TO THE WONDER. 2012. 112´. Color.
Dirección : Terrence Malick; Guión: Terrence Malick; Dirección de fotografía: Emmanuel Lubezki; Montaje: A.J. Edwards, Mark Yoshikawa, Keith Fraase, Shane Hazen y Christopher Roldán; Dirección artística: David Crank; Música: Hanan Townshend; Diseño de producción: Jack Fisk; Vestuario: Jacqueline West; Producción: Sarah Green, Nicolas Gonda, Hans Graffunder y Sandhya Shardanand, para Brothers K Productions-Redbud Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Ben Affleck (Neil); Olga Kurylenko (Marina); Rachel McAdams (Jane); Javier Bardem (Padre Quintana); Tatiana Chiline (Tatiana); Romina Mondello (Anna); Tony O´Gans, Charles Baker, Marshall Bell.
Sinopsis: Neil se enamora de Marina en París. La relación empieza a resquebrajarse cuando la pareja, acompañada por la hija de ella, se instala en los Estados Unidos.
Con una celeridad inaudita hasta ese momento, Terrence Malick dejó pasar apenas un año desde el estreno de la maravillosa El árbol de la vida para regresar a las pantallas con To the wonder, película que guarda muchas similitudes con su obra anterior y que, de la misma forma, generó adhesiones entusiastas y rechazos viscerales entre la crítica y los espectadores. En esta ocasión, el número de opiniones adversas superó a las provocadas por el film precedente. Creo, y paso a explicarlo acto seguido, que To the wonder no es El árbol de la vida, pero que nos encontramos ante una gran película.
A estas alturas, Terrence Malick puede permitirse hacer el cine que le venga en gana, y se hace evidente que, con su obra anterior, el cineasta estadounidense dio con el estilo que de verdad ansiaba desarrollar, y en el film que nos ocupa no hizo otra cosa que redoblar la apuesta. Prescindiendo por completo de la narración lineal, en beneficio de una estructura mucho más abstracta, y sustituyendo de forma casi absoluta los diálogos por voces en off que muestran, de un modo a veces contradictorio con lo que nos muestran las imágenes, el interior de sus personajes, Malick pasa de hablar de la pérdida, eje central de El árbol de la vida, a hacerlo de la búsqueda en un sentido amplio, pues de lo que se trata no es de ilustrar el camino hacia la felicidad, sino hacia algo que está aún más allá: la de la gracia, ese estado de plenitud al que aspiramos, en vano, los mortales. Sus instrumentos serán dos mujeres y dos hombres, uno de ellos un sacerdote católico. Sólo con esta breve exposición temática ya queda claro que Malick ha dirigido un film a contracorriente, destinado a la incomprensión en un mundo en el que reinan la inmediatez, el cinismo, la codicia y la hipocresía. Nada de esto parece importarle: en un primer vistazo, To the wonder es, como el bolero, la historia de un amor, pero pronto se revela como una reflexión, no precisamente entusiasta, sobre la naturaleza del amor mismo. Para Malick, el amor entre dos personas es, en el mejor de los casos, una sensación temporal de plenitud. El que une a Neil y Mariana fracasa por el cambio de entorno (los amores, como ocurre con infinidad de organismos vivos, florecen en determinados hábitats y se marchitan de forma irremisible en otros) y por la incapacidad del hombre para entregarse de la forma incondicional que Mariana ofrece y desea recibir. Las segundas partes no son más que una pésima idea, porque la magia es mucho más volátil en la mente de los seres humanos que el rencor, de naturaleza mucho más sedentaria. Entre ambos momentos, reaparece Jane, a quien Neil conoce desde la infancia. Esta mujer ha sufrido la pérdida más terrible que pueda haber: la de una hija, porque la desaparición prematura del descendiente significa para quien la padece la pérdida de la esperanza en el futuro, o también, desde un prisma más egoísta, de la posibilidad de trascender en otro. Su relación con Neil fracasa por motivos muy similares a los que motivaron la ruptura con Mariana. La incapacidad del hombre para la entrega sin condiciones, y la dependencia emocional y las demandas excesivas de las mujeres son las razones por las que el amor romántico puede brindarnos una gracia estacional, una enorme sensación de plenitud mientras dura, pero también un gran dolor cuando (y lo hace de manera inevitable) desaparece. No es este, pues, el camino de la gracia plena, la ruta para saciar la sed de trascendencia que todos, incluso los más simples o los más descreídos, tenemos: ahí entra en juego la figura del sacerdote católico, un hombre inmerso en una crisis de fe que siente, no sin razón, que el enfrentamiento entre el mundo real y sus creencias se resuelve, día tras día y golpe tras golpe, en contra de ellas. En el último tercio del film este personaje cobra mayor protagonismo, y por ello estas escenas adoptan la forma de una plegaria, que es, en el fondo, la mejor forma de definir la película entera. No es el amor, aunque a ratos se le parezca, la vía para alcanzar la gracia, parece decirnos Malick, pero… ¿cuál es? To the wonder es un ruego, un intento de hallar el sentido para estos seres, perdidos en un mundo que a todas luces nos supera y en el que una de las verdades más absolutas es nuestro desvalimiento, que nos llamamos a nosotros mismos humanos. La película es un ruego, dije, un intento de hallar otra respuesta a la pregunta más importante de todas, una respuesta que desplace a la tan sospechada como temida: que tal sentido no existe. Se nombra mucho a Cristo, pero no encuentro al film reo de la tabarra religiosa (proselitista, por ser más precisos) que, como ateo convencido, tanto me repugna, sino como una obra poseedora de un ansia de totalidad espiritual que tiene todos mis respetos.
Imagino que habrá mucha gente a la que lo expuesto hasta el momento le parezca una milonga pero, como creo dirigirme a personas que disfrutan con el cine, justo es decir que esa milonga, o esa plegaria no atendida que es la película a nivel filosófico, constituye un prodigioso ejercicio de poesía visual. Creo no exagerar cuando afirmo que lo que ha conseguido, a nivel de belleza en las imágenes, la unión artística entre Terrence Malick y Emmanuel Lubezki es historia del cine, llegando a un nivel comparable al alcanzado por las colaboraciones entre David Lean y Freddie Young, o entre Francis Ford Coppola y maestros de la iluminación como Gordon Willis o Vittorio Storaro. To the wonder, en cuanto a su composición y puesta en escena, hace honor a su título, entre otras cosas porque Terrence Malick es un poeta de las imágenes, cuya belleza es tan intensa que puede disfrutarse por sí sola aunque lo que explica el film no se entienda, o no se quiera entender. Puede decirse que, a fuerza de alejarse de la narración lineal, el montaje cae, si no en lo arbitrario, sí al menos en lo impreciso, y en concreto me refiero a algunas de las escenas, a las que cabe situar entre lo más tópico de la película, que muestran los episodios más furiosos de la ruptura entre Neil y Mariana. En cuanto a la música, Hanan Townshend añade un punto más de profundidad a su anterior colaboración con Malick, y le ayuda a crear la atmósfera adecuada, aunque el momento musical más brillante del film tiene como protagonista a un genio ruso llamado Dimitri Shostakóvich.
Es muy posible que el eslabón más débil de To the wonder sean sus intérpretes o, al menos, algunos de ellos. Las formas narrativas de Malick, en las que apenas tienen cabida los diálogos, son un desafío para los actores, acostumbrados a moverse en entornos muy distintos. Por un lado, la elección de un intérprete tan limitado como Ben Affleck para el principal papel masculino es un error, por mucho que su personaje sea precisamente un ejemplo de incapacidad emocional. Olga Kurylenko sale mejor parada del reto, aunque las escenas de mayor intensidad dramática le vienen algo grandes. Rachel McAdams, una actriz a la que creo que se le da menos bola en Hollywood que a otras compañeras menos talentosas, es quien mejor sabe dar con la esencia de su episódico personaje, mientras que al circunspecto Javier Bardem se le ve a ratos algo perdido, aunque por otra parte da vida a un individuo que realmente lo está, y su capacidad como actor es importante. Por último, Romina Mondello, que aparece en una sola secuencia con la función, creo, de demostrar que tampoco la liberación hedonista es la vía hacia la gracia, está algo sobreactuada.
Película para amar u odiar intensamente, To the wonder es, en todo caso, una maravilla visual que plantea cuestiones de gran calado filosófico. Celebro que, aun con sus errores, haya quien se atreva a rodar esta clase de obras, en especial si se trata de un director del talento de Terrence Malick.