THE PERKS OF BEING A WALLFLOWER. 2012. 101´. Color.
Dirección: Stephen Chbosky; Guión: Stephen Chbosky, basado en su novela; Dirección de fotografía: Andrew Dunn; Montaje: Mary Jo Markey; Música: Michael Brook; Dirección artistica: Gregory Weimerskirch; Diseño de producción: Inbal Weinberg; Producción: Liane Halfon, Russell Smith y John Malkovich, para Summit Entertainment- Mr. Mudd (EE.UU.).
Intérpretes: Logan Lerman (Charlie); Emma Watson (Sam); Ezra Miller (Patrick); Paul Rudd (Profesor Anderson); Mae Whitman (Mary Elizabeth); Erin Wilhelmi (Alice); Nina Dobrev (Candace); Nicholas Braun (Derek El Coletas); Dylan McDermott (Padre de Charlie); Kate Walsh (Madre de Charlie); Johnny Simmons (Brad); Melanie Lynskey (Tía Helen); Adam Hagenbuch (Bob); Zane Holtz (Chris); Joan Cusack (Dra. Burton); Tom Savini, Julia Garner, Jordan Paley, Reece Thompson.
Sinopsis: Un adolescente, con distintos traumas y el sueño de ser escritor, empieza el instituto. Allí entabla amistad con un grupo de alumnos brillantes e inadaptados.
En el cine, una de las cosas que no suele salir bien es que un escritor sin apenas experiencia en la gran pantalla se encargue de dirigir la adaptación de uno de sus éxitos literarios. Cierto es que Stephen Chbosky había rodado una película, prácticamente desconocida, allá por los años 90, pero la repercusión obtenida gracias a la novela The perks of being a wallflower había generado unas expectativas en cuanto a su versión cinematográfica que era fácil que un cineasta bisoño naufragara en el intento. Nada más lejos de la realidad, por cuanto uno de los mejores libros contemporáneos sobre la iniciación a la vida adulta se convirtió en una de las mejores películas de este siglo respecto al mismo tema, que triunfó especialmente en los Estados Unidos e hizo que Chbosky se llevara el galardón a la mejor ópera prima (que, como ya hemos dicho, en realidad no lo era) en los Spirit Awards, algo así como los Óscar del cine independiente. En contra de lo que acostumbra a ocurrir, el novelista logró convencer a casi todo el mundo de que Las ventajas de ser un marginado era su historia, y por eso nadie podía adaptarla mejor que él.
Servidor, que ya pasa de la cincuentena, recuerda muy bien su adolescencia, algo frecuente cuando te quedan menos años en este mundo de los que ya llevas vividos. Es más, creo que, en ciertos aspectos ligados al carácter, nunca se debe dejar de tener 15 ó 16 años. En general, considero que esos tiempos son los mejores de la vida, a pesar de lo complicados que son cuando se está metido en ellos, y por ello es lógico que, al volver la vista atrás, ese período tenga un espacio preferente en la memoria. Todas las adolescencias son distintas entre sí, pero Stephen Chbosky ha narrado la suya (los tintes autobiográficos de este film son tan evidentes que ni siquiera existe un esfuerzo por ocultarlos) de una forma que encantará a todos aquellos (que, a juzgar del éxito de la propuesta, somos muchos) que sabemos que un elemento capital en la vida adulta es la nostalgia de la juventud perdida, de los años en los que, tuviera uno buenas o malas cartas en el complicado juego de la existencia, creía con fervor que las mejores bazas iban a llegar en algún momento futuro a sus manos. La historia da inicio en un momento clave en la vida de cualquier joven, como es el primer día en el instituto, y se estructura a través de las cartas que el protagonista, que sueña con ser escritor, dirige a un interlocutor desconocido. Este muchacho, llamado Charlie, es tímido y brillante, y arrastra el trauma de haber perdido a su mejor amigo de una de las maneras más dolorosas que existen. Charlie sobrelleva algún otro fantasma del pasado, de índole más familiar, relacionado con la muerte de su tía en un accidente de automóvil. Los comienzos del chico en el instituto son bastante descorazonadores, hasta que traba amistad con un estudiante de último curso, con el que rápidamente congenia y que le introduce en su círculo de amistades, un grupo en su mayoría femenino con el que comparte gustos estéticos y musicales, además de un nivel socioeconómico alto. En la adolescencia, un año de diferencia es mucho, así que el vivir rodeado de personas que están en su año de graduación supondrá a Charlie un curso acelerado de iniciación a la vida.
