La deuda española está al borde de ser calificada como bono basura, poniéndose a tono con el estado de la nación. Además, la prima de riesgo alcanza los 550 puntos y el interés del bono español a diez años roza el 7%, lo que equivale a decir que España es un país insolvente, sin capacidad para financiarse en los mercados ni visos de poder hacer frente a los pagos futuros que la situación actual le obliga a asumir para sufragar los vencimientos de hoy. La situación es de intervención pura y dura, nada de «sólo para los bancos» ni mentirosos eufemismos similares. Con las elecciones griegas al caer, hablar de la salida de este país de la zona euro no es nada descabellado, aunque ésa es una opción que el frente de izquierdas Syriza, posible y deseable ganador de los comicios helenos, ni acepta ni contempla, por mucho que se esté presionando a los griegos de todas las formas posibles para que no voten a este partido diciendo que su victoria significará la salida de Grecia, país que ilustra como ninguno el fracaso de las políticas de austeridad severa que se nos presentan como las únicas posibles, de la zona euro. Si finalmente esto ocurre, no es descartable el corralito (no hablo sólo de Grecia, que conste), y las consecuencias del previsible terremoto sobre España e Italia ponen en entredicho la propia supervivencia de la moneda única. Las políticas nefastas aplicadas por políticos nefastos dan resultados nefastos. Hablando de eso, o Rajoy y su gobierno dimiten, o, ya sea desde Europa o desde la misma España, les dimitirán. Su gestión de la crisis sólo puede calificarse de catastrófica, y cada paso que dan, cada vez que abren la boca, empeora la situación del país. Esto les viene muy, pero que muy grande, y lo mejor es que se larguen por donde vinieron, que se vayan para no volver. Decían que su victoria electoral y sus reformas (un dibujo empeorado y siempre tardío de las que les dictan desde fuera, que ha traído más paro, desmantelamiento de los servicios públicos y amnistía fiscal para el gran cáncer del país, los defraudadores) lo arreglarían todo, y que el futuro sería mejor. A día de hoy, ni siquiera parece que lo haya.