L´ALDILÀ. 1981. 85´. Color-B/N.
Dirección: Lucio Fulci; Guión: Lucio Fulci, Giorgio Mariuzzo y Dardano Sacchetti, basado en un argumento de Dardano Sacchetti; Director de fotografía: Sergio Salvati; Montaje: Vincenzo Tomassi; Música: Fabio Frizzi; Diseño de producción: Massimo Lentini; Producción: Fabrizio De Angelis, para Fulvia Film-(Italia).
Intérpretes: Katherine MacColl (Liza); David Warbeck (Dr. John McCabe); Sarah Keller (Emily); Antoine Saint-John (Schweik); Veronica Lazar (Martha); Al Cliver (Dr. Harris); Giovanni De Nava, Michele Mirabella, Giampaolo Saccarola, Maria Pia Marsala, Tonino Pulci.
Sinopsis: En 1927, un pintor de Louisiana es linchado por sus convecinos, acusado de brujería. Décadas más tarde, una diseñadora neoyorquina recibe en herencia el hotel donde se cometió el crimen.
Artesano siempre dispuesto a abordar los géneros más de moda, Lucio Fulci tocó muchos palos a lo largo de su trayectoria cinematográfica, pero fueron sus numerosas incursiones en el cine de terror las que le proporcionaron el estatus de cineasta de culto, catalogación que en buena parte se debe a El más allá, una de las mejores películas de Fulci a juicio de sus numerosos seguidores. Rodada en los Estados Unidos, al igual que algunas de las anteriores cintas terroríficas del director, como por ejemplo Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, esta película de bajo presupuesto tuvo poco éxito en su estreno, pero con el transcurso de los años, y gracias a los entusiastas elogios de personalidades como Quentin Tarantino, ha pasado a ocupar un lugar de privilegio entre los films de terror de serie B a la italiana.
En el mundo del cine, coexisten directores con pretensiones artísticas con los artesanos que, siguiendo los dictados de la industria, facturan películas cuya función principal es entretener al público. Los primeros cometen muchas veces el error de creer que la voluntad, o su intelecto superior, son suficientes para hacer arte. Los segundos trabajan a destajo, y no son pocos los incapaces de distinguir, de entre su propia obra, las películas buenas de las malas. Lucio Fulci pertenece sin duda a la segunda de estas categorías, y El más allá un buen ejemplo de film que mezcla elementos que le hacen rozar la excelencia dentro de su género con las peores características del cine de usar y tirar. Sólo el prólogo, rodado en blanco y negro y ambientado en 1927, ya justifica lo expuesto. Por un lado, hay elementos muy sugerentes, misterio, un buen manejo de la tensión y una lograda atmósfera terrorífica, pero parte de ello se malogra por el efectismo y los excesos gore de los que hace gala el director. Lucio Fulci está lejos de ser un fino estilista, y siendo capaz de generar miedo en el espectador, se decanta demasiadas veces por el asco.
La película mezcla dos subgéneros clave en el cine de terror: los films sobre casas encantadas, aspecto en el que El más allá puede considerarse una hija bastarda de H.P. Lovecraft, y las películas de zombies. El prólogo ilustra la maldición que pende sobre un caserón de Louisiana que recibe en herencia una diseñadora neoyorquina en crisis. En adelante, se van sucediendo los asesinatos, a cual más truculento, de todas las personas que tienen algo que ver con la casa, que la joven heredera, mujer racional donde las haya, se empeña en reformar y abrir al público contra viento, marea y difuntos que resucitan para llevarse a los vivos a sus mundos de ultratumba. Un médico del hospital más cercano será el único apoyo de la forastera en su intento de huir de la escabechina, de cuyos motivos la informa una joven invidente.
A pesar del escaso presupuesto, los efectos especiales son resultones, que ya es algo. La atmósfera fantasmagórica está francamente bien conseguida, pero Fulci insiste una y otra vez en la exhibición de hemoglobina y casquería, en un empeño demasiado evidente de satisfacer al público más sediento de sangre y vísceras. Que la película valga más que eso, es algo que al propio Fulci parece escapársele, porque su puesta en escena no hace más que amplificar este defecto, con su abuso del primer plano en las escenas más truculentas, y un empleo del zoom que olvida que, en el cine de terror, lo que se sugiere da miedo, y lo que se sobreimpresiona da grima. Habrá quien crea necesario el plano italiano con el que muestra la picadura de una tarántula en la lengua de un moribundo, a quien otro arácnido ha sacado previamente el ojo con su aguijón, momento que Fulci ha filmado con la misma técnica, pero uno piensa que esas cosas es mejor hacerlas cuando se necesita que la audiencia olvide que la película es una mierda, y no estamos en ese caso. El más allá tiene, por ejemplo, algo de lo que carece la inmensa mayoría de los films de estas características, e incluso muchas obras de mayor enjundia, como es un final realmente bueno, que lleva a pensar que, con algo más de tiempo y mesura, estaríamos ante la gran película que Tarantino cree que es.
En la parte técnica, Fulci se rodea de antiguos colaboradores, como el camarógrafo Sergio Salvati o el editor Vincenzo Tomassi, expertos como él en el tranajo rápido, barato y sin complicaciones. La labor de ambos es aquí solvente, siendo este uno de los films más destacados de sus respectivas carreras, siempre vinculadas al cine de serie B. En la banda sonora de Fabio Frizzi, un compositor cuyos inicios en el cine de terror se deben a Fulci, no encontramos elementos originales, pero sí talento para contribuir a la atmósfera pesadillesca que, sin duda, es el aspecto más destacado de la película.
A nadie debería extrañarle que el trabajo de los actores no sea nada del otro mundo. Catriona (aquí Katherine) MacColl, que repetía a las órdenes de Lucio Fulci, le pone empeño y grita de manera convincente, con lo que al menos consigue una interpretación correcta, mientras que el neozelandés David Warbeck, también en su segunda colaboración con el director italiano, lidia con un papel arquetípico y hace lo que puede, que ya es más de lo conseguido a lo largo de una carrera que empezó prometedora y se despeñó sin remedio, mientras que Cinzia Monreale, aquí Sarah Keller, consigue resultar inquietante. La labor de los secundarios oscila entre lo pasable y lo malo de solemnidad, calificación de la que Al Cliver se hace acreedor en su breve aparición.
A El más allá no le faltan cualidades, lo que les sobra es casquería. Me duele decir esto, porque soy un férreo defensor de un derecho tan en decadencia como la libertad de expresión, pero creo que esta es una película que mejora en sus versiones cortadas, como la que se estrenó en su momento en los Estados Unidos.