MOONAGE DAYDREAM. 2022. 132´. Color.
Dirección: Brett Morgen; Guión: Brett Morgen; Montaje: Brett Morgen; Música: David Bowie; Producción: Tracy Flannigan, Andrew Murray y Brett Morgen, para HBO Documentary Films-Public Road Productions-Live Nation Productions-BMG (EE.UU.).
Intérpretes: David Bowie, Trevor Bolder, Ken Fordham, Mike Garson, John Hutch Hutchinson, Geoof McCormack, Mick Ronson, Jeff Beck, Carlos Alomar, Michael Kamen, David Sanborn, Earl Slick, Luther Vandross, Adrian Belew, Reeves Gabrels, Dick Cavett, Mavis Nicholson, Brian Eno, Iman.
Sinopsis: Repaso a la trayectoria artística de David Bowie a lo largo de seis décadas de música.
Brett Morgen goza de un gran prestigio como documentalista, siendo responsable de hitos de la no-ficción musical de la última década como Cobain: Montage of Heck, obra de referencia en el género si hacemos caso a la opinión de un extenso número de críticos. Para su más reciente largometraje estrenado, Morgen se centró en otra figura icónica, ya desaparecida, del rock, el cantante británico David Bowie. Como ya hiciera en su trabajo sobre el líder de Nirvana, el director se aseguró el beneplácito de los herederos del artista, lo que le dio acceso a cantidades ingentes de material de archivo. Cinco años ha dedicado Brett Morgen a dar forma a esta película, estrenada en Cannes, merecedora de distintos galardones y recibida por parte de la prensa especializada con un entusiasmo que, para ser honestos, no comparto.
Soy consciente del esfuerzo titánico que hay detrás de esta película, y de la originalidad de una obra en la que Brett Morgen hace casi de todo. Sucede que el director se enfrentó a una tarea imposible, como es condensar la trayectoria artística de David Bowie en dos horas y cuarto de metraje. Dado el volumen del material recopilado, el cineasta californiano optó por la acumulación, lo que a mi juicio constituye un error de base porque da pie a la sobrecarga. El hecho de que, antes de empezar la película, un letrero avise de que el visionado de la misma puede afectar a las personas con epilepsia no es la mejor carta de presentación posible, por cuanto eso lleva de inmediato a pensar en imágenes efectistas y excesivo número de planos, y el film no tarda en demostrar que esos temores no eran infundados. A Brett Morgen hay que concederle el mérito de haber optado por una fórmula narrativa que se aleja del estereotipo del documental musical, con el repaso cronológico a la trayectoria del biografiado y la abundancia de testimonios que, las más de las veces, están ahí para ensalzar su figura. De lo primero, Morgen prescinde bastante; de lo segundo, prescinde del todo. Y eso está muy bien, pero considero innecesaria la saturación de imágenes que nos sirve el director. Hay un ímprobo esfuerzo de edición, que por desgracia cae en el exceso. No se trata de batir el récord de número de planos por segundo, cosa que parece intentar el director no una vez, sino varias, a lo largo del metraje, ni te van a lapidar por sostener un plano durante más de cinco segundos, por mucho material de archivo de que dispongas. Hay otro elemento muy cuestionable en Moonage daydream, este a nivel narrativo: aunque en el film abunden las declaraciones de David Bowie acerca de lo cómodo que se siente no emitiendo mensajes sociales o políticos a través de su arte, numerosos pasajes del mismo desmienten al protagonista, personaje bastante contradictorio, pues ya desde el prólogo se muestran reflexiones suyas de corte filosófico o existencial, que pueden estar muy bien para desmontar el estereotipo, muy extendido en el tiempo y probablemente provocado por lo estrafalario de la imagen de Bowie en los años en que se dio a conocer al gran público, pero que, como ocurre con el despliegue visual, en ocasiones cruza de la línea de lo ampuloso, de lo solemne en exceso, lo que puede resultar cargante. Tampoco hay que olvidar que el beneplácito de los herederos del artista tiene un precio, que consiste en obviar algunas declaraciones públicas de Bowie que ya en su momento causaron bastante polémica, y que en nuestros días, con tanta pielecilla fina y tanto justiciero cibernético con demasiado tiempo libre y desmedido afán de protagonismo, lo serían mucho más. Que se pase de puntillas respecto al notorio abuso de drogas de Bowie, en especial durante la etapa norteamericana previa a su desembarco en Berlín, forma con bastante probabilidad parte de ese precio que antes mencioné. En lo musical, Morgen se centra casi en exclusiva en la etapa glam del artista, en la que firmó sus obras todavía hoy más prestigiosas, y en su época de mayor éxito comercial, ya en los años 80 y a partir del álbum Let´s dance. Etapas enteras de la carrera de Bowie se pasan por alto o se quedan en simples alusiones a lo largo de la película. Pondré un ejemplo: quizá yo sea el único, pero no me cansaré de reivindicar a Tin Machine, la banda de rock duro que formó Bowie para dejar atrás una época en la que, de ser un visionario capaz de anticipar las modas, había pasado a convertirse en otra estrella pop que se plegaba a las preferencias del público mayoritario y a los designios de la industria musical. Un último detalle: creo que el protagonismo que se le otorga a la obra visual de Bowie es excesivo: él, que se conocía bien, ya declaró, en unas palabras que se recogen también en la película, que era consciente del valor de su trabajo como músico y de su capacidad para componer buenas canciones, pero que no estaba tan seguro de la calidad de su obra pictórica.
Una vez diseccionados los motivos por los que creo que Moonage daydream no debe ser considerado uno de los mejores documentales musicales de siempre, como ha hecho parte de la prensa especializada en un alarde hiperbólico, propio de una época en el fondo consciente de que muy poco del arte que se produce va a resistir el paso del tiempo, he de decir que en Brett Morgen está el magnífico cineasta que muchos ven, pero que este director debe aplicar contención a su estilo para que su talento fluya, en lugar de ser una especie de puñetazo a la cara del espectador. En esta película hay grandes aciertos, que justifican en parte lo bueno que se ha dicho de ella, pero también errores que provocan una cierta desazón, y algún que otro dolor de cabeza. El film, sin duda, gustará a los fans de Bowie más modernos (él lo fue mucho, en el mejor sentido del término), siendo menos indicado para quienes sólo tengan un conocimiento superficial de su vida y obra. En mi opinión, Moonage daydream, siendo una buena película, es una víctima más del exceso de expectativas.