THE HAYSEED. 1919. 22´. B/N.
Dirección: Roscoe Fatty Arbuckle; Guión: Jean C. Havez; Director de fotografía: Elgin Lessley; Montaje: Herbert Warren; Producción: Joseph M. Schenk, para Comique Film Company-Paramount Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Roscoe Fatty Arbuckle (Cartero); Buster Keaton (Mozo de almacén); Molly Malone (Chica); Jack Coogan, Sr. (Comisario); Luke (Perro); Kitty Bradbury, Dan Crimmins.
Sinopsis: Un cartero de métodos muy particulares rivaliza con el comisario del pueblo por los favores de una joven lugareña.
Para Roscoe Fatty Arbuckle, los años felices no fueron los años 20 del pasado siglo, sino los inmediatamente anteriores, en los que cada nuevo trabajo suyo era un éxito y le ayudaba a mantenerse en la cima de la todavía incipiente industria cinematográfica estadounidense. Fatty cartero prolongó su buena racha. No la incluyo entre sus mejores películas, pero divierte, que es lo que pretende.
En este film de dos rollos encontramos lo que el público esperaba de Fatty, de nuevo acompañado por Buster Keaton: hilarantes gags visuales, ritmo acelerado, persecuciones, tortazos y romance. Es cierto que, a esas alturas, su arte caía en lo repetitivo, pero también que la inspiración no había abandonado a Arbuckle: ahí están su modo de lograr que una voluminosa carta quepa en el minúsculo buzón, que un queso tenga más agujeros, o el sentido entierro que le dedica a una botella vacía. Como de costumbre, sólo los interludios románticos ofrecen algo de pausa, porque el resto de la película deja poco margen para el respiro. También hay burlas hacia esas concesiones sentimentales, plasmadas en la fiesta en la que todos los presentes (incluso el siempre hierático Buster) lloran a lágrima viva cuando Fatty entona sus románticas baladas, pero no sólo ahí: tenemos además el impagable modo en que el protagonista ajusta las medidas de un anillo de compromiso, pepinillo incluido.
Las obras de Roscoe Fatty Arbuckle pueden parecer ingenuas para el espectador de hoy, pero son ágiles y divertidas, al margen de que, en su faceta de director, el artista oriundo de Kansas tiene poco que envidiar a los divos de la comedia muda clásica en cuanto a la planificación y ejecución de escenas que, en muchos casos, suponen un gran desafío físico para quienes intervienen en ellas. En esta película, un factor diferencial favorable respecto a otras lo constituye la presencia, como antagonista del héroe, de un inspirado Jack Coogan, Sr., que interpreta a un agente de la ley tan dotado para el baile como amigo del dinero ajeno. Coogan, cuyas escasísimas apariciones delante de las cámaras se deben casi en exclusiva a Arbuckle, se luce como pertinaz pretendiente de una joven pizpireta, a quien da vida Molly Malone, ejemplo de tantos intérpretes cuyas figuras desaparecieron de las pantallas para siempre tras la llegada del sonoro. Se me olvidaba: Keaton despliega su acrobática y surrealista comicidad, y el perro Luke roba alguna que otra escena.
Cine de otra época, pero ideal para pasar un rato divertido y exento de preocupaciones.