Stephen Chbosky ha hecho una película para quienes, como cantaba Frank Sinatra (al que se alude en el film de un modo simpático), son jóvenes de corazón. Explica una historia tan particular que es la suya propia, pero consigue que, en multitud de ocasiones, el espectador recuerde a su yo de dieciséis años y analice los parecidos y diferencias entre lo que vivió y lo que está contemplando en la pantalla. Con esto quiero decir que la decisiva baza de la empatía la gana el director con suficiencia, en parte porque lo que narra parece muy honesto… incluso cuando hace trampas. Ahí están la confusión vital, el despertar a los placeres adultos de la vida, la búsqueda de nuevos referentes (en esos años, en quien uno se fija es en sus ídolos, ya sean musicales, cinematográficos, literarios, o todo a la vez, y en especial en quienes tienen sólo un par de años más que uno, diferencia que, dada la tremenda acumulación de experiencias propia de la edad, es todo un mundo) y la importancia que ejercen los adultos, ya sea como apoyo (ese profesor que detecta al alumno talentoso y le suministra libros para que pueda cumplir sus deseos) o como muro de incomprensión ante el que uno se rebela o claudica. Algo importante, ya desde el título, de Las ventajas de ser un marginado es su reivindicación de quienes se salen de la norma. No nos engañemos, ya estés rodeado de ricos, como el protagonista de la película, o de personas de menos nivel económico, la gente normal es aburrida a más no poder y conviene evitarla lo máximo posible. Los raros siempre son más interesantes y, desde luego, más divertidos. El film nos ofrece una interesante galería de rarezas con las que el espectador se sentirá, en muchos aspectos, identificado.
Hay mucha pasión en la manera en la que Stephen Chbosky presenta su historia. Más que técnica, seguramente, porque abusa de los primeros planos y de la utilización de la música como muleta para describir las emociones de los personajes. Lo que me conquista, y no creo ser el único, es que, al igual que sucedió en los años 80 con un film para adolescentes que considero magistral, El club de los cinco, en la película aparecen muchos de los tópicos de los dramas de iniciación, y no pocos de las feel good movies, y a pesar de ello uno se traga el caramelo del modo más placentero aun a sabiendas de que le sobra azúcar. Vamos, que se cae en el cliché adulto de idealizar la adolescencia, pero de un modo tan delicioso que hay que estar muy resabiado para que eso importe. ¿Alguien se cree que los protagonistas, chicos ricos y cultos que adoran a los Smiths y The Rocky Horror Picture Show, desconozcan Heroes, la canción de Bowie convertida en himno? Ni de lejos, pero llega el final de la película y te lo comes como si llevaras tres días en ayunas. En lo visual, esta obra no tiene demasiados rasgos distintivos, aunque se agradece al director que no caiga en la estética videoclipera ni tan solo en los números musicales. Eso sí, es de alabar el trabajo en la iluminación de Andrew Dunn, especialmente destacable en las numerosas escenas nocturnas.
Por resumir, el desempeño del plantel de intérpretes es espléndido. Logan Lerman ya había tenido papeles importantes antes de dar vida a Charlie, un chico introvertido, pero dotado de una inteligencia poco común. Es casi obligatorio que este personaje se interprete muy hacia adentro, cosa que Lerman hace muy bien, pero lo que más me convence es que también está muy ajustado en las escenas en las que Charlie pierde el control sobre sí mismo, ya sea por los efectos del alcohol y las drogas, o porque las emociones que vive le desbordan. A Emma Watson la he visto muy poco, entre otras cosas porque soy del todo ajeno al universo Harry Potter, pero se ve que en ella hay una muy buena actriz que aquí cuadra el rol de musa adolescente. Dicho lo cual, quien sobresale por encima del resto es Ezra Miller, que borda su papel de divertido mentor espiritual del protagonista. Semejante talentazo corre el riesgo de perderse a fuerza de problemas de salud mental y películas de superhéroes pero, antes de todo eso, Miller nos dejó esta interpretación mayúscula. Otra aparición estelar en el film es la de la polifacética y notable actriz Mae Whitman, que asume un rol más ingrato, el de chica resabida y, en el fondo, mucho más convencional de lo que quiere hacer ver, y lo solventa con nota alta. Erin Wilhelmi pasa, como su personaje, más desapercibida y, de los adultos, buena labor de Paul Rudd como el comprensivo profesor Anderson, y correcto Dylan McDermott como el padre del protagonista. Destacar, por último, a las televisivas Nina Dobrev y Melanie Lynskey como la hermana y la tía de Charlie, y las apariciones de Tom Savini interpretando al ogro profesor de manualidades, y de Joan Cusack en el papel de psiquiatra.
Las ventajas de ser un marginado es una película emocionante, en el buen sentido. Quienes no la hayan visto, y no hayan enterrado todavía al joven que alguna vez fueron, aún están a tiempo.