MY NAME IS ALFRED HITCHCOCK. 2022. 118´. Color.
Dirección: Mark Cousins; Guión: Mark Cousins; Dirección de fotografía: Mark Cousins; Montaje: Timo Langer; Música: Donna McKevitt; Producción: John Archer, para Hopscotch Films (Reino Unido).
Intérpretes: Alistair McGowan (Voz de Alfred Hitchcock).
Sinopsis: Un Alfred Hitchcock ficticio desgrana algunos aspectos esenciales de su obra cinematográfica.
Cuando un cineasta firmante de películas de no ficción de gran calidad se acerca a la figura de Alfred Hitchcock, salta a la vista que las expectativas de los aficionados van a ser muy altas. Es lo que sucede con el proyecto de Mark Cousins sobre el director londinense, Mi nombre es Alfred Hitchcock, porque de alguien con tan profundo conocimiento del séptimo arte se espera el documental definitivo acerca de uno de los realizadores sobre los que más se ha escrito (y filmado) en toda la historia del cine. Por desgracia, el film de Cousins, sin llegar a ser del todo prescindible, sí es, en muchos aspectos, decepcionante.
El gran problema es la apuesta del director por la narración en primera persona. Alfred Hitchcock habló mucho de su obra, y ahí están los testimonios literarios y cinematográficos de sus largas conversaciones con François Truffaut para demostrarlo. Sin embargo, lo que hace Cousins es recurrir a un imitador para poner voz a Hitchcock y, a través de ese recurso, analizar su trayectoria cinematográfica desde su propia perspectiva. Por muy aplicado que sea el trabajo de Alistair McGowan, esta decisión desluce el film, porque esa omnipresencia de la voz en off termina por ser cargante. Mark Cousins se lo juega todo a este recurso, que puede ser ingenioso, pero sin duda tiene corto recorrido, y lo que hace es faltar a uno de los grandes mandamientos del cineasta homenajeado: ni siquiera en sus malas películas, que las tiene, Hitchcock es aburrido. En cambio, Cousins no logra insuflar a su película el ritmo necesario, y sus dos horas de metraje se hacen largas, algo difícil de obviar cuando el tema de la película es la carrera de un autor de filmografía tan extensa y rica en detalles. El director estructura la obra en seis partes, de acuerdo a media docena de conceptos clave, más según su propia visión del cine de Hitchcock que, sospecho, de la que el propio director tenía de sus películas. Puestos a desmenuzar, echo en falta también el análisis de dos figuras clave en la carrera del legendario director inglés: Joan Harrison, quien fue su mano derecha durante décadas (este aspecto sí se trata de manera acertada en Yo soy Alfred Hitchcock, de Joel Ashton McCarthy, estrenada un año antes que la película que ahora nos ocupa, y cuya reseña se puede encontrar en este blog), y el compositor Bernard Herrmann. Por otro lado, tampoco es que el film ofrezca a los muy entendidos en Hitchcock revelaciones de calado.
Pasemos a los aciertos, que también los hay: Cousins sí da en el clavo cuando su análisis se centra en algunos de los films menos conocidos de Hitchcock, con manifiesta predilección hacia su etapa inglesa y, en especial, a sus películas mudas. En ellas vemos esbozos, o directamente el empleo de ciertas constantes y características de un director con un marcado estilo propio que más tarde se concretarían, o repetirían, en las que de forma mayoritaria se consideran sus obras mayores. Mark Cousins tiene, y esto es innegable, un gran conocimiento de la técnica cinematográfica y una notable capacidad de observación para los detalles, y es ahí donde encontramos lo mejor de Mi nombre es Alfred Hitchcock. Otra virtud importante del film es la de reflejar el trabajo del director para documentar lo ocurrido en los campos de exterminio nazis durante la Segunda Guerra Mundial, contribución digna de todo elogio que muchos de los análisis sobre la carrera de Hitchcock tratan sólo de soslayo. Aún veo un tercer acierto: centrarse en lo cinematográfico y dejar de lado amarillismos y acusaciones a los muertos, que poco se pueden defender, tan propia del espíritu inquisitorial de una época en la que aquello de vive y deja vivir parece haber pasado a ser una reliquia. No obstante, esto me hace regresar a la (errónea) idea original de la narración, que lleva a poner en boca de Hitchcock cosas que jamás afirmó: Sir Alfred no tiene nada que decir sobre los teléfonos móviles, básicamente porque falleció décadas antes de que se inventaran. De lo que tenía que hablar, ya habló mucho y bien con Truffaut. Estas digresiones de Cousins se apartan del objetivo de una obra que es interesante cuando se centra en el cine de Hitchcock, sin ornamentos ni tonterías.
Película fallida, que para ser más honrada hubiera debido titularse Alfred Hitchcock según Mark Cousins. No está exenta de cualidades, pero no raya a la altura esperada.