotti con Michael Mann, la fotografía es una muestra de esteticismo crepuscular, con predominio de los tonos oscuros (la diáfana institución mental en la que está recluido Lecter constituye una sonada excepción) y clara preponderancia de la luz artificial. Las escenas de acción a cámara lenta, y ahí está el clímax para demostrarlo, son otra muestra de los hábitos de la época. Mann es un cineasta muy preocupado por la estética, y en esta ocasión su empeño en que la puesta en escena tenga estilo (algo recargado, eso sí) resulta exitoso. Otra tendencia de entonces, que como la fotografía recuerda también a Miami Vice, es la manera de intercalar en la acción piezas con alto protagonismo de la música que casi pueden calificarse como videoclips, uso explotado hasta la saciedad en las series de televisión. Tanta música sintetizada, con la acción al ralentí e imágenes de innumerables tonos azules, puede llegar a cargar, pero el uso de una canción de aire tan siniestro como In-a Gadda-Da-Vida en la escena cumbre redime de muchos pecados. Por lo demás, la música remite en muchos aspectos a la compuesta por Jan Hammer para Miami Vice. Tiene atmósfera, pero no mejora al compositor de origen checo. El vestuario es otro aspecto en el que la película deja bien claro en qué década se rodó.
Las escasas apariciones en la pantalla de William Petersen en pantalla incluían la ópera prima de Michael Mann, Ladrón, y otro de los mejores policíacos de los 80, Vivir y morir en Los Ángeles. Petersen no es un dechado de expresividad, pero el trabajo de este actor que, como tantos otros, logró la fama mundial gracias a la televisión, es bastante bueno, con un personaje que se aleja del estereotipo del forzudo ochentero y emplea más el cerebro y las emociones que la testosterona. A Brian Cox, que es un pedazo de actor, le pesa una culpa que no le corresponde: es difícil imaginar a Hannibal Lecter con un rostro distinto al de Anthony Hopkins. El trabajo del escocés es notable, que conste, y debería aparecer en más escenas. Kim Greist, actriz de breve carrera, siempre me pareció una intérprete del montón, y aquí se limita a hacer de esposa comprensiva sin desentonar. Mucho mejor está una actriz de alto nivel como Joan Allen, que da vida a una mujer ciega capaz de hallar humanidad en el monstruo, papel que le corresponde a Tom Noonan, actor competente que siempre podrá presumir de haber comenzado en este negocio rodando para John Cassavetes y Michael Cimino. Con una presencia capaz de acojonar al personal, Noonan hace uno de sus mejores trabajos en el cine. Otro que repetía con Mann es el siempre eficaz Dennis Farina, que aquí da vida a Jack Crawford con sobriedad, pero también brillando en la escena en la que descubre in situ por qué Graham es tan bueno cazando tarados. El prolífico Stephen Lang interpreta con acierto al vomitivo periodista Feddy Lounds.
Película de mucha calidad, Hunter no sólo supera a su remake (El dragón rojo), sino que deja claro que el personal estilo de Michael Mann se ajusta de maravilla al thriller. No es de extrañar que este film lleve mucho tiempo ganando adeptos.