THE FAREWELL. 2019. 98´. Color.
Dirección: Lulu Wang; Guión: Lulu Wang; Dirección de fotografía: Anna Franquesa Solano; Montaje: Matt Friedman y Michael Taylor; Música: Alex Weston; Diseño de producción: Yong Ok Lee; Dirección artística: W. Haley Ho; Producción: Jane Zheng, Anita Gou, Andrea Miano, Peter Saraf, Lulu Wang, Chris Weitz, Marc Turtletaub y Daniele Tate Melia, para Big Beach Films-Depth of Field- Kindred Spirit-Seesaw Productions (EE.UU.).
Intérpretes: Shuzhen Zhao (Nai Nai); Awkwafina (Billi); Tzi Ma (Haiyan); Diana Lin (Lu Jian); Jiang Yongbo (Tío Haibin); Chen Han (Hao Hao); Li Xiang (Tía Ling); Liu Hongli (Tía Gao); Aoi Mizuhara (Aiko); Lin Hong, X Mayo, Yang Xuejian, Zhang Shimin, Zhang Jing, Liu Zhuying, Xiao Shouchang, Zhao Yonghua, Jiang Zuohai.
Sinopsis: Una joven de origen chino, que vive en Nueva York, regresa a su ciudad natal para reencontrarse con su abuela, a la que se le ha diagnosticado un cáncer terminal que su familia decide ocultarle.
Aunque ya había dirigido un largometraje, así como algunos cortos, la carrera detrás de las cámaras de Lulu Wang se encontraba en un punto cercano al anonimato hasta que llegó The farewell, drama familiar de inequívoco perfil autobiográfico que triunfó en Sundance y obtuvo galardones en festivales como Atlanta o Valladolid, consecuencia de una calurosa recepción crítica que quien esto escribe considera exagerada.
Es evidente que Lulu Wang ha volcado una parte importante de sí misma en este proyecto tan personal. Vista la película, no es menos obvio que la dimensión de semejante empeño era excesiva, no diré que para su talento como directora, porque para calibrarlo de manera adecuada no basta con una sola obra, pero sí para su actual dominio del medio cinematográfico, entendido este como la capacidad para narrar historias mediante imágenes. Ahí, Wang se queda corta, porque recurre a demasiados trucos de ilusionista del montón para lograr una profundidad que el film, dada su temática, debería poseer por sí mismo pero que, por el contrario, raras veces consigue. La película es fría, en el mal sentido: ya que la cosa va de territorios íntimos, diré que The farewell tiene un importante problema cuando no consigue generar empatía en alguien que ha vivido una situación en muchos aspectos similar a la descrita en el film, y para quien revivirla genera cualquier cosa menos indiferencia. Creo que la capacidad comunicativa de Lulu Wang, como guionista y, sobre todo, como directora, es hoy en día bastante mejorable. Para ilustrar el discurso, diré que Wang utiliza la música como muleta emocional en multitud de escenas, prueba de que fallan otros recursos estrictamente cinematográficos para lograr los mismo efectos, unos efectos que, repito, The farewell debería poseer de serie.
El ingenioso rótulo que da entrada a la película (basada en una mentira real), genera unas expectativas que luego no se cumplen. Más allá de que uno piense que ocultarle a un enfermo terminal no ya la gravedad de su dolencia, sino la dolencia misma, es un ejercicio de egoísmo de parte de quienes así actúan, en lugar de un acto de amor hacia la persona enferma, lo cierto es que el guión apunta en varias direcciones interesantes, sin llegar a dar en la diana en ninguna. La manera de tratar el desarraigo de los hijos de emigrantes se queda coja en su desarrollo, porque, y esto lo dice alguien que sabe bien lo que es vivir en un lugar del que no forma parte, para alcanzar cierta hondura sería necesario que el retrato de la vida de Billi en los Estados Unidos no se quedara en un tímido esbozo, pues el espectador apenas sabe que la joven no tiene pareja, va escasa de recursos económicos y acaban de denegarle una beca de estudios. El exilio interior es una cosa mucho más compleja, que el guión se limita a rascar en superficie. Otro tanto sucede a la hora de reflejar las diferentes formas de entender la vida, o de asumir su pérdida, en Oriente y Occidente: dado que el film transcurre casi por entero en China, el contraste entre ambos mundos lo hemos de encontrar en unos diálogos que, en general, dan un juego limitado. Enlazando con lo expuesto anteriormente, en la película hay muy poco Estados Unidos como para que el espectador llegue a comprender la, por otra parte muy comprensible, querencia de la joven protagonista hacia su país de origen, que es también la búsqueda del paraíso perdido de la infancia. En la larga escena de la boda encontramos ciertas similitudes con las dos películas más conocidas rodadas por Ang Lee antes de salir a conquistar el mundo, pero las comparaciones no resultan demasiado favorecedoras para el trabajo de Lulu Wang, sobrio, sí, pero de envoltorio técnico simplemente correcto y con una marcada tendencia a quedarse a medias en lo narrativo, donde creo que la directora gasta demasiadas energías en ofrecer un perfil completo del personaje que es su alter ego, en detrimento de unos roles secundarios cuya presencia en pantalla no se corresponde casi nunca con su peso en la historia. Dicho esto, el epílogo, tratándose de un film cuyo tema de fondo es una enfermedad terminal, no se queda muy lejos de descalificar por sí mismo toda una obra cuya música es bastante buena, con el inconveniente de que la directora la emplea de forma abusiva.
En The farewell, lo mejor son las interpretaciones de sus dos principales protagonistas. la veterana debutante Shuzhen Zhao, que sorprende de forma muy agradable con su retrato de una mujer ajena a su propio drama, que emplea todas sus energías en organizar la boda de su nieto, y la joven Awkwafina, que consigue que su personaje tenga mucha más vida de la que desprenden las palabras que recita con su acertada expresividad. Creo que esta actriz tiene mucho futuro en el cine, y si gracias al séptimo arte deja de rapear, tocará celebrarlo. Respecto a los secundarios, el trabajo de Tzi Ma es bastante bueno, el de Diana Lin cabe situarlo en un escalón inferior, y la labor de Jiang Yongbo y, en especial, Chen Han, flojean. No sucede lo mismo con el desempeño de Li Xiang y Liu Hongli, otra anciana debutante que desprende autenticidad.
The farewell, según mi criterio, decepciona. Para tratarse de un film en el que su autora ha puesto el alma, alma tampoco hay demasiada. Y, en un sentido cinematográfico estricto, la película revela a una cineasta con mucho que aprender todavía.