BASUDE WANDARANDO. 2019. 115´. Color.
Dirección: Keiichi Hara; Guión: Miho Maruo, basado en la novela de Sachiko Kashiwaba Chikashitsu kara no fushigi na tabi; Dirección de fotografía: Hiroshi Tanaka; Montaje: Shigeru Nishiyama; Música: Harumi Fuki; Producción: Keiichi Hara, para Fuji Animation Studio-Dentsu-Aniplex-Signal MD (Japón).
Intérpretes: Mayu Matsuoka (Voz de Akane); Anne Watanabe (Voz de la tía Chii); Masachika Ichimura (Voz de Hipócrates); Nao Toyama (Voz de Pipo); Keiji Fujiwara (Voz de Zan Gu); Akiko Yajima (Voz de Doropo); Kumiko Aso (Voz de Midori).
Sinopsis: Una adolescente recibe el encargo de visitar la tienda de antigüedades de su tía. Allí, un alquimista le dice que su presencia en un mundo paralelo al nuestro es ineludible para salvarlo.
The wonderland es el cuarto film de animación dirigido por Keiichi Hara después de dejar atrás el universo Shin Chan. Basada en una novela infantil que se publicó a finales de los 80, la película es la que ha recibido una acogida crítica más tibia de todas las realizadas por Hara, cineasta cuya trayectoria muchos consideran estancada. No estamos, creo, ante una obra redonda, pero sí frente a un producto no exento de cualidades dignas de ser apreciadas.
La protagonista es Akane, una adolescente a quien, en la introducción, podemos ver como la típica quinceañera petarda en clave nipona: abúlica, caprichosa e incapaz de ver más allá de su bien alimentado ombligo. La víspera de su cumpleaños, Akane prefiere quedarse en la cama a ir al instituto, pero su madre tiene una sorpresa reservada para ella: debe ir a la tienda de la tía Chii para recoger su propio regalo de aniversario. A regañadientes, la muchacha emprende la ruta, y lo que encuentra en el sótano de ese comercio es la puerta a un mundo paralelo que cambiará por completo su forma de ver las cosas. El título que se le puso al film para su distribución internacional no deja lugar a equívocos, porque lo que vemos es la enésima versión del cuento de Alicia, servido en este caso con estética retro y mensaje contemporáneo, heredero del humanismo ecologista que constituye uno de las principales señas de identidad de Ghibli, el estudio que continúa funcionando como vara de medir para toda la animación japonesa. Se trata, pues, de un viaje iniciático, en cuyos puntos clave encontramos los fundamentos del discurso de la película. A ratos, y esto se hace más patente cuando el relato se acerca a su momento culminante, la narración tiende a ser dispersa, e incluso algo confusa, pero sin dejar de ser interesante: secuencias como la de la tormenta de arena o las ambientadas en la Ciudad Plana, el equivalente a los barrios conflictivos de nuestro mundo, compensan otras más flojas, como por ejemplo las palaciegas. También se introducen elementos cómicos, patrimonio del pequeño Pipo y. sobre todo, de la momentánea transformación de Hipócrates, el alquimista que introduce a Akane y su tía en el nuevo mundo y las guía a través de él, en mosca. El mensaje es claro: hay que tener perspectiva, asumir el propio destino, vencer las dificultades y cuidar de este maltratado mundo nuestro. Bien, pero al final todo se sirve con exceso de edulcorante.
Ya he aludido a la estética retro de una película que, por sus imágenes, podría pasar perfectamente por una obra realizada en la época en la que fue publicada la novela en la que se basa. Esta apuesta es arriesgada, porque ya no sólo los niños, sino también las audiencias adultas, están acostumbradas a animaciones por ordenador de lo más espectacular. Considero que todo lo que concierne al mundo paralelo en peligro es muy convincente en lo visual, pero que las animaciones no son nada del otro mundo, aun aceptando la mentalidad artesanal con la que han sido creadas. Hay cosas que no ayudan, como el excesivo protagonismo de una banda sonora desigual, que alterna buenos momentos con otros más chirriantes, y con esto me refiero al innecesariamente rimbombante subrayado del clímax. En estos detalles la película pierde enteros, que le hacen quedar algunos escalones por debajo de lo que hubiera podido ser.
La joven, pero ya muy curtida, Mayu Matsuoka, hace una labor destacada poniendo voz a la adolescente protagonista y mostrando sus vaivenes y contradicciones. De hecho, el trabajo del reparto merece calificarse de notable, fruto del talento de veteranos, más por experiencia que por edad, especialistas como Keiji Fujiwara, que presta su voz al malvado, Akiko Yajima o Nao Toyama.
Buena película, pero no excepcional. Le falta un punto de inspiración para llegar poder codearse con varios de los éxitos más recientes de la animación nipona post-Ghibli, pero Keiichi Hara continúa poseyendo oficio y ramalazos de calidad.