WHERE EAGLES DARE. 1968. 156´. Color.
Dirección: Brian G. Hutton; Guión: Alistair MacLean, basado en su novela; Director de fotografía: Arthur Ibbetson; Montaje: John Jympson; Música: Ron Goodwin; Dirección artística: Peter Mullins; Producción: Elliott Kastner, para Metro Goldwyn Mayer (EE.UU.-Reino Unido).
Intérpretes: Richard Burton (Comandante Smith); Clint Eastwood (Teniente Schaffer); Mary Ure (Mary Ellison); Patrick Wymark (Coronel Turner); Michael Hordern (Almirante Rolland); Donald Houston (Christiansen); Peter Barkworth (Berkeley); William Squire (Thomas); Robert Beatty (General Carnaby); Anton Diffring (Coronel Kramer); Ferdy Mayne (Rosemeyer); Derren Nesbitt (Von Hapen); Ingrid Pitt (Heidi); Brook Williams, Neil McCarthy, Vincent Ball, Victor Beaumont.
Sinopsis: Un grupo de soldados británicos, especialistas en luchar tras las líneas enemigas, se desplaza, en compañía de un oficial estadounidense, a un remoto castillo alemán para rescatar a un alto mando que ha caído prisionero.
Entrados los años 60, Brian G. Hutton decidió aparcar su discreta carrera como actor para, al igual que otros muchos intérpretes han hecho desde los orígenes del cine, pasarse al otro lado de la cámara. Este viraje profesional dio buenos réditos a Hutton, en especial cuando abrazó el género bélico. El primer ejemplo de ello lo encontramos en El desafío de las águilas, un film que, a la sombra de éxitos recientes como Doce del patíbulo y Los cañones de Navarone (que, al igual que la obra que nos ocupa, se basa en una novela de Alistair MacLean), narra el devenir de una misión secreta, y poco menos que suicida, llevada a cabo por tropas de élite, en este caso británicas, durante la Segunda Guerra Mundial. No puede decirse que el resultado comercial de la película fuese espectacular, pero sí satisfactorio. En lo artístico, hay quienes sitúan a esta obra entre los clásicos indiscutibles cuya temática gira sobre el que, a día de hoy, es el mayor conflicto bélico en la historia de la humanidad. No me incluyo en ese grupo.
Siendo un film muy entretenido y con aspectos de mucha calidad, creo que El desafío de las águilas contiene algunos de los tics más molestos del cine de Hollywood, y esto pese a que, desde un punto de vista global, la película tiene más de británica que de estadounidense. Se trata de una obra poco original, construida al amparo del éxito de otras, es decir, de las modas; en su construcción prima en todo momento la búsqueda del espectáculo, por encima de la coherencia de la narración y del estudio o desarrollo de los personajes, lo que hace que, a medida que transcurre el film, se sucedan las situaciones inverosímiles del modo más artificioso, y lo que eran vibrantes secuencias de acción degeneren en una espiral de escenas que caen de lleno en la aparatosidad. El guión, por mucho que esté escrito por el autor de la novela en que se basa, tiene importantes agujeros y, por fin, el reparto está compuesto por estrellas colocadas ahí para incrementar el tirón comercial de la propuesta, aunque algunas no sean las elecciones más adecuadas para los papeles que interpretan. Con todo, estos defectos permanecen razonablemente ocultos durante la primera hora y media, para invadirlo casi todo desde el momento en que el comando abandona el lujoso salón del castillo en que se refugian los altos oficiales nazis y emprende la huida desde ese recóndito y nevado rincón de la Selva Negra. Lo que era una notable película de acción bélica, del subgénero de misiones suicidas en territorio enemigo, se transforma en un film de superhéroes, en el que el único interés parece ser una continua, y cada vez más delirante, tendencia a rizar el rizo, se pierde toda verosimilitud en el afán por impresionar a la audiencia, y el resultado es un gran espectáculo sin alma que busca conquistar al espectador por aplastamiento. Uno puede preguntarse a santo de qué se monta un comando lleno de espías nazis para infiltrarse en uno de los refugios más inexpugnables de Alemania, o cómo estos, que tan diestros se muestran a la hora de eliminar a dos de los miembros ajenos a su traición, ni siquiera intenten atentar contra la vida de los dos principales oficiales, a pesar de que esta se halla en perpetuo riesgo. El romance entre el líder del comando y la mujer que lo integra no aporta nada al conjunto, y la suma de todo ello que nos lleva a pensar en el desmesurado gasto en pirotecnia que asumieron los responsables de la obra, en detrimento de otros elementos de mayor densidad dramática.
No todo es malo, por mucho que el visionado de la película deje la sensación de que esta va de más a menos. El punto de partida es atractivo: los decorados y las localizaciones, excelentes, y la labor de la segunda unidad, dirigida por el gran Yakima Canutt, en las escenas de acción, digna de todo elogio. Hutton da más la impresión de dejarse llevar que de intentar imponer un estilo, por lo que su forma de dirigir se percibe como impersonal, correcta en lo técnico pero incapaz de soslayar las imperfecciones de una película que, lo que termina diciendo, es que podría haber sido bastante mejor de lo que es. Faltan un guión más sólido, un mayor desarrollo de los personajes, en especial de los secundarios, y sobre todo un menor énfasis en la fantasmada visual, que acaba por malograr el buen trabajo de muchos de los participantes en el film. Cuesta creer el tratamiento tan banal que se da en la película de las tropas nazis, cuando de todos es sabido que su destreza en la batalla sólo era superada por su maldad. Lo mejor, al final, es el montaje, obra de John Jympson, el mencionado trabajo de Canutt y, sobre todo, la banda sonora de Ron Goodwin, tan poderosa y marcial, cuya calidad le ha valido para ser más popular que la propia película.
Que Richard Burton es un gran actor, no creo que nadie lo discuta, y mucho menos un servidor. Lo que sí cuestiono, y mucho, es su idoneidad para interpretar al comandante Smith, que viene a ser una mezcla, con uniforme castrense, entre James Bond y Superman. Burton resulta muy poco creíble como (súper)héroe de acción, y de hecho el rostro de sus dobles es visible en varias de las escenas de mayor riesgo. Cuando se trata de actuar, Burton sienta cátedra, y está a la altura de su prestigio, pero imaginarle saltar de un teleférico a otro, en mitad del vacío y con una mano herida, provoca la sonrisa irónica. Si uno de los aspectos más explotados de la película es la espectacularidad de las escenas aéreas, algunas de ellas brillantes, aquí se alcanza el puro absurdo. Por su parte, un emergente Clint Eastwood da vida a un asesino con uniforme, en un rol que recuerda a los pistoleros que interpretó a las órdenes de Sergio Leone, pero sin el sentido del humor y la carga nihilista que adornaba al cineasta romano. La malograda Mary Ure, que era una actriz talentosa, se pierde en un papel esquemático e insustancial, mientras que Patrick Wymark muestra su buen hacer como militar de alto rango y baja calidad moral. Meritorias actuaciones de Michael Hordern, y también de dos de los habituales intérpretes de alemanes en la época, Anton Diffring, el único personaje teutón al que la película parece conceder cierta inteligencia, y Ferdy Mayne.
El desafío de las águilas está lejos de ser un clásico, y palidece frente a las películas con las que a menudo es comparada. Sus primeros noventa minutos están bastante bien, pero luego poco de lo que vemos tiene sentido. Brian G. Hutton triunfó con esta película, pero a la vez dejó constancia de sus limitaciones como director, que más adelante se encargaría de confirmar